PLATINA O LA VEJACIÓN

Autores: María Luisa Rey Guerreiro, María de los Ángeles Rodríguez Cejas, Emilio Morales Prado

Colaboradoras: Dinah Morales Pérez, Claudia Dueñas Villela, Matilde Rubín Córdoba

I.- INTRODUCCIÓN

Este estudio ha sido realizado como parte del programa de trabajo del Instituto Médico de Estudios Hahnemannianos de Sevilla que dirige el doctor Emilio Morales Prado, quien asimismo lo ha encauzado y supervisado. Durante su elaboración, el Instituto estuvo coordinado por la doctora Mª de los Ángeles Rodríguez Cejas.

El objetivo es profundizar de un modo comprensivo en el significado del conjunto de síntomas de la patogenesia de Platina; en otras palabras, poner de relieve el modo singular de acción de este remedio, el sufrimiento nuclear que es capaz de producir en el hombre sano y que, similarmente, encontraremos también en el enfermo.

Como todos los trabajos que sobre materia médica se realizan en el Instituto, está motivado por la búsqueda no sólo del significado de la totalidad de síntomas de cada medicamento, sino también de éstos en particular dentro del cuadro sintomático; en palabras de Hahnemann, por la búsqueda de lo que “hay de curativo en las medicinas”[1]que nos permita aplicar la ley de semejanza con criterio de profundidad.

Lo digno de curar[2] está constituido esencialmente por aquel o aquellos síntomas, de entre la totalidad de los mismos, que representan los efectos primarios del medicamento sobre la dynamis[3]; serán ellos pues los que prioritariamente tendremos en cuenta en una correcta prescripción   y por lo mismo en la elaboración de una hipótesis que se precie.

II- EL SUFRIMIENTO DE PLATINA

Lo más llamativo del remedio es una altivez que raya en lo teatral y que proclama su intensa vanidad. Nos dice Kent: “Conviene especialmente a las mujeres histéricas, como las que sufren por un susto, excitación prolongada, o por despecho, desengaño, golpe o hemorragia prolongada. Ella se vuelve arrogante y altiva; una de las más fuertes características de esta droga es la soberbia y la propia estimación”[4]. De la misma manera, aunque subsidiariamente, los síntomas del medicamento nos hablan de una sexualidad exaltada en extremo: “los deseos sexuales están aumentados o llegan a ser violentos, insaciables”[5].

Vemos en la anterior cita de Kent dos de las condiciones más llamativas de este remedio[6], que el autor expresa también con dos palabras clave: “histérica”[7] y “altiva”[8]; palabras que, aun cuando polarizan nuestra atención, no constituyen sino síntomas reactivos muy destacados, pero que, en modo alguno, son el sufrimiento esencial de Platina. El propio Kent señala cómo nuestra enferma se siente golpeada en su cuerpo o en su psique y es entonces cuando “se vuelve arrogante y altiva”. Por otra parte, la perversión de su mente indica que sus males proceden más del área del psiquismo que de una noxa material: “Estado perturbado de la mente: religioso, con taciturnidad, altanería, voluptuosidad y crueldad”; esta anotación de Hering, expresa concisamente la psique de Platina[9].

Pero esto no es lo que le ocurre a Platina, no es lo nuclear de su enfermedad, es lo que Platina hace en su vano intento reactivo por curarse. Es ésta su manera de reaccionar, pero, ¿a qué?, ¿cuál es su verdadero sufrimiento?

También en Kent encontramos la respuesta: “enfadada y regañona por ligeras vejaciones”[10], o bien “sobrevienen espasmos por vejación o cólera”[11]; y, además, en síntomas recogidos por Hahnemann, Hering, Clarke o Phatak: “malhumorado durante mucho tiempo por la más leve vejación” (Hahnemann)[12]; “trastorno mental después de susto, pena o vejación” (Hering)[13]; “se siente profundamente vejado por cosas sin importancia” (Hering)[14]; “afecciones causadas por miedo, vejación o por ataques de pasión” (Clarke)[15]; “malos efectos de un susto; vejación; despojo; accesos de pasión” (Phatak)[16]. Como vemos, suficientemente documentada, la palabra clave ahora es “vejación”, cuya etimología[17], más que la actual acepción que nos brinda el DRAE[18], nos dice de la contundencia con que Platina ha sido golpeada.

Esta respuesta nos coloca al otro lado del cuadro sintomático, ya sabemos qué hay tras el listado de síntomas: Platina ha sido humillada. Resulta ahora muy fácil de comprender que, consistiendo el sufrimiento en una vejación, la compensación reactiva no podía ser otra que la exageración de su orgullo. Pero Platina se vuelve orgullosa e insolente con la sola finalidad de devolver el golpe menospreciando y humillando ella misma a los demás. Similo lo comenta en tono divertido: “y muy dolida, Platina / dijo sólo para sí: /“Esto no termina aquí: / probarán su medicina”[19].

Vejación-vanidad: el ensamblaje de ambas piezas es perfecto. Si le unimos la actitud lítica que supone la vejación de los otros, tendremos completo el círculo morboso del remedio.

Necesariamente ahora surge una nueva cuestión de orden práctico: cómo, cuándo, dónde ha sido vejada. Ya nos había puesto sobre aviso Kent: Platina sufre entre otras cosas por “despecho” y “desengaño”. Y ahí es donde vamos a dar con los síntomas de la esfera sexual, que constituyen la otra cara de su reactividad morbosa. La perversión de su sexualidad apunta como posible que en sus años jóvenes algún acompañante, novio o marido, quizá de elevada condición social, fuese el autor de la afrenta. Similo resuelve así: “Actitud tan insolente / a alguna causa responde / (un cómo, un cuándo y un dónde) / que habremos de hacer patente: / tal vez cuando era mocita / se sintió vilipendiada, / ofendida y apartada / por gente de mucha guita, / o un noviete adinerado, / después de gustar su amor, / decidió que era mejor / no darse por enterado”[20].

Intentará entonces compensar la humillación sufrida ascendiendo en la escala social, según reza en el ripio de Similo: “Sexo, poder y dinero / me darán supremacía / (eso pensaba la tía): / conseguirlos, lo primero”. / Un marido adinerado / o un negocio conveniente / cambian todo de repente: / ¡la humillación se ha acabado!”[21]. Buscará el poder utilizando su atractivo, pero no será la atracción sexual lo que moverá a Platina hacia el hombre y mucho menos, el amor[22]. Platina pervierte su sexualidad con el mismo fin: satisfacer el orgullo herido. No olvidemos que durante siglos de historia el único medio que una mujer tenía de ser alguien en sociedad era el matrimonio[23].  

He aquí la sustancia inmaterial más genuina de Platina: una vejación que la ha sacudido hasta sus cimientos. Ése es el sufrimiento. Si exceptuamos este síntoma primordial, prácticamente el resto del cuadro sintomático, principalmente la vanidad y los trastornos de la esfera sexual[24], no son sino un intento de su cuerpo y de su psique para restablecer el equilibrio perdido.

III- MANIFESTACIÓN DEL SUFRIMIENTO DE PLATINA EN SUS SÍNTOMAS                                                                     

Platina se ha sentido maltratada, sacudida violentamente, según el significado de vejación que nos indica Corominas (de tormento, malos tratos, conmoción y sacudida nos habla el diccionario latino)[25]. Las sensaciones de compresión o de banda apretada alrededor de diferentes partes de su cuerpo, de opresión en el pecho, frío, entumecimiento, así como los sentimientos de tristeza, aislamiento y abandono constituyen, entre otros, el cortejo de síntomas concomitantes a esa vejación sufrida o imaginada y que, por lo tanto, muy bien podríamos inscribir, obviamente junto al propio sentimiento de vejación, entre los primarios del remedio. Por lo demás, su patogenesia no muestra sino un hiperbólico esfuerzo para compensar la humillación. Tal esfuerzo compensatorio, que consistirá en lograr una categoría como persona[26] que le permita contar en una sociedad que había pretendido excluirla[27] o eso cree, es el aspecto hipertrófico del remedio. Y también, como coste último de su enfermedad, la destrucción precisamente de lo único que le importa: ella misma. Estamos frente a una de las paradojas más amargas del padecimiento de Platina: la hipotética importancia social que trata de lograr transformada en una posible muerte física y real, precisamente por tratar de lograrla. Pero no estará sola en esa devastación: se hará acompañar de los demás[28]. Es fácil de comprender que cualquier competidor por el anhelado brillo social será objeto de sus deseos de aniquilación. Y, como cuanto más próximo el supuesto rival más posibilidades tendrá de eclipsarla, reacciona negando todo valor a sus propios hijos con el más absoluto desprecio[29] y, más que eso, con sus monstruosos deseos de matarlos[30].

Sin olvidar que en todos los remedios podemos encontrar (de hecho, coexisten) las tres categorías morbosas, comprobamos cómo la hipertrofia y la destrucción son muy llamativas en la patogenesia del remedio:

            1)En su hipertrofia se inscriben los delirios de grandeza[31] así como sus excesivos deseos sexuales[32]; aspectos ambos que no son sino son las dos caras de una misma moneda, cuyo valor es el precio de su anhelada preeminencia social.

Se ofende con facilidad[33], pues difícilmente se la trata con la deferencia que un ser de tan alto rango se merece. Una ofensa, incluso la más leve, supone para ella una vejación, que, según hemos visto, es el síntoma nuclear de su psiquismo y que termina por somatizar: palpitaciones, temblores, entumecimientos y otros síntomas físicos alternan[34] y/o acompañan[35] con frecuencia a sus síntomas psíquicos. Reaccionando con el desprecio, se enfada, llora, grita o tiembla de cólera[36]. Su hipertrófica vanidad le priva de toda objetividad. La paciente Platina está por encima de los mortales, muy por encima[37]; ni siquiera pertenece a su familia[38], es de un rango superior, pertenece a la aristocracia[39]. Su mente y sus sentidos la traicionan empequeñeciendo cuanto le rodea, aumentando el tamaño de su cuerpo[40] y devolviéndole una imagen de sí misma embellecida y falsa[41]. Esa forma engrandecida de verse no es sino aquella con la que desearía ser vista, en primer lugar por el hombre y, por medio de su relación con él, por todos los demás. La exagerada vanidad de Platina deforma de tal manera su mente que ésta desfigura no sólo su propia imagen sino la del mundo que le rodea y niega su posible excelencia a los demás degradándolos hasta convertirlos en pequeños y despreciables[42]

Platina está ansiosa, le dan temblores, palpitaciones, vértigo histérico, calambres, espasmos o ataques epilépticos[43], ocurriendo casi todo ello en torno a la menstruación. El exacerbado deseo sexual en vírgenes o durante el puerperio y las masturbaciones incluso durante la infancia son también aspectos hipertróficos del remedio[44].

           2)Asimismo, son muy numerosos los síntomas destructivos. Como todos los de Platina, son tanto de índole física como mental y obedecen al esencial sufrimiento nacido de su humillación. Sus temores insensatos nos hablan de enfermedad: “Grita socorro fuertemente”[45]. Peculiar es su miedo a que el esposo ausente no regrese aunque habitualmente lo haga[46], más que por amor hacia él por su interés en mantener el rango social que él le proporciona. Su pretendida grandeza, ocupando el más alto sitial, necesariamente implica el pago de un alto precio: una soledad sin consuelo posible[47] ni siquiera en compañía[48]; la negación de aquello que más anhela, como el excesivo deseo sexual que no puede satisfacer a causa de su hipersensibilidad genital[49]; es más, el disgusto por vivir[50] y la negación de la propia vida, expresada en múltiples síntomas tanto físicos como mentales.

Sus delirios de diablos y cosas horribles[51] así como su impudicia, palabras obscenas[52] y perversiones sexuales[53] representan su ruina mental. Cualquier competidor de su entorno social con posibilidad de ensombrecerla es objeto de su venganza, un demonio al que hay que tratar con el lenguaje obsceno que se merece. Su aislamiento e indiferencia, la catalepsia durante sus menstruaciones[54] o el entumecimiento y el frío de partes de su cuerpo[55] son una muerte simulada. Es más, “el desorden mental en ocasiones toma la forma homicida”, como ya hemos visto. Sus impulsos destructivos hacia lo que le es más próximo (sus hijos, su marido)[56], obedecen también al mismo deseo de mostrar su perfección; es más, de mostrar que sólo ella la posee; por eso, si alguien destaca a su alrededor hay que borrarlo, hacerlo desaparecer, incluyendo a su prole. Y, consecuentemente, niega la posibilidad de nuevos nacimientos: toda clase de afecciones afligen a sus órganos sexuales[57] cuya función está anulada: esterilidad, trastornos del embarazo, del parto…[58].

Por último, Platina es un remedio hemorrágico. Sangran las distintas partes de su cuerpo, pero sobre todo el útero desde frecuentes y prolongadas reglas hasta metrorragias dentro y fuera de sus períodos de gestación[59]. Platina se sacrifica e impide la continuidad de la vida con una pasión que termina por consumirla. Su sangre roja se mezcla con coágulos negros[60] y sus heces, también negras, se diría que han sido carbonizadas[61]. Todo ello así como la “sensación de tener quemada la lengua”[62], los fríos locales, los agravamientos nocturnos y por el reposo representarían una lenta y dolorosa consunción.

IV- LA VANIDAD DE PLATINA                                                      

            La vanidad[63] es quizá lo más evidente de la patogenesia del remedio, pero si este rasgo está en la raíz de cualquier sufrimiento humano[64], ¿qué tiene de especial la que caracteriza a Platina? Además de su encaje perfecto con el sufrimiento nuclear del remedio, lo que la diferencia de la vanidad de cualquier otro es su exageración, hasta el punto de extrapolar al plano material su ennoblecida visión de sí misma.   

Así pues, lejos de disimular[65] su vanidad, Platina la exhibe. Es la gran máscara de su fabulación[66], tras la que oculta el sufrimiento. Pero Platina no sólo representa un papel, libra también una batalla en la que su vanidad es el escudo[67] que la protegerá y con cuyo brillo, que imagina el suyo, vencerá[68] también y humillará a cuantos la rodean.

El auténtico argumento de Platina es la vejación, no la vanidad, su antítesis, por mucho que se evidencie en los síntomas.

V- EL HOMBRE PLATINA

Aunque la referencia a la mujer predomina en los síntomas, como hemos podido constatar y muchos autores afirman explícitamente[69], existen también pacientes Platina entre los varones. Podemos comprobarlo en síntomas referidos tan sólo a ellos[70], así como otros que se encuentran lo mismo en uno que en otro sexo[71].

Resulta llamativa la indiferencia del hombre por la suerte que su esposa ausente pudiera correr en el siguiente síntoma recogido por Hahnemann: “Indiferencia, no se sentía interesado por el hecho de que su esposa ausente muriera o no”[72]. No le importa que ésta muera o no porque su pareja no añade ni un ápice a sus propósitos vitales. En una sociedad tradicional, su relieve social no depende de la esposa. Tal vez el futuro nos depare una mayor igualdad o quizá una inversión[73] de los papeles.

VI- CONCLUSIONES  

El recorrido por los síntomas del remedio nos indica que el sufrimiento esencial de Platina, su enfermedad, es una vejación real o imaginada.

El intento de restablecer el equilibrio dinámico perdido lleva en último término al paciente Platina a una hipertrófica y destructiva reactividad psíquica y corporal.

La exageración de su vanidad y su exaltada sexualidad, características más llamativas de su reactividad morbosa, no son sino las dos caras de una misma moneda, cuyo valor es el precio de la anhelada preeminencia social que ha de satisfacer la humillación sufrida.

La soberbia pervierte su mente y sus sentidos haciéndole falsear toda la realidad: aparece ante sus ojos un mundo pequeño y deforme y ella misma grande y ennoblecida.

Sus temores de ser eclipsada por los posibles rivales del entorno son el origen de unos impulsos de destrucción que trascienden su dimensión temporal: ella misma es un obstáculo para la continuidad de la especie impidiendo la de su estirpe.

La humillación de Platina, enmascarada por una vanidad hipertrófica y aparentemente argumental, actúa como potente noxa y está presente en todos sus síntomas.

El número de los síntomas referidos a la mujer que recogen las materias médicas consultadas supera con creces a los del hombre, sin embargo, el cambio social al que estamos asistiendo augura quizá un retroceso del número de “mujeres platina” y, tal vez, un aumento de casos en el varón, en el que parece no diferir la esencia básica del medicamento.

El grupo de síntomas primarios, que constituye desde un punto de vista clínico lo digno de curar, está constituido, además de por el nuclear sentimiento de vejación, por síntomas como sensaciones de compresión o de banda apretada alrededor de las diferentes partes de su cuerpo, de opresión en el pecho, frío y entumecimiento, así como sentimientos de tristeza, aislamiento y abandono.

VII- CASO CLÍNICO

Mujer de 39 años, empresaria. Se dedica a negocios en el campo de la moda y la publicidad. Diagnosticada de artritis témporo-maxilar, que presenta:

  • Dolor calambroide en la mandíbula, en la mejilla sobre todo izquierda y en la cabeza con hormigueo. Irradia al oído y empeora de noche.
  • Zumbido en la cabeza
  • Lengua agrietada y dolorosa con sensación de que se ha quemado.
  • Dolor de oído (calambre) extendiéndose a la nariz.
  • Estado de ánimo deprimido con temblor y debilidad. Dolor en las extremidades, con cansancio y debilidad.
  • Anemia.
  • Siempre se encuentra peor en su casa. Mientras está fuera trabajando las cosas van mejor, pero se agrava al volver a casa.
  • Aunque como muy poco, se le hincha el abdomen y debe aflojarse la ropa.
  • Estreñimiento. Materia fecal escasa y dura.
  • Reglas dolorosas, abundantes, con coágulos oscuros y sangre líquida.
  • Suele encontrarse cansada.

Cuando acude a la consulta la sintomatología témporo-maxilar es aguda hasta el punto de que se ha dado de baja laboral. Dice haber tenido el mismo tipo de molestias de tarde en tarde desde muchos años atrás, aunque nunca habían alcanzado la intensidad de ahora. Anteriores ataques habían remitido con antiinflamatorios y corticoides pero después del tratamiento se sentía muy débil y nerviosa y tardaba en recuperarse.  

En esta ocasión, el desencadenante ha sido, según la enferma, “un gran disgusto”. Este disgusto se debe a un juicio que tiene pendiente por motivos laborales. El problema para ella es que, aunque le vaya bien en tal juicio, es decir, en el mejor de los casos, se verá obligada a moderar su tren de vida.

He aquí la opinión que tiene de sí misma:

“Tengo bastante gente colocada, pero todo lo tengo que hacer yo”.

“Desde pequeña llamaba la atención porque era muy guapa y además estaba especialmente dotada para los deportes”. “Sobresalía en natación y en gimnasia.” “Mi cuerpo se formó tan bien que hoy día no hago deporte pero estoy en forma”.

“En mi empresa me ocupo de todos los detalles, aunque tengo una barbaridad de gente contratada”. “En realidad todo lo tengo que hacer yo”. “Mi empresa siempre ha ido superfenomenal”. “Durante un tiempo he dado trabajo a mi padre y a mi hermana, pero al  final he tenido que prescindir de ellos porque no hacen nada bien. Es muy difícil que la gente, aunque sea de tu familia, haga bien su trabajo.”

“Tengo muy buen carácter pero sé exactamente lo que quiero. A mí no me engañan. Pero también soy sensible y cuando me decepcionan, me siento enferma y a veces del disgusto me meto en la cama.” “Me pongo muy mala con temblores y no puedo tirar de mi cuerpo”.

Cuando tenía 17 años la contrataron de modelo y desde entonces se dedicó al mundo de la moda y las relaciones públicas. “Siempre he tenido mucho éxito y he llamado la atención, podía tener a cualquier chico en el que me fijara.” Pero ella quería tener un marido “con clase” y formar una familia. Siempre se imaginaba a sí misma con marido e hijos en una casa fantástica y llena de glamour.

Y se casó:

“A los 21 años me casé con un piloto de rallies de muy buena familia. Aquello duró dos años, su familia fue la responsable de nuestra ruptura. Vivíamos en Italia y me hacían la vida imposible.” “Cuando volví a España tuve una depresión, algunas molestias en la mandíbula y calambres en el oído. Pero me recuperé muy bien y monté la empresa para triunfar y ganar dinero.”

“Ahora me siento muy fatigada y en estos dos meses últimos he tenido trastornos en la menstruación siendo muy abundante, con coágulos oscuros y muy dolorosa.”

“En cuanto me disgusto dejo de comer, me da asco, solo quiero zumos y yogurt”. Hace dieta perpetua y apenas come para conservar el tipo.

“Yo estoy muy dedicada a mi familia y al trabajo y apenas tengo tiempo para divertirme. – – Aunque para mí la diversión es mi trabajo rodeada de mis chicas”.

Interrogada sobre su sexualidad, la paciente no quiere hablar del tema: dice que no le parece oportuno, pero quiere dejar claro que es satisfactoria y que, en ese terreno, le va bien. 

Solicitamos una entrevista con el marido, que la paciente acepta con cierta reticencia. He aquí el relato del marido:

“Se va a las 7 de la mañana a la oficina y se lleva fuera todo el día. Compra bolsas de ropa que no se pone o que usa una sola vez, por lo que pienso que gran parte del tiempo la pasa en los comercios. Llega a casa a última hora cansada y siempre con algún achaque y entonces le molestan los niños. Hemos tenido un montón de chicas en casa que se van o las despide por la menor cosa. Yo creo que las trata mal, es caprichosa y mandona y llega a extenuarlas porque su nivel de exigencia no tiene límites. No soporta que la contradigan y agota a todo el mundo.”

“También en su trabajo cambia continuamente de personal. No tiene amigos salvo aquellos que la adulan y cuando hay algún compromiso no se muestra integrada en el grupo sino distante y despectiva. No tenemos vida social los dos juntos; ella desaira a todos especialmente a mis amigas o a las mujeres de mis amigos; si vamos juntos no le importa decir que se aburre y pone cara de palo todo el tiempo.”

“Cuando tenemos una discusión se transforma, parece una niña, se pone tierna, suave y me deja mensajes de amor por toda la casa.”

COMENTARIO.- El primer síntoma de su enfermedad actual se presentó después de ser rechazada por la poderosa familia de su primer marido. Su reacción (hipertrófica) ante el abandono fue montar un negocio, es decir, perpetrar por sí misma lo que no pudo conseguir a través de un hombre. Ya “situada”, vuelve a casarse, pero esta vez el marido no es rico: ella ha tomado el mando de su hipertrofia.

Durante estos años ha tenido episodios de su dolor témporo-maxilar dependiendo de circunstancias que no hemos podido aclarar. El último y peor de todos estos episodios (por el que ha consultado al homeópata) aparece en el momento en que teme que su tren de vida puede estar en peligro.

La trayectoria de la paciente está clara: estamos ante un proyecto Platina (conseguir riqueza y poder a través del sexo, casándose con un hombre rico), que cuando fracasa (humillación) la hace enfermar por primera vez; pero ella apela a su hipertrofia y retoma el proyecto en primera persona (negocios: éxito). Cuando el proyecto vuelve a estar en peligro, enferma de nuevo.

Por lo demás, los síntomas coinciden plenamente con el argumento general.

TRATAMIENTO

1ª Consulta (20/04/06): Platina 30CH.

2ª Consulta (20/05/06):han mejorado todos los síntomas de la cabeza; han desaparecido las hemorragias menstruales (esto coincide con la retirada de un DIU). Su estado general ha mejorado, aunque se nota bastante cansada y nerviosa. Platina 200CH.

3ª Consulta (20/09/06):Se ha sentido bien todo este tiempo, ha mejorado su estado de ánimo y han desaparecido los calambres. Ha estabilizado su plantilla en la empresa porque dice que está empezando a confiar un poco más. Su vida familiar también ha mejorado. Desde hace unos días nota hormigueo en la mandíbula y en la cabeza. Tiene un problema profesional. Platina 10000 K.

Desde entonces ha tomado dos veces la última medicación indicada, en circunstancias complicadas para ella, provocando en las dos ocasiones una rápida mejoría.

VIII- BIBLIOGRAFÍA

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Vijnovsky, B., Tratado de Materia Médica Homeopática, t. III, Buenos Aires, 1977.

                                                            Sevilla, a 21 de mayo de 2008


[1] Hahnemann, S., Órganon de la medicina, Sexta edición. Traduc. Jorge C. Torrent. Ed. Porrúa. México, 2002, § 3.

[2]Lo digno de curar no se concreta sino en el conjunto de síntomas que habremos de tomar en el paciente y que finalmente compararemos con el conjunto de síntomas de las patogenesias a fin de encontrar el remedio curativo” (Morales Prado, Emilio, Fundamentos de Nosología Homeopática. Lo racional en la Homeopatía Ortodoxa. Ed. Dilema. Madrid, 2004, p. 151).

[3]  “Si nos interesan por encima de todo los efectos primarios de los medicamentos, se debe al hecho de que tales efectos constituyen la acción genuina de la sustancia sobre la dynamis del paciente y son por consiguiente los síntomas que nos dicen fehacientemente del efecto curativo del medicamento” (Morales Prado, Emilio, op. cit., p. 173).

[4] Kent, J. T., Lecciones de Materia Médica Homeopática. Trad. Anselmo Hernández Jordán. Ed. B. Jain. Publishers. New Delhi, 2003, t. II, p. 278. Hering, al igual que los otros autores, coincide con Kent al señalar en Platina este carácter altivo; sin embargo parece variar el orden de presentación del síntoma atribuyendo al medicamento “afecciones por orgullo”: “Affections from pride” (Hering, Constantine, Platinum. Guiding  Symptoms of our Materia Medica. B. Jain Publishers , New Delhi, 1988,  t. VIII,  p. 455.) 

[5] Vijnovsky, B., Tratado de materia médica homeopática. Buenos Aires, 1977, t. III, p. 103. “Su hiperexcitabilidad genital se manifiesta por síntomas mentales de orden sexual” (Ibídem, p. 100.)

[6] “Orgullosa y erótica”, resume Phatak (Materia Médica de Medicinas Homeopáticas. Trad. Martha Taylor de Zorrilla. B. Jain Publishers. New Delhi, 1994,  p. 735).

[7] “Histérico, ca. (Del lat. hysterǐcus, y del gr. στερικς, relativo a la matriz). 1. adj. Propio de la histeria. 2. adj. Afectado de histeria. 3. adj. coloq. Muy nervioso o alterado. 4. adj. desus. Perteneciente o relativo al útero.” 5. m. desus. Histeria”. (DRAE, 22ª edic.). “Histérico, lat. hysterǐcus. Tomado del gr. hysterikós ‘relativo a la matriz y a sus enfermedades’, derivado de hysterá ‘matriz’, por atribuirse a este órgano la causa del histerismo”. Deriv. histerismo, 1884. (Corominas, Joan, Diccionario Etimológico de la lengua castellana. Ed. Gredos. 3ª edición, Madrid, 1983, p. 322).

[8] “Altivo, va. (De alto). 1. Orgulloso, soberbio. 2. Dicho de una cosa: Erguida, elevada.” (DRAE, 22ª edic.). “Orgulloso, sa. 1. adj. Que tiene orgullo.” (Ibídem.). “Orgullo. (Del cat. orgull). 1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.” (Ibídem.). “Soberbio, bia. (Del lat. sŭpĕrbus, infl. por soberbia). 1. adj. Que tiene soberbia o que se dejar llevar de ella.” (Ibídem.). “Soberbia. (del lat. sŭpĕrbǐa).1. f. Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. 2. f.  Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás.” (Ibídem). “Vanidad. (el lat. vanǐtas, -ātis). 1. f. Cualidad de vano. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. Caducidad de las cosas de este mundo.” (Ibídem).  “Vano, na. (del lat. vānus). 1. adj. Falto de realidad, sustancia o entidad. 2. adj. Hueco, vacío y falto de solidez. 3. adj. Dicho de un fruto de cáscara: Cuya semilla o sustancia interior está seca o podrida. 4. adj. Inútil, infructuoso o sin efecto. 5. adj. Arrogante, presuntuoso, envanecido . 6. adj. Insubsistente, poco durable o estable. 7. adj. Que no tiene fundamento, razón o prueba.” (Ibídem). Vano, 1220-50. Del lat. vānus, propiamente ‘vacío, hueco’. Deriv. Vanidad, h. 1140; vanidoso, 1739…” (Corominas, Joan, op. cit., p. 597). “Vanidad: carácter de lo que es vacío, sin valor ni realidad. Vanidoso es aquel que quiere parecer más de lo que es por sus méritos, que, para hacerse valer, no vacila en fabular (Tartarín de Tarascón) ni en simular” (Diccionario de la psicología. Ed. Plaza y Janés, 2ª edición. Barcelona, 1970, p. 334).  

[9] “Disturbed state of mind; religious, with taciturnity, haugtiness, voluptuosness and cruelty.”  (Hering, C., op. cit., p. 454) Veamos asimismo: “Las experiencias de Platinum representan la mente viciada de la mujer” (Kent, J. T., op. cit., p. 278).

[10] Ibídem.

[11] Ibídem. Unas líneas más abajo podemos leer: “Las jaquecas vienen por disgusto, temor, vejación, hemorragias y por excitación sexual” (Ibídem, p. 279).

[12] “Ill-humored for a long time, from a light vexation; he only talks when he is obliged to; extremely unkind, abrupt and quarrelsome.” (Hahnemann, S., Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their homoeopathic Cure, B. Jain Publishers, New Delhi, 1985, t. II, síntoma 14).

[13] “Mental disturbance alter fright, grief or vexation” (Hering, C., op. cit., p. 455).

[14] “Trifling things produce profound vexation” (Ibídem,  p. 453).

[15] Clarke, John Henry, Un Diccionario de Materia Médica Práctica. Trad. Martha Taylor de Zorrilla.  B. Jain Publishers. New Delhi, 1998, vol. 3, p. 1991. Asimismo, anota este autor: “Causa: Temor. Vejación. Desconsuelo. Accesos de pasión. Exceso sexual. Masturbación.” (Ibídem, p. 1987).

[16] Phatak, S. R., Op. cit., p. 734. “El orgullo herido –añade- o la excitación sexual hace que aparezcan síntomas mentales” (Ibídem, p. 735).

[17] Vejar, 1531, y quizá ya 1220-50. Tom. del lat. vexāre ‘sacudir violentamente’, ‘maltratar’. Deriv. vejación, h. 1440. Vejamen, 1739, lat. vexāmen, -inis. Vejatorio. (Corominas, Joan, op. cit., p. 599). Veamos ahora el significado de las palabras latinas a las que Corominas nos remite: vexo (vexāre es el infinitivo de verbo latino cuyo enunciado es vexo, -ās, -āre, -āvī, -ātum) 1 tr.: atormentar, perseguir, vejar, maltratar, sacudir, agitar, conmover, maltratar de palabra, injuriar, atacar. (Diccionario ilustrado latino-español, español-latino. Ed. Spes, Barcelona, 1950, p. 544). Vexātio, -ōnis f.: agitación, sacudida, conmoción, tormento, pena, sufrimiento, vejación, vejamen, persecución, malos tratos (Ibídem). Vexāmen, -inis n: ‘Conmoción’, ‘sacudida’ (Ibídem).

[18] Vejación (del lat. vexātǐo, -ōnis) y vejamen (del lat. vexāmen) se definen en su primera acepción como “acción y efecto de vejar” (DRAE, 22ª edic.).  Vejar. (Del lat. vexāre), 1. tr. Maltratar, molestar, perseguir a alguien, perjudicarle o hacerle padecer. (Ibídem).

[19] Doctor Similo. Los Ripios de la Materia Médica Homeopática, segunda edición. Editorial Mínima, Sevilla 2008.

[20] Ibídem

[21] Ibídem.

[22] Como curiosidad, anotamos que en Mosuo, China, matriarcado que aún pervive en nuestros días, hombres y mujeres cambian de pareja cuantas veces quieren con el beneplácito de toda la comunidad. Más que conseguir una pareja, lo que importa a las mujeres, es encontrar el amor, lo único que puede unirlas a un solo hombre. (Coller, Ricardo, El Reino de las Mujeres. El último matriarcado. Ed. Planeta. Madrid, 2007, pp. 46, 70 y 71).

[23] El papel secundario que le era asignado se había reducido en la mayoría de los casos a ser la compañera del hombre, “la costilla de Adán” para la cultura judeocristiana; ahí está el Génesis si no. Si bien, en pocas culturas se asignó a las féminas categoría social alguna, salvo en algunas comunidades primitivas como las míticas amazonas o las aún supervivientes de Mosuo al Suroeste de China, los Nagovisi de la isla de Bouganville al Este de Papúa Nueva Guinea, los Minangkabau que viven al Oeste de la isla de Sumatra o los Khasi en el estado de Meghalaya al Nordeste de la India (Coller, Ricardo, op. cit. pp. 21-24). Carecían de entidad propia; el ser social de la mujer no existía sin el hombre. Más que eso, su propio sustento dependía de él en la mayor parte de los casos. En este contexto sociocultural, no es de extrañar que un miedo terrorífico haga gritar a Platina pidiendo socorro, puesto que se trata de su propia supervivencia. “Pescar marido” fue el principal oficio de la mayoría de las jovencitas de tiempos menos lejanos de lo que pudiéramos suponer. Unos tiempos que querríamos ver superados, aunque es obvio que queda mucho camino por recorrer y seguramente tendremos “platinas clásicas” para rato.

[24] “La vanidad se encuentra con frecuencia asociada a la debilidad y a la inmadurez afectiva; la encontramos en el histerismo, la erotomanía, la megalomanía, etc.” (Diccionario de la psicología. Ibídem,  p. 334).  

[25] Véase la nota núm. 17.

[26] Otra etimología, esta vez la de la palabra persona, tom. dellat. persōna ‘máscara del actor’, ‘personaje teatral’, así como los derivados aportados por el autor, entre los que destacan ‘personaje’ o ‘personalidad’, nos sorprenden iluminando nuestro tema desde los orígenes mismos de la lengua (Corominas, Joan, op. cit., p. 454).

[27] Entre los derivados devano, dellat. vānus ‘vacío’, ‘hueco’, además de vanidad y otros, apunta Corominas desvanecer, lat. ēvānescere ‘desaparecer’ (Corominas, Joan, op. cit., p. 597). Nuevamente podemos comprobar aquí cómo la etimología de las palabras nos proporciona un juego muy coherente de significados.

[28] “Impulso irresistible de matar” (Boericke, Platina. Materia médica. MacRepertory, 2005). “El desorden mental en ocasiones toma la forma homicida (…) La vista de un cuchillo tenía una fascinación terrible en ella y con frecuencia se veía obligada a dejar la mesa para librarse del impulso” (Clarke, J. H., op. cit., p.1985). “Muy malhumorado y excitable con facilidad; podría haber golpeado a cualquiera sin provocación”: “Very peevish and easily excited; he could have beaten any one without provocation” (Hering, C., op. cit,p. 453).

[29] “Aversión por sus hijos; los denomina insignificantes; dice que son de poca importancia”: “Dislikes her children; calls them too little”  (Hering, C., op. cit.,p. 453).

[30] “Impulsos homicidas, incluso hacia su propio hijo”: “Impulsions homicidas, même envers son propre enfant” (Duprat, Henry, Traité de matière médicale homéopathique. J. B. Ballière et fils. París, 1948, t. III, p. 91). “Deseo de asesinar a su hijo, a la vista de un instrumento puntiagudo deseo de herir”: “Désir d’assassiner son fils, à la vue d’un instrument pointu désir de guerir” (Gallavardin, Pathogénésies psychiques des substances médicamenteuses). “Hay bruscos impulsos o deseos de matar a su propio hijo” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 100). 

[31] “Ella se vuelve arrogante y altiva; una de las características más fuertes de esta droga es la soberbia y la propia estimación” (Kent, J., loc. cit.). “Se siente alta y majestuosa” (Phatak, S. R., op. cit., p. 735). “Orgullo, soberbia, altivez, demasiado alta opinión de sí misma, con desprecio por todo el resto, aun por las cosas más sagradas y las más amadas”: “Orgueil, fierté, trop haute opinión de lui-même, avec mépris par tout le reste, même les choses les plus sacrées et les plus aimées” (Gallavardin, op. cit.). “En el terreno delirante ya, ve todos los objetos más pequeños de lo que son realmente, ve a todas las personas física y mentalmente inferiores a ella, y se siente físicamente más grande y superior a todos los demás” (Vijnovsky, B, op. cit., p. 99).

[32] “Ninfomanía, que puede aparecer aun durante el período de puerperio” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1989). “Hay una verdadera ninfomanía, especialmente durante la menstruación, en el puerperio o por menstruación suprimida. Lascivia” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 100). “Hay un intenso eretismo sexual en la mujer; los deseos sexuales están aumentados o llegan a ser violentos, insaciables, sobre todo durante la menstruación, en el puerperio, en el embarazo y aún durante las metrorragias; su intensidad llega a producirle orgasmos involuntarios fuera del coito y, a menudo, la impulsa a masturbarse; frecuentemente en vírgenes; ninfomanía” (Ibídem,  p. 103).

[33] “Malhumorado durante mucho tiempo por la más leve vejación”: “Ill-humored for a long time, from a light vexation (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, loc. cit.). “Los ataques son provocados por contrariedad o cólera (…) Todo lo que contraría su orgullo puede provocar un ataque” (Lathoud, Materia médica homeopática. Albatros, Buenos Aires, 2000, p. 676.). “Se siente profundamente vejado por cosas sin importancia”: “Trifling things produce profound vexation” (Hering, C., loc. cit.).

[34] “Alternancia entre les trastornos físicos y los trastornos mentales”: “Alternance: entre les troubles physiques et les troubles mentaux” (Duprat, Henry, op. cit., p. 91). “Mientras está alegre mentalmente el cuerpo sufre y viceversa, cuando está afectado mentalmente, se siente bien físicamente”: “While the mind is cheerful, the body sufres, and viceversa when the mind is affected, the body feels well” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 30).

[35] “Los síntomas usuales mentales se entremezclan con temblor, excitación sexual y adormecimiento de varias partes del cuerpo y miembros” (Kent, J. T., op. cit., p. 279).

[36] “Gran irascibilidad, irritabilidad y arrebato a propósito de la menor bagatela y algunas veces incluso está a punto de pegar a sus amigos”: “Grande irascibilité, irritabilité et emportement même au sujet de la moindre bagatelle et quelquefois même au point de battre ses amis” (Gallavardin, op. cit). “Humor histérico con gran abatimiento e irritación del sistema vascular”: “Humeur hystérique avec grand abattement et irritation du système vasculaire” (Ibídem). “Repetidos accesos de llantos con lágrimas pegajosas”: “Repeated cryng spells, with stickys tears” (Allen, T. F., Enciclopedia of pure materia medica. Ed. B. Jain. New Delhi, 1982, t. VII, p, 575). “Humor lacrimógeno y sombrío, especialmente al anochecer”: “Lachrymose gloomy mood; especially in the evening” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 20). “Muy inclinado al llanto y malhumorado; a menudo tiene que llorar involuntariamente; esto la alivia”: “Very much inclined to weep, and peevish; she has often to weep involuntary; this relieves her.” (Ibídem, síntoma 22). “Está de malas con todo el mundo”: “At odds with all the World” (Ibídem, síntoma 15). “Muy enojada e irritada por cuestiones y palabras inocuas; hasta tal punto que hubiera deseado golpearse a sí misma y a sus amigos”: “Very cross and irritated at harmless matters and words; so that she at times would have liked to have beaten herself and friends”  (Ibídem, síntoma 33). “Grita socorro fuertemente”: “Il crie au secours”  (Gallavardin, op. cit.). “Grita por ayuda” (Phatak, S. R., op. cit., p. 735).

[37] “Sensación como si todo a su alrededor fuera muy pequeño y todas las personas muy por debajo de ella, mientras que ella parecía grande y de espíritu elevado”: “Sensation comme si tout autour d’il était très petit et toutes les personnes bien au-dessous d’elle, tandis qu’elle semblait grande et d’esprit élevé” (Gallavardin,  op. cit.). “Egoísta, orgullosa, altiva, arrogante, altanera, toda llena de un sentimiento exagerado de su propio valor, mira a los demás desde arriba. Todo le parece inferior a ella, moral y físicamente” (Lathoud, Ibídem, p. 677). “Censura a todos, a todo le encuentra defectos” (Vijnovsky, B., op. cit.,p. 100).

[38] ”Se siente como si no perteneciera para nada a su familia…”: “She feels as if she did not at all belong to her family… (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 41).  “Le parece que es extraño a su familia…”: “On lui semble qu’il est étrange pour sa famille”  (Gallavardin, op. cit.). “Cree que no pertenece a su propia familia” (Phatak, S. R., op. cit., p. 735). “Se imagina que no pertenece a su propia familia” (Vijnovsky, B., op. cit., pp. 99 y 100).

[39] “Imagina tener origen aristocrático, que padres y amigos tienen origen humilde y los desprecia” (Lathoud, op. cit., pp.  675 y 676). “Se imagina que ella ha nacido de una alta familia y que sus amigos y parientes son de inferior origen y se cree superior” (Kent, J. T., op, cit., p. 278).

[40] “Ven los objetos más pequeños de lo que son”: “ils voient les objets plus petits qu’ils ne sont” (Duprat, H., op. cit., p. 90). “Todo es demasiado estrecho para ella…”: “everything is too close for her…” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 15). “Ilusión de la imaginación: al entrar en la habitación después de caminar durante una hora, todo lo que está a su alrededor le parece muy pequeño, y todas las personas  física y mentalmente inferiores a ella, y ella físicamente grande y superior…”: “Illusion of the imagination; on entering the room after walking for an hour, everything around her seemed very small and all persons physically and bodily inferior to her, but she herself great and lofty in body” (Ibídem, síntoma 35). “Una cosa extraña de este remedio es que estas imaginaciones se extienden al cuerpo. Ella cree que su cuerpo es ancho y que los cuerpos de los demás son más pequeños que el suyo” (Kent, J. T., op. cit., p. 278). “Y, cosa extraña, tal ilusión se extenderá a su cuerpo: lo imagina muy grande y el de los demás muy pequeño en comparación” (Lathoud, op. cit., p. 676).

[41] Recordemos a la madrastra de Blancanieves preguntando a su espejito mágico si ella era la más hermosa. “Espejo. (…) Se ha dicho que es un símbolo de la imaginación –o de la conciencia- como capacitada para reproducir los reflejos del mundo visible en su realidad formal. Se ha relacionado el espejo con el pensamiento, en cuanto éste –según Scheler y otros filósofos- es el órgano de autocontemplación y reflejo del universo” (Cirlot, J. E., Diccionario de símbolos. Ed. Sirulea, 9ª  edic. Madrid, 2005, p. 205).

[42] “Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato (…). Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”, palabras que Valle-Inclán pone en boca de su antihéroe Max Estrella para explicar su nueva estética crítica con la realidad de su tiempo (Valle-Inclán, Ramón del, Luces de bohemia. Esperpento. Ed. Espasa Calpe. Col. Austral, 5ª edición. Madrid, 1974, p. 106). “La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas”, continúa el trágico personaje (Ibídem). Si, en una visita a la capital del reino, subimos por la calle de Atocha desde la esquina de la de San Sebastián, encontraremos a mano derecha la calle Alvarez Gato, antes callejón del Gato, en donde se podían ver los dos espejos de cuerpo entero, uno cóncavo y otro convexo, que inspiraron a Valle-Inclán la creación del esperpento. Ya no existen los espejos, pero la referencia literaria nos coloca frente al símbolo perfecto de la imaginación de Platina, que, sujeta a la nueva “matemática” de su enfermedad, deforma el mundo que le rodea poblándolo de pequeños seres grotescos y despreciables. Y volviendo a la materia médica: ”Desdén y desprecio por las personas más respetables”: “Dédain et mépris pour les personnes  les plus respectables” (Gallavardin, op. cit.). “Sujetos orgullosos, altivos, arrogantes y despectivos; poseídos de su superioridad y de desdén por los demás, incluso por las personas y las cosas venerables”: ”sujets orgueilleux, hautains, arrogants et méprisants; pleins de leur supériorité et dédain pour les autres, même pour les gens et les choses venerables” (Duprat, Henry, op. cit., p. 89).

[43] Cfr., entre otros,  Gallavardin, op. cit. o Clarke, op. cit., pp. 1985, 1986 y 1991.

[44] “Deseos sexuales exacerbados en jóvenes vírgenes; ninfomanía durante el puerperio y después de la supresión de las reglas”: “Désirs sexuels surexcités chez les jeunes filles vierges; nymphomanie dans l’état puerperal et après la suppressión des regles” (Duprat, Henry, op. cit., pp. 92 y 96). “Depresión mental por onanismo”: “Mental depresión from onanism” (Hering, op. cit., p. 455). Cfr. asimismo: Lathoud, op. cit., p. 679; Clarke, J. H., op. cit., p. 1985.

[45] “Il crie au secours”  (Gallavardin, loc. cit.). 

[46] “Temor, en ausencia de su esposo, de que nunca regresara, de que muriera o la abandonara. Ella lloraba todo el tiempo que él permanecía fuera” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1985). “Tiene miedo de que le suceda cualquier cosa, que su marido ausente no regrese nunca, aunque tenga costumbre de regresar regularmente” (Lathoud, op. cit., p. 676). “Piensa que su marido jamás regresará; que algo le pasará” (Phatak, S. R., op. cit., p. 735). “Miedo de que algo le pase a su esposo y no vuelva más, aunque lo hace regularmente” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 100). Sin embargo, leemos en Hahnemann a propósito de su indiferencia y frialdad: “Indiferencia, no se sentía interesado por el hecho de que su esposa ausente muriera o no”: Indiference, he felt unconcerned as to whether his absent wife wouldld die or not.” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 40). 

[47] “Se imagina abandonada y que está sola en el mundo”: “She imagines herself deserted and standing alone in the world” (Ibídem, síntoma 2). “Huraña y triste, se sienta solitaria, sin hablar y no puede evitar el sueño; luego llanto inconsolable, especialmente cuando se dirigen a ella”: “Sad and sullen, he sits solitary, without speaking and she cannot ward of sleep; then incosolable weeping, specially when she is addressd.” (Ibídem, síntoma 17). “Sentimiento de soledad, desolación” (Phatak, S. R., op. cit., p. 735).  “Sujetos deprimidos, melancólicos con indiferencia total, llantos inconsolables; deseando el silencio y el aislamiento en que se sienten abandonados de todos y de todo”: “Sujets déprimés, mélancoliques avec indiférence totale, larmes inconsolables; désirant le silence et l’isolement où ils se sentent abandonnés de tous et de tout” (Duprat, Henry, op. cit., p. 90).

[48] ”Indiferente, frío, abstraído, en compañía de amigos, al aire libre, solamente contesta cuando tiene que hacerlo…”: “Indiferent, cold, abstracted in company of friends; she only answer when she has to…” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, síntoma 39). “Desalentado, triste, taciturno”: “Dejected, tacitturn, sad” (Ibídem, síntoma 1). “Gran distracción y olvido fácil, no oye lo que se le dice”: “Grande distraction et oubli facile, elle n’entend pas ce qu’on lui dit”  (Gallavardin, op. cit).

[49] “Hipersensibilidad de la región genital en la mujer al tocarla, al menor contacto de la ropa, en el coito, en la exploración médica hasta provocarle espasmos o pérdida de conocimiento”: “Hypersensibilité des régions génitales chez la femme au toucher, au moindre contact des vêtements, au coït, à l’examen médical jusqu’à la provocation de spasmes ou la perte de connaissance” (Duprat, Henry, op. cit., pp. 92 y 96). Véanse también Vijnovsky, B., op. cit., p. 103; Clarke, op. cit., p. 1985; Lathoud, op. cit., p. 679.

[50] “Descontento de la existencia”: “dégoûté de l’existence” (Duprat, H., op. cit., p. 95).

[51] “Miedo con temblor de manos y pies y confusión de ideas como si todas las personas que se acercaran fueran demonios” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1987). “Ilusiones y alucinaciones; todo parece extraño y horrible; el mundo le perece demasiado estrecho; las personas son tomadas por demonios”: “Illusions e hallucinations: tout paraît étrange et horrible; le monde parâit trop étroit; les gens sont pris pour des démons” (Duprat, Henry, op. cit., p. 91). “Miedo con temblor de las manos y de los pies y con ilusión como si todos los asistentes fueran diablitos”: “Peur avec frémissement des mains et des pieds avec l’ilusion comme si tous les asistants seraient petits diables”  (Gallavardin, op. cit.).  “Alucinaciones: que todas las personas son diablos; que ve diablos; que todo parece horrible o extraño; que conversa con fantasmas” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 101).

[52] “Enloquece; se vuelve una pervertida sexual y pronuncia palabras obscenas y tiembla” (Kent, J. T., loc.cit.)    “Actúa y habla en forma obscena. Impudicia. Insania erótica” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 100).

[53] “Deseo sexual pervertido” (Phatak, S. R., op. cit., p. 736). “Fue uno de los remedios  de Gallavardin para el impulso a la pederastia y sodomía” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1985). “Homosexualidad, tanto en el hombre como en la mujer (es el medicamento más destacado en el Repertorio)” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 100). Hoy en día, la homosexualidad tiende a ser considerada como una opción sexual equiparable a la heterosexualidad y no como una enfermedad o perversión. Esto pone sobre la mesa la vieja e interesante cuestión de cómo la cultura determina el criterio de enfermedad. Sea como fuere, el sentido del síntoma parece incluir la idea (tal vez contrastada clínicamente por Gallavardin y otros) de que un deseo sexual excesivo, y tal que no puede ser saciado, podría pervertirse (cambiar, invertir su objeto) en busca de una satisfacción que no logra.

[54] “Catalepsie pendant les règles”: “catalepsia durante las reglas” (Duprat, Henry, op. cit., p. 91). Véase, entre otros, Clarke, J. H., op. cit., p. 1986.

[55] Cfr., p. e., Lathoud, op. cit., p. 678 y ss. ; Vijnovsky, B., op. cit., p. 101 y ss.; Clarke, J. H., op. cit., pp. 1985 y ss.; Phatak, S. R., op. cit., pp. 734 y 736.

[56] “Impulso de matar a su propio hijo; a su esposo (al ver un cuchillo) quien secretamente le disgusta, o a quien ama apasionadamente” (Phatak, S. R., op. cit., pp. 735). Cfr., entre otros, (Clarke, J. H., op. cit., p. 1985).

[57] “Eretismo sexual femenino; ninfomanía; vaginismo; prurito vulvar; dismenorrea; menorragia y metrorragia, amenorrea des las emigrantes: metritis; cólicos uterinos; metritis hipertrófica; prolapso uterino; fibromas y pólipos del útero; ovaralgia y ovaritis; quistes del ovario; leucorrea; esterilidad; convulsiones puerperales”: “Eréthisme sexuel féminin; nymphomanie; vaginisme; prurit vulvaire; dysménorrhée; ménorrhagie et métrorragie; aménorrhée des émigrantes; métrite; coliques utérines; métrite hypertrophique; prolapsus utérin; fibromes et polypes de l’utérus; ovaralgie et ovarite; kystes de l’ovaire; leucorrhée; stérilité; convulsions puerpérales” (Duprat, Henry, op. cit., pp. 93 y 94). 

[58] Esterilidad. Trastornos del embarazo, con tendencia al aborto; trastornos del parto cuyas contracciones se interrumpen durante los dolores por la extrema sensibilidad en el canal. (Cfr. p. e. Clarke, J. H., op. cit., pp. 1989 y 1990; Kent, J. T., op. cit., pp. 281 y 282; Lathoud, op. cit., p. 680; Phatak, S. R., op. cit., pp. 736 y 737; Vijnovsky, B., op. cit., pp. 103 y 104; etc.).

[59]Platinum es un remedio hemorrágico” (Kent. J. T., op. cit., p. 279). Cfr., asimismo, Clarke, J. H., op. cit., p. 1989Lathoud. op. cit., pp. 676, 679 y 680.

[60] Cfr., p. e., Clarke, J. H., op. cit., p. 1989; Kent, J. T., op. cit., pp. 279 y 281; Lathoud. op. cit., pp. 676 y 680; Phatak, S. R., op. cit., pp. 734 ; Vijnovsky, B., op. cit., p. 104.

[61] “Heces duras como si estuviesen quemadas” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1989). “Materia dura, como quemada” (Lathoud. op. cit., pp. 679). “Evacuaciones duras, negras” (Phatak, S. R., op. cit., pp. 736). Es característico en Platina el estreñimiento del viajero: “Estreñimiento: después de un envenenamiento por plomo o mientras viaja; en ocasiones muy obstinado” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1989); “Estreñimiento en los que viajan” (Kent, J. T., op. cit., p. 280). “Estreñimiento de viajeros, emigrantes, etc.” (Lathoud. op. cit., p. 679); “Estreñimiento; de los turistas; del embarazo” (Phatak, S. R., op. cit., p. 736); “Estreñimiento más marcado cuando viaja, o en emigrantes, o por intoxicación con plomo…” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 103).

[62] Vijnovsky, B., op. cit., p. 102.

[63] Véase, para el significado de vanidad, la nota núm. 8.

[64] Cfr. El gazpacho antropológico-nosográfico: la psora y las categorías morbosas, en Fundamentos de Nosología Homeopática,  pp. 217 -236.

[65] Véase el significado que nos proporciona el DRAE  para la palabra “orgullo” (nota núm. 8).

[66]Vanidoso es aquel que quiere parecer más de lo que es por sus méritos, que, para hacerse valer, no vacila en fabular (Tartarín de Tarascón)” (Diccionario de la psicología. p. 334).  

[67] “Escudo. Como armadura, de que forma parte en cierto modo, y como el manto: protección. (…) no se concibe fuera del contexto combativo. Es interesante anotar que, en relación con la idea de Paracelso (relación inconsciente y apriorística) de que lo semejante se cura con lo semejante, los escudos de San Miguel suelen tener forma membranosa, similar a las alas del demonio. A la vez que escuda y tapa, el escudo exhibe; por esto ya desde la Antigüedad fue el lugar donde el guerrero disponía el emblema que juzgaba serle característico y que, entre los siglos XI y XIII, se convirtió en blasón heráldico, hereditario.” (Cirlot, J. E., op. cit., p. 194).

[68] “La vanidad vejada es ya, a partir de la acusación que engendra, vanidad triunfante” (Solotareff, Jeanine, La aventura interior. Trad. Matilde Rubín Córdoba y Emilio Morales Prado. Editorial Mínima. Sevilla, 2007, p. 225).

[69] Por citar algunos de ellos: “El paciente (generalmente una mujer) mira hacia abajo todo y a todos” (Clarke, J. H., op. cit., p. 1985); “El eretismo sexual en la mujer es uno de los más característicos rasgos de Platinum” (Kent, J. T., op. cit., p. 281); “El sitio de máxima acción de Platina es en los genitales femeninos” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 103).

[70] “En el hombre hay un gran eretismo sexual que le impele a vicios secretos” (Kent, J. T., op. cit., p. 281). “Gran aumento del deseo sexual, con erecciones violentas y frecuentes, peor por la noche; con sueños eróticos. Hormigueo o prurito voluptuoso en los genitales masculinos; en el pene” (Vijnovsky, B., op. cit., p. 103).

[71] “Se encuentra lo mismo en el hombre que en la mujer extremo eretismo sexual” (Kent, J. T., op. cit., p. 281). O, por ejemplo, “coito de muy corta duración, pero con poco placer”, que, en referencia a la sintomatología sexual masculina, anota Clarke (op. cit., pp.  1989), autor que ya nos había informado de la imposibilidad del acto en la mujer dada la extrema sensibilidad de sus genitales externos (op. cit., p.1985).

[72] “Indiference, he felt unconcerned as to whether his absent wife wouldld die or not.” (Platina. De Chronic Disease their Peculiar Nature and their Homoeopathic Cure, loc. cit.).

[73] Inversión ya existente hoy en sociedades matriarcales que, según se da cuenta en la nota núm. 23, perviven en algunos puntos del planeta. Cuando menos, resulta curioso que entre los Khasi, que habitan en el nordeste de la India, en el estado de Meghalaya, exista un movimiento de emancipación masculina: Synkhong Rympei Thymmai, La Sociedad del Nuevo Corazón. Sus más de mil miembros, recordando la humillación a la que sus madres sometían a sus padres, se han unido para reivindicar los derechos del varón. Están dirigidos por universitarios y apoyados por la Iglesia Católica, que se muestra muy interesada en captar fieles entre los que se oponen a la supremacía femenina. “Es muy difícil para el cristianismo, una religión de Dios padre, penetrar en una cultura matrilineal. Nadie va a volverse temeroso del Señor si en casa manda una señora” (Coller, Ricardo, op. cit., p. 23).  

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CON MOTIVO DE LA NAVIDAD

Un año más. Lleno de oscuridad y pesadillas. Mi mayor alegría consiste en comprobar que, poco a poco, hay gente que despierta, que despertamos. Y si bien es cierto que el hecho de despertar es gozoso, no lo es menos que la realidad que percibimos en ese acto no se compadece con tal gozo. Vivimos tiempos sombríos en los que todo lo que concebíamos como perteneciente a la prístina naturaleza del hombre o a su sagrada misión en este mundo ha desaparecido o está en camino de hacerlo.

Los valores que hasta hace no mucho latían como una realidad o como un proyecto en el corazón de muchos seres humanos no eran un invento ni una componenda, sino la manifestación del espíritu latente en cada individuo.

El honor, la lealtad, la compasión, el amor y todo el abanico de valores con los el que el bien se mostraba ante nosotros, se han desvanecido o se han vuelto sospechosos.

Despertar resulta incómodo y comprendo a aquellos que se resisten a hacerlo. Algunos consideran tal vez que es más seguro permanecer aletargados, no enterarse de lo que ocurre. Pero lo cierto es que la oscuridad se combate con la luz. Y el despertar es precisamente un paso hacia la luz. Los dormidos, los aletargados, permanecen en la zona de peligro.

En medio de tanta tiniebla, se percibe con más nitidez el brillo de las almas despiertas, las más luminosas de entre las cuales están guiando a los demás, nos inspiran compartiendo sus experiencias y conocimientos, nos exhortan a buscar la luz.

En esta situación se aproxima la Navidad, las fechas en las que celebramos el nacimiento de Jesús de Nazaret, que realizó en sí mismo lo humano y lo divino, el profeta del amor incondicional, de la compasión y el desapego.

Pero la Navidad hace décadas que perdió su espíritu original de acción de gracias, de alegría redentora, de perdón, para convertirse, poco a poco en una fiesta irreconocible. No gastaré ni un adjetivo en calificarla, pues todos podéis verlo. Hace ya muchos años, y más en los tres últimos, que la Navidad pasa por nuestras vidas sin apenas dejar huella, todo lo más, alguna que otra resaca.

Ahora bien, incluso una resaca puede ser la ocasión para despertar. Cualquier experiencia, positiva o negativa puede ser la que nos catapulte hacia la luz. Y más en estas fechas. El día 21 de Diciembre es el solsticio de invierno, es decir, el día más corto, la noche más larga de todo el año. A partir de ese momento, las horas de sol irán aumentando cada día. Si nos atenemos a una mera reflexión analógica, o si queréis simbólica, es el mejor momento para comenzar a despertar.

Menuda Navidad sería esta si los despiertos del planeta se multiplicasen por cien. O por mil. Eso sí que sería una fiesta. Si todos avanzásemos, siquiera fuese un milímetro, hacia esa luz que tan perfectamente se corresponde con nuestro destino como seres espirituales, dejando atrás, al menos en parte, el sufrimiento innecesario, el miedo innecesario, la oscuridad innecesaria.

Permitidme citar aquí a Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía, que en su obra Esculapio en la balanza, escribe: “¿Cómo calcular el número de enfermedades y de dolores bajo cuyo peso los mortales se doblegan y se arrastran penosamente hacia el término de su existencia, y que no les perdonan ni aún en medio de los inciensos de la gloria ni de los goces del lujo? Sin embargo, ¡oh hombre, cuán noble es tu origen, cuán grande tu misión y cuán elevado el objeto de tu existencia! ¿No estás destinado acaso a aproximarte por medio de sensaciones que aseguren tu felicidad, de acciones que ensalcen tu dignidad y de conocimientos que abarquen el Universo, al Gran Espíritu que adoran los habitantes de todos los sistemas solares?”

Queridos amigos: que ese Espíritu os sea propicio y os permita acceder a toda la alegría que encierran vuestros corazones. ¡Feliz Navidad!

21 DE DICIEMBRE DE 2022

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Cantando las cuarenta: Argumentos clínicos perennes, diez años después.

Hacia una evidencia basada en la medicina

Autor: Marino Rodrigo. Médico.

Tonto el médico que desprecia el conocimiento adquirido por los antiguos“. Hipócrates

  1. A lo largo de la vida de cada persona, situaciones y vivencias de todo tipo van configurando patrones individuales de sensibilidad, susceptibilidad y reactividad que condicionarán, a su vez, la presentación de las alteraciones de la salud: desde las disfunciones pasajeras del bienestar hasta las enfermedades agudas y crónicas.
  2. En el método reduccionista, propio de la medicina llamada convencional, se aborda la enfermedad desde una perspectiva tanto analítica sobre órgano o función, como estática y estandarizada, según diagnósticos de referencia y perfiles poblacionales.
  3. Métodos no convencionales de perfil holístico la abordan desde un enfoque sintético y dinámico, y tienen en cuenta el contexto y devenir de cada proceso, las peculiaridades de cada persona y el factor tiempo unificando ambos.
  4. El síntoma, en su significado más amplio, puede ser expresión de mecanismos saludables de defensa, adaptación o superación en plena actividad. Indicador, por tanto, de significado, propósito y eficacia.
  5. Un estado de supresión (cese o atenuación de síntomas sin curación de la anomalía que expresan), ya sea espontáneo o terapéutico, puede modificar susceptibilidad y reactividad previas de la persona, con la consiguiente variación de la expresividad clínica, gravedad y pronóstico de ulteriores afecciones.
  6. Tanto en enfermedades agudas como crónicas, la capacidad del organismo de mantener localizado el proceso parece una buena estrategia global.
  7. En sentido inverso, efectos distantes o sistémicos pueden darse a partir de lesiones, estímulos o intervenciones locales.
  8. El organismo reacciona como una totalidad frente a un estímulo al que es susceptible, aun cuando el proceso quede localizado, se exprese en una parte distante y distinta de donde actuó aquel o se presente en forma extendida.
  9. Así, la enfermedad de órgano o aparato más o menos localizada deviene sistémica en la medida en que nuevas luces permiten ampliar encuadre. En consecuencia, los objetivos terapéuticos devienen también sistémicos.
  10. Desde el punto de vista reduccionista, por ejemplo, parece incuestionable erradicar microorganismos asociados a determinadas enfermedades. Sin embargo, en ocasiones la interacción microorganismo-huésped reporta efectos potencialmente beneficiosos.
  11. Desde un enfoque ampliado, la mera presencia de un microorganismo, sin considerar contextos o interacciones no siempre justificaría su erradicación como objetivo terapéutico.
  12. Demasiadas observaciones recogidas en la literatura médica no convencional nos recuerdan la importancia de contextualizar el síntoma y considerar su posible función positiva.
  13. Tiritona febril, fiebre, dolor, hipertensión arterial, convulsiones, acidosis, hipercapnia, bradicardia, etc. dejan de tener una interpretación unívoca cuando los síntomas, como expresión de procesos de reacción, no están suprimidos y se puede observar (sin riesgo clínico) su evolución potencialmente resolutiva o adaptativa.
  14. La literatura médica convencional recoge también observaciones clínicas e hipótesis positivas similares a las de modelos holísticos. Al respecto, es particularmente relevante la referida a la regresión espontánea en cáncer.
  15. La supresión sistemática de síntomas, sin valorar el posible beneficio de estos para el paciente o su proceso, no siempre es lo más adecuado.
  16. Modificar el terreno mediante la aplicación sistemática de tratamientos supresivos o de agentes de supuesta acción preventiva sin tener en cuenta el posible impacto en la salud futura global de la persona, sería revisable.
  17. Una adecuada respuesta terapéutica puede incluir una agravación.
  18. El empeoramiento de síntomas, ya sea espontáneamente o bajo cualquier tratamiento, sería mejor valorado si consideramos tanto la afección de la que dependen como el estado del paciente y su capacidad de manejar la situación con el menor intervencionismo posible.
  19. Se perfilan campos de colaboración en territorios frontera, que precisarían recursos y esfuerzos conjuntos en investigación y en terapéutica.
  20. Un primer paso podría ser la recopilación, análisis y puesta en común de casuística referida a estas áreas de confluencia.
  21. Me he referido a cuatro de ellas, destacando en particular la importancia de contextualizar: a) las alteraciones locales en las sistémicas; b) el microorganismo en su huésped; c) el síntoma en la globalidad del proceso reactivo, y d) el aparente empeoramiento de síntomas en la evolución global del paciente.
  22. De nuevo, la interacción microorganismo-huésped puede tener interpretaciones distintas y conllevar actuaciones diferentes según la persona en la que se produce.
  23. Lo mismo cabe decir de los procesos que conocemos como patología, en general, que pueden traducir declinación (precisando intervención, a menudo supresiva) o resolución, adaptación, compensación o reparación (precisando apoyo y fortalecimiento).
  24. La mejor aplicación de la ciencia y arte médicos debería suprimir, limitar o paliar los primeros, cuando la valoración riesgo/beneficio es desfavorable al paciente, y facilitar los segundos cuando no lo es.
  25. Así, el paciente puede evolucionar a un nuevo equilibrio dinámico, preservando y fortaleciendo la operatividad de sus propios recursos.
  26. En este escenario, el intervencionismo sanitario se reduce. La actitud expectante se impone cuando cabe considerar los síntomas (repito, en ausencia de peligro) como expresión de procesos reactivos.
  27. Los tratamientos no supresivos propuestos por métodos no convencionales adquieren nuevas justificaciones y oportunidades cuando de lo que se trata es de apoyar dichos procesos.
  28. Las dinámicas de los sistemas adaptativos complejos, como es el organismo humano, nos muestran que el todo es diferente de la simple adición de sus partes.
  29. En la continuidad dinámica que son los procesos de salud, enfermedad y curación el organismo, desplegando sus potencialidades reactivas, parece buscar a menudo la mejor solución global.
  30. Con todo, los excesos de ambos enfoques, el analítico-reduccionista y el sintético-global, pueden llevar a posiciones igualmente prescindibles.
  31. El exquisito conocimiento del esquivo gen puede resultar poco relevante en la comprensión de los problemas de salud de una persona, menos aún quizás con los descubrimientos de la epigenética.
  32. Los cantos de sirena de modelos “holísticos”, basados en ocurrencias de vuelo libre no asentadas en base racional ni empírica, llevan a ámbitos orbitales con escaso, si alguno, interés para el médico práctico, para no hablar del paciente.
  33. En términos operativos, el enfoque global debe fundamentarse en el mejor conocimiento de estructuras, funciones y procesos, y el reduccionista debe aspirar a interpretar y abordar la parte desde el conjunto.
  34. Esta complementación de métodos ayudaría a determinar en cada paciente el encuadre adecuado en cada momento: síntomas como objetivo inmediato a suprimir o como indicadores de procesos de curación en plena actividad.
  35. La eventualidad de trabajar conjuntamente desde enfoques en ocasiones tan distintos y distantes no pinta mal, pero ¿dónde empezar?
  36. El estudio de la individualidad y la globalidad de los procesos en cada persona, de la expresión clínica de los diferentes patrones de susceptibilidad y reactividad, así como la forma en que estos se modifican y evolucionan en el tiempo, sigue desarrollándose empíricamente en algunos de los métodos considerados no convencionales.
  37. Observaciones clínicas al respecto, registradas, compartidas y publicadas con rigor impecable, y extraídas de todo ámbito asistencial, darían lugar a argumentos e ideas que generarían teorías explicativas y propuestas de actuación.
  38. A partir de ahí, la formulación de hipótesis y su sometimiento a la experimentación, siguiendo métodos ya existentes, ya empleados y, no obstante, mejorables.
  39. En este proceso se requiere la colaboración, tanto de expertos en metodologías científicas (pero ciencia al servicio de la Medicina, no al revés) como de no menos expertos en clínica real (no solo “poblacional”), es decir, asistencial.
  40. Un objetivo muy concreto: abordar cada problema de salud en cada paciente desde SU propia forma de enfermar, facilitando sus propios recursos movilizados y disponibles. Es decir, individualizar: el reto permanente en Medicina.

__________

*M Rodrigo. El foco, la ventana, la luna y su reflejo: luz y encuadre en Medicina. Rev Med Homeopat. 2012;5(3):143-148.

https://www.elsevier.es/es-revista-revista-medica-homeopatia-287-pdf-X1888852612811481
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Los métodos curativos

Le debemos a Hahnemann[1] una clasificación de los distintos métodos curativos atendiendo al principio que sostiene cada método. Así, llama homeopatía al método que se atiene al principio de semejanza entre el remedio y la enfermedad (homoios: semejante y pathos: enfermedad); enantiopatía o antipatía es el método que responde al principio de los contrarios, es decir, trata las enfermedades con remedios cuyo efecto sobre el organismo es contrario (enantios o anti: contrario y pathos: enfermedad). De tal manera, por poner un ejemplo muy básico, en un caso de fiebre, abrigar y calentar al sujeto (como hacían antes todas las abuelas) sería homeopático, mientras que enfriarlo destapándolo o incluso metiéndolo en una bañera con agua a menor temperatura que el cuerpo del febricitante (como han venido recomendando en las últimas décadas muchos pediatras) sería enantiopatía. En el primer caso, el remedio actúa en el mismo sentido que la enfermedad, es decir, calentando y así se ayuda al organismo a alcanzar la temperatura necesaria para combatir su enfermedad, su pathos, remitiendo entonces la fiebre de manera espontánea. El enantiópata, por el contrario, piensa que la fiebre es el hecho a combatir y enfría al paciente para llevarlo a una temperatura normal. Son dos métodos opuestos que responden a un principio, cada uno el suyo. Más tarde hablaremos de la alopatía.

Hahnemann también definió el método isopático, que consiste en tratar una enfermedad, no con remedios que produzcan síntomas semejantes, sino con un remedio idéntico (iso) a dicha enfermedad, tan idéntico, que consiste en un producto obtenido de la propia enfermedad, un nosode. Así, tratar la tuberculosis con tuberculinum o el sarampión con morbillinum, sería isopatía o isoterapia. Sin embargo, si los nosodes se emplean para tratar cualquier estado morboso según la similitud de los síntomas de tal estado con los de la patogenesia del nosode en cuestión, dicho tratamiento será homeopático. Las modernas vacunas (modernas hasta que, hace poco, Moderna y otros inventaron lo que inventaron) producidas a partir de los propios gérmenes supuestamente implicados en las enfermedades, también son tratamientos isopáticos. Asimismo, son tratamientos isopáticos las llamadas vacunas contra la alergia, elaboradas con la (o las) sustancia antigénica que se estima desencadenantes de los episodios. En cuanto a la vacuna de la viruela, Hahnemann la consideraba homeopática porque no estaba fabricada con gérmenes de la propia viruela, sino con los de una enfermedad semejante, la vacuna, un padecimiento de las vacas que producía un exantema semejante al de la viruela. Dejaremos aquí el tema de la isoterapia vacunal y sus implicaciones (teoría del contagio, sistema inmune, teoría del terreno, intereses de la industria, posibles fraudes, etc.), porque abordarlo sería inagotable y, al menos yo, carezco de respuestas solventes a todos los enigmas que el asunto suscita.

La definición hahnemanniana de alopatía es la de un método sin método: de alós (diferente) y pathos (enfermedad). Así pues, el alópata utiliza, para tratar las enfermedades, remedios que, en sus respectivas manifestaciones dinámicas, pueden ser contrarios, semejantes o idénticos a la enfermedad, y lo hace indistintamente, respondiendo, no a un método, no a un principio, sino a cualquiera de ellos, según la “moda” o el protocolo dominante. Eso explica que la escuela alopática cambie sus criterios constantemente y que lo que ayer se consideraba terapéuticamente útil, hoy caiga en el olvido. Así pues, la alopatía es la escuela de los diferentes, el método sin método. Pese a ello, son muchos, algunos homeópatas incluidos, los que están convencidos de que la alopatía es la escuela de los contrarios, que, como acabamos de ver es la enantiopatía o antipatía. El enantiópata, si tal médico existiese en la práctica, utilizaría siempre los medicamentos de acuerdo a la ley de los contrarios. El alópata, utiliza aleatoriamente cualquier método sin tener conciencia de que lo está haciendo. Así, cuando un médico de la escuela oficial utiliza el ácido acetil-salicílico para evitar la agregación plaquetaria y por lo tanto la formación de trombos, está practicando la enantiopatía o medicina de los contrarios, ya que la aspirina, en su acción primaria sobre el organismo, dificulta la agregación plaquetaria; cuando administra digital para una insuficiencia cardíaca, está practicando la homeopatía, porque la digital, en su acción primaria sobre el organismo provoca síntomas semejantes a una insuficiencia cardíaca. Cuando prescribe quinina para tratar el paludismo, también está practicando la homeopatía. Cuando el médico alópata indica vacunas, naturalmente está prescribiendo según el método isopático. De este modo, la alopatía es un sistema terapéutico que utiliza de manera indistinta diferentes (alós) métodos de tratamiento. Esa parece haber sido la intención de Hahnemann al acuñar el término. De todas maneras, es cierto que el médico alópata hace habitualmente más uso de la enantiopatía y la isopatía que de la homeopatía, al menos, nominalmente.

¿Y qué ocurre con nosotros, los homeópatas? ¿Siempre que administramos nuestros globulitos estamos practicando homeopatía? Lamentablemente no es así. A continuación, veremos que los homeópatas utilizan los métodos homeopático, enantiopático e isopático exactamente como lo haría un alópata, pero en dosis pequeñas. ¿Es eso malo? De ninguna manera, siempre que el homeópata sepa lo que está haciendo y, por consiguiente, lo que puede y debe esperar del tratamiento que elija.

Antes hemos visto que, cuando utilizamos los nosodes con criterio clínico, es decir, para tratar la misma enfermedad de la que el nosode proviene, estamos actuando isopáticamente. Con tal tratamiento podemos esperar el alivio e incluso la curación del proceso nominal, pero nunca una mejoría permanente en el estado vital del paciente, que es el objetivo primordial de la homeopatía.

Por el contrario, si el nosode lo utilizamos según la semejanza de los síntomas del paciente con los de la patogenesia del nosode, las cosas cambian: ahora es un remedio homeopático más.

Y refiriéndonos al conjunto de los medicamentos, nosodes o no: Cuando los homeópatas no utilizan sus remedios con criterio isopático, ¿lo hacen siempre de acuerdo con los síntomas de las respectivas patogenesias? La respuesta es no. Existe una forma muy extendida de practicar la homeopatía que es aplicarla con criterio clínico. Esto consiste en hacer el diagnóstico de acuerdo a la escuela oficial y luego, según ciertas indicaciones o protocolos, tratar con remedios preparados según la técnica farmacológica homeopática. Esto comenzó hace mucho tiempo porque los viejos maestros recogían y publicaban sus historias clínicas, tomadas siguiendo el método hahnemanniano, pero reseñaban qué enfermedad nominal había sido la causa de la consulta. Lo hacían para facilitar el camino a los estudiantes, pero a algunos se les ocurrió recopilar y glosar estas indicaciones. Hasta ahí podía estar bien, siempre que el médico no olvidase el método, pero las cosas no quedaron ahí. Las viejas materias médicas clínicas suelen hacer referencia a los síntomas que guiaron al médico a la prescripción, pero poco a poco algunos autores fueron publicando, más que materias médicas clínicas, auténticas guías de prescripción con fórmulas compuestas (pluricismo y complejismo) lo que llevó a la consiguiente fabricación de productos farmacéuticos “antitusígenos” o “antidiarreicos”, “antiestrés”, etc., que nada tienen que ver con la homeopatía, aunque en la etiqueta se pueda leer “homeopático”. Hay médicos “homeópatas” que prescriben estas cosas.

Se necesitaría un gran libro para explicar todo ese deterioro de la homeopatía, que viene de muy antiguo y que a lo largo de su triste historia ha dado lugar a diferentes escuelitas inspiradas en criterios sobre todo comerciales. Siendo el tema tan extenso, lo dejaré para muchísimo más adelante.

Nos ocuparemos ahora de la prescripción realizada según la semejanza entre los síntomas de la enfermedad (el paciente que tiene la enfermedad) y los de la patogenesia del remedio que se prescribe. Y aquí parece pertinente preguntar una vez más: ¿Siempre que administramos los remedios homeopáticos según la semejanza entre la enfermedad (el paciente que tiene la enfermedad) y la patogenesia del remedio que se prescribe estamos haciendo homeopatía? Una vez más habéis acertado: la respuesta es no.

Toda situación morbosa tiene dos aspectos: los síntomas producidos por el impacto de la noxa sobre el organismo vivo (la enfermedad propiamente dicha) y los síntomas con los que el organismo reacciona contra la enfermedad. Los primeros se conocen como síntomas primarios y son aquellos síntomas ante los que el organismo se comporta como sujeto pasivo. Tienen que ver con la causa de la enfermedad y con la idiosincrasia del sujeto, con su forma de percibir (de experimentar, de vivir, de procesar) ese ataque. Por otra parte, encontramos los síntomas reactivos, que manifiestan la respuesta del organismo ante la agresión y tienen que ver con los procesos fisiopatológicos naturales. Pero, al darse todos estos síntomas en un sujeto concreto, es muy común que se mezclen y que, incluso esas respuestas defensivas que se producen según ciertos mecanismos fisiopatológicos tasados, se tiñan, por así decir, de la idiosincrasia del sujeto. A estos los llamamos síntomas modalizados.

Pues bien, la enfermedad propiamente dicha, “lo digno de curar” en palabras de Hahnemann, es precisamente ese conjunto de síntomas primarios que constituyen y expresan el padecimiento original del sujeto. “Curar” los síntomas reactivos, es decir, aquellos síntomas que se están oponiendo a la enfermedad, carece por completo de sentido. Si eliminamos los síntomas defensivos, por insuficientes que puedan llegar a ser un en caso dado, significa dejar al organismo en peor situación. Podemos aliviar momentáneamente, pero el síntoma eliminado volverá una y otra vez hasta que el caso se haya resuelto. Esto se observa muy bien en los casos agudos: un antipirético (ahora utilizan antiinflamatorios para este fin) puede bajar a fiebre, pero volverá a subir una y otra vez hasta que el caso esté resuelto. El antipirético obra como un paliativo de la fiebre, lo habitual en la enantiopatía.

Pues bien, cuando un homeópata prescribe teniendo en cuenta única o principalmente los síntomas reactivos, y prescribe con acierto, el resultado será un tratamiento enantiopático o paliativo: estará “curando” (paliando) la reacción contra la enfermedad. El medicamento que prescribe será semejante a los síntomas reactivos, es decir, contrario a los síntomas primarios, a la verdadera enfermedad. Si prescribe teniendo en cuenta tan solo los síntomas primarios, y prescribe con acierto, el resultad será un tratamiento homeopático.

Afortunadamente, como acabo de indicar, puesto que todo el proceso de la enfermedad transcurre en un solo sujeto, la idiosincrasia del mismo impregna a menudo los síntomas secundarios, dando como resultado los síntomas modalizados. Estos son de la mayor utilidad en la búsqueda del remedio homeopático, muy especialmente en casos agudos, en los que la reacción se manifiesta al mismo tiempo y aún antes que los síntomas primarios. Estos síntomas deben pesar en la decisión terapéutica en la medida en que, al participar de la idiosincrasia del sujeto, nos hablan de su sufrimiento. Si el homeópata pretende hacer una prescripción homeopática, debería huir de los síntomas reactivos puros, sin modalizar, así como de los síntomas secundarios a un mecanismo reactivo, como, por ejemplo, el dolor secundario a una inflamación, salvo que esté bien modalizado. De esta manera vemos cómo los dos métodos (entonces no se conocía la isopatía, ni por supuesto la alopatía, esa simpática invención de Hahnemann) establecidos por Hipócrates para la medicina, a saber, similia similibus y contraria contrariis, están muy próximos el uno al otro: todo depende del grupo de síntomas que elijamos para prescribir. Conviene saber qué método quiere uno aplicar y saber qué puede esperar de cada método. Y cuándo utilizarlo.

Desde homeopatía online, quiero enviar un afectuoso saludo a todos los compañeros, y muy en especial a los que aún siguen esforzándose por hacer honor a este maravilloso método en la práctica clínica y en la difusión a pesar de las tremendas dificultades que soportamos.

Doctor Emilio Morales


[1] Aunque fue Hipócrates quien mencionó por primera vez los métodos de los similares y los contrarios, le tocó a Hahnemann desarrollar completamente el método de los similares (homeopatía) y a su vez dejó una clasificación y descripción de los distintos métodos (homeopático, enantiopático, alopático e isopático).

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La homeopatía en el debate médico. Una referencia al pasado.

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Me gusta volver a los textos homeopáticos antiguos. No sólo a las obras canónicas inevitables para cualquier homeópata, sino también a las obras menores de colegas del pasado y a sus publicaciones en revistas especializadas. Lo que va a continuación está tomado de Revista de Homeopatía Práctica y es la transcripción de una sesión científica de la Academia Médico-Homeopática de Barcelona, el día 13 de enero de 1919. En esta sesión, el doctor Peiró Comes da un discurso con motivo de su designación como presidente de la Academia.

De su interesante exposición, tomo un largo fragmento que, cien años después, da para mucho reflexionar:

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