Como sustancia, Alúmina está cargada de simbolismo. No podía ser de otro modo ya que se trata de la arcilla, cuya principal reputación es la de haber sido la materia con la que Dios moldeó el cuerpo humano, reputación con la que el talante popular no ha dejado de engalanar la, por tantas cosas loable profesión de los alfareros, íntimamente vinculada al origen mismo de la civilización humana:
Oficio noble y bizarro,
entre todos el primero,
pues en las artes del barro
Dios fue el primer alfarero,
el hombre, el primer cacharro.
Pues bien, ese cacharro ha devenido alfarero para lo bueno como para lo malo; ha ido cargando la dúctil materia de su oficio con todo el peso, con toda la dignidad y con todo el horror de su olvidada, anhelada y temida naturaleza primera.
En una ojeada inicial a la materia médica de Alúmina salta a la vista la sensación que el sujeto tiene de que el uso de sus sentidos, su pensamiento y sus actos es ejercido por otra persona. Resulta asimismo llamativo el grupo de síntomas que muestra su gran déficit en el ejercicio de la voluntad.
La relación entre ambos grupos de síntomas es evidente: la percepción sensorial y el conocimiento intelectual son requisitos primeros e indispensables para establecer el objeto de la voluntad y por consiguiente para el adecuado ejercicio de la misma.
La hipoteca que Alúmina soporta sobre la facultad de hablar, prominente expresión de su castigo, quedará explicada más adelante por la simbología.
Una comparación entre la voluntad humana y la divina se hace necesaria para enmarcar y determinar con exactitud en qué consiste el drama de Alúmina.
La voluntad humana requiere, en primer lugar, conocer; conocido el bien, se ama; lo amado y no poseído se desea y, tras ciertas operaciones que desembocan en la posesión del bien deseado, éste se goza. Tal goce del bien querido y deseado satisface y aquieta la voluntad.[1]
En cuando a Dios, que sepamos no tiene voluntad, si por voluntad entendemos algo que implique deseo al modo humano. Dios, uno de cuyos atributos entitativos es la aseidad, o lo que es lo mismo, consistir en su propia intelección, se conoce a sí mismo como bien supremo. Consecuencia de ese conocimiento es que no puede no amar ese bien absoluto que Él es. De manera que lo que en Dios llamamos voluntad debe entenderse como amor; y esa voluntad divina goza de sí misma en el mismo acto de conocer y amar el bien supremo en el cual él mismo consiste. En Dios, acto puro, sujeto y objeto no se distinguen. Conocer, amar, poseer y gozar son en Él un solo acto.
Así pues, la diferencia determinante entre ambas voluntades, divina y humana, consiste en que en la divina no se da el deseo (así como tampoco las acciones que éste desencadena para la consecución del objeto amado). Además, ambas voluntades difieren en función del fin: en Dios el fin está en Sí mismo, en el hombre es exterior a él.
Alúmina hipertrófico reniega del deseo (permitámonos suponer que con el fin de comparar su voluntad con la todopoderosa voluntad divina) y se encuentra con que del mismo modo que el deseo no conviene a la esencia de la voluntad divina, conviene perfectamente a la voluntad humana, la cual, sin el deseo, simplemente no funciona[2].
Como no podía ser de otro modo, esta conclusión justifica los síntomas en los que nos hemos basado para llegar a ella, es decir, el grupo de los que muestran una enajenación de sus facultades sensoriales e intelectuales y el grupo de los que manifiestan una lesión en el uso de la voluntad. Pero si nuestra hipótesis es correcta debe justificar también el resto de los síntomas, y muy particularmente aquellos extraordinarios, peculiares y característicos que en principio no parecen mostrar relación alguna con la hipótesis. Veamos:
Todo el grupo de síntomas que muestran desánimo y pesimismo, de los cuales el más argumentado es “Cree que no podrá recuperarse de su enfermedad” quedan aclarados si tenemos en cuenta que la finalidad de la voluntad es la posesión y deleite del bien deseado (en el caso del síntoma mencionado, la salud).
El temor de los cuchillos queda justificado por su significado simbólico de principio activo que modifica la materia pasiva. Pero no está de más recordar que el término “cuchillo” proviene del latín coulter, que significa, además de cuchillo, “reja de arado”. Y no es ningún secreto lo que la reja del arado le hace a la arcilla (cabe suponer que imponiendo su voluntad a la de ella).
Un curioso síntoma es: “Excitado; ha trabajado en exceso, sin embargo está descontento porque no se ha hecho lo bastante” (23). Es decir, que no está satisfecho. Este síntoma tiene un significado análogo a: “Nada le produce placer” (28)[3]. Si ha perdido el uso correcto de su voluntad, cuya última etapa es la posesión y el goce del bien deseado, mal podrá producirle placer alguna cosa.[4] Por lo que ya sabemos, cabe señalar aquí que es la negación del deseo lo que específicamente señala el daño de la voluntad de Alúmina.
El síntoma (41) de Hahnemann: “Los pensamientos están ocupados en temas varios, sin que ninguno de ellos persista como para que sea reconocido claramente”. Este asunto se repite en otros síntomas como (40), (48), etcétera. Está claro que pertenece al grupo que muestra la incapacidad para el uso del pensamiento, y muestra claramente cómo el intelecto de Alúmina es incapaz de determinar un objeto, conocer un objeto[5], con lo que se evitará el trance de tener que reconocerlo como bueno y por consiguiente desearlo.
Síntoma (60) de Hahnemann: “Gran estupefacción con temor de caer hacia delante”. Queda explicado en Corominas con su significación antigua, Cuervo Dicc. II, 19-32: Ser vencido en juicio. Una cita, creo que de Pedro, 2: “El vencido es esclavo del que le venció”. Por su parte, “incidir” significa “caer o incurrir en algo”, pero también significa “hacer una incisión”, o sea, “cortar”, lo que vuelve a recordarnos el cuchillo de Alúmina. Alúmina tiene miedo de los cuchillos porque imagina que puede hacer daño (o hacerse daño) con ellos. Es decir, imagina que puede “imponer su voluntad sobre la materia” que es lo que simbólicamente hace el cuchillo. Pero sabemos que Alúmina no quiere ejercer su voluntad.
Una acepción del vocabulario andaluz, “caer en la cuenta”, que significa “recordar”, “acordarse”, relaciona esa caída con los síntomas del olvido: si tiene temor de “caer”, tiene por eso mismo temor de “recordar”. Pero sin tener que recurrir a la expresión “caer en la cuenta”, la lengua popular dice “caer” por “recordar”. “No caí” por “no recordé”, “ya caigo” por “ya recuerdo”, etcétera.
Síntoma 1104: “Se levanta de golpe, después de media noche, de un sueño ansioso (de un caballo que le perseguía y quería morderle)”. Para Diel, citado por Cirlot[6], “el caballo simboliza los deseos exaltados, los instintos, de acuerdo con el simbolismo general de la cabalgadura y el vehículo. Huye pues Alúmina de sus propios deseos. En este huir de los deseos (suponemos que inferiores) vemos una interesante contradicción: Alúmina es la materia que, al negar sus deseos pretende ser espíritu. Por su parte Chevalier[7] relaciona el caballo con la esclavitud, signo solar y caballo y estrella. Para este autor, las estrellas simbolizan ángeles, y las estrellas caídas, ángeles caídos, representando así a aquellas criaturas espirituales que sometieron su voluntad a la de Luzbel.
Los síntomas 1121 y 1122 sobre ladrones se justifican solos ya que el robo es, en todos los casos una vulneración de la voluntad de la víctima. Pero hay más. “Ladrón”. Del lat. Latro, -onis. En latín primitivamente nada tenía de peyorativo, como que procedía de la familia griega de latria con el significado de “servidor”. Lo que nos lleva de nuevo al simbolismo de la voluntad sometida.
Síntoma 1130: “Sueña que está en un transbordador que se hunde en el río, con despertar ansioso”. El barco es, en muchas tradiciones, un símbolo solar, símbolo del principio activo, masculino, mientras que el agua simboliza el principio pasivo, femenino. El naufragio significa la derrota del principio activo frente al pasivo.
En Alúmina, la sensibilidad e intelección están dominados por otro, así como los actos (particularmente el habla). Esto determina y se corresponde con una alienación de la voluntad, pues el primer paso del apetito elícito es el conocimiento sensible e intelectual del objeto. Es decir que el acto humano fracasa ya desde sus primeras etapas. Esta pérdida del control de la voluntad tiene dos aspectos: por una lado parece que Alúmina de algún modo lo buscase, lo propiciase de modo no consciente, por el otro, lo teme. De ahí que se asuste de sus propios impulsos suicidas por el temor de no poder controlarlos.
“Él ya no es él”, decimos de la persona a la que creemos sometida por la malévola voluntad de otro. El control de una persona por otra se ejerce por medio de la voluntad. Masi dice que el pecado de Alúmina consiste en no haber querido ser sujeto pasivo ante la voluntad de Dios, es decir, que Alúmina (la arcilla) no quiere dejarse moldear.
Alúmina hace cosas involuntariamente, incluso en contra de sus deseos. También tiene impulsos (suicidio) en contra de sus deseos. Asimismo está en contra de los deseos de los otros. Por lo demás, está descontento de todo, nada lo satisface, nada le produce placer; por el contrario “cualquier cosa que mire lo llena de tristeza”. Este síntoma transmite la impresión de que, cuando mira las cosas, no las ve como objetos cuya posesión y disfrute podría causarle algún placer o bienestar, sino todo lo contrario: para Alúmina, las cosas son objetos que no poseerá o que si posee no le satisfarán. La razón es que Alúmina vive en guerra con sus deseos y al mismo tiempo con la percepción de las cosas reales como posibles objetos de deseo.
Si volvemos al símil antropológico-teológico, diremos que Alúmina quiere tener en sí mismo, al modo divino, todo cuanto determina su voluntad. Esto equivale a no tener deseos, ya que sólo se desea lo que no se posee inmediatamente. Pero, la abolición de los deseos se considera un modo de felicidad, y no sólo en el budismo; así lo atestigua nuestra cultura popular cuando dice: “aquel que no desea más de lo que tiene, es feliz”[8]. Alúmina lleva al extremo ese propósito loable.
Ahora bien, en este remedio como en cualquier otro o en un paciente, si encontramos un tema de gran importancia, no hemos de pensar que siempre va a presentarse conforme al vector en el cual lo hemos descubierto inicialmente. Es decir que Alúmina no siempre va a manifestar rechazo al deseo, también puede mostrar lo contrario, es decir, una multiplicación de sus deseos. Por otra parte en relación al mismo tema como por ejemplo aversión a hacer el deseo de otro, y su contrario, a saber, la necesidad de que otro le imponga su deseo. Es decir, que alrededor de un determinado tema podrán presentarse síntomas con matices o sesgos diversos y a menudo en parejas de opuestos.
CASO CLÍNICO.-
Primera consulta: 12 de marzo de 1990.
Mujer de 36 años. Consulta por un cuadro depresivo. Somnolencia por la mañana, desánimo, tristeza, cansancio.
Los síntomas relevantes son:
Temor de la soledad.
Sentimiento de abandono.
Deseo de cosas indigestas (de niña se comía la pasta de dientes).
Sueños con serpientes (repetitivos en el pasado).
Estreñimiento habitual pero diarrea durante la menstruación.
Gran aversión a la responsabilidad (tiene una pequeña empresa).
No quiere que nadie de diga lo que tiene que hacer.
Análisis de los síntomas:
De niña sus padres se separaron. Ella jamás se ha llevado bien con su madre, y prefería a su padre, pese a lo cual su padre se marchó. Es decir, que ha sufrido un abandono real y al parecer bastante traumático. Por consiguiente, desecho el síntoma “sentimiento de abandono”.
El síntoma “temor de la soledad” está tan intensamente ligado al anterior que también tengo que vetarlo.
La “aversión a la responsabilidad” tiene su dificultad. Por un lado parece normal que si se encuentra estresada y deprimida y tiene que seguir llevando su empresa, manifieste ese sentimiento. Por otro, al chocar tan directamente con el síntoma siguiente, “no quiere que nadie le diga lo que tiene que hacer” se insinúa como un síntoma de más importancia, que puede estar señalando (precisamente por esa contradicción) el eje del drama de la paciente. Sea como fuere, estos dos síntomas no son repertorizables, por lo que los reservo para un análisis posterior.
Repertorización:
Estómago; DESEOS; indigestas, cosas (20) : abies-c.3, alum., alumn., aur.7, bell., bry., calc., calc-p., cic.3, con.7, cycl., ferr.7, ign.8, Lach.7, nat-m.7, Nit-ac.7, nux-v.7, psor.3, Sil.3, tarent.3
Sueño; SUEÑOS; serpientes (26) : alum., arg-n., bov., carc.535, cench.1, daph.8, grat., iris, kali-c., kalm.7, lac-c., lach.7, merl.11, op.8, ptel., ran-a.8, ran-b.7, ran-s., rat., sep., sil., sol-n., spig., tab., teucr-s.3, tub.535
Recto; DIARREA; menstruación; durante (42) : alum., am-c., am-m., ant-c., ars., Bov., bry., calc-p., caust., cham., chel., cinnb., clem., glon., graph., kali-c., kali-i., kali-p., kali-s., kreos., lac-c., lach.3, mag-c., nat-ar., nat-c., nat-p., nat-s., nicc., nux-v., phos., plat., podo., puls., sars., sil., stront-c., sul-ac., tab., tub., Verat., vib., zinc.
El resultado de la misma nos muestra tres remedios que cubren todo el cuadro: Lachesis, Silícea y Alúmina[9]. Ahora es cuando el drama de la voluntad, que no pudo ser repertorizado, cobra su importancia, designando a Alúmina como el remedio de elección.
Prescripción:
Alúmina 30CH, para tomar tres gránulos en seco dejándolos disolver en la boca. Indicación de volver al mes.
Segunda consulta: 13 de agosto de 1990.
Se encuentra mucho mejor, de ánimo y de estado general.
Prescripción: Alúmina MK, para tomar tres gránulos en seco dejándolos disolver en la boca. Indicación de volver a los dos meses.
Tercera consulta: 4 de marzo de 1991.
La mejoría se ha consolidado.
Prescripción: Alúmina 10MK. Para tomar tres gránulos en seco dejándolos disolver en la boca. Indicación de volver e los seis meses.
Cuarta consulta: 8 de marzo de 2004
Han pasado trece años desde la última consulta. La paciente ha estado bien. En los últimos meses ha tenido serios problemas familiares (en relación con su madre). Se repite el cuadro de cansancio, acompañado en esta ocasión de dolor lumbar (tiene ahora 50 años). Me comenta que “no soporta la presión psicológica”. Se refiere al hecho de que su madre anciana desea imponer su voluntad de seguir viviendo sola, y eso la compromete a ella, que tiene que viajar constantemente para atenderla. Es decir, que se reproduce el viejo tema del rechazo de la voluntad de otros (y su ambivalente sometimiento a la misma). Posiblemente en estos años ha tenido que pasar por situaciones a las que es sensible pero ha podido salvarlas sin caer enferma. Pero esto de la madre, por la intensidad, por la cantidad de asuntos emocionales pendientes que ha podido despertar, etcétera, ha conseguido desequilibrarla. Me dice que ahora no trabaja, que su marido se encarga de ganar el dinero y ella está aprovechando para disfrutar. Esto parece confirmar aquél síntoma de “aversión a la responsabilidad”.
Prescripción: Alúmina 30CH, para tomar tres gránulos en seco dejándolos disolver debajo de la lengua.
[1] Añadamos, para aclarar algunos conceptos, que el apetito se divide clásicamente en natural (que es el apetito sin necesidad de conocer el objeto) y elícito (que supone la atracción ejercida por un objeto del que se tiene conocimiento). A su vez, el apetito elícito puede ser excitado por un conocimiento sensible de su objeto o bien además por un conocimiento intelectual. Este último es el que corresponde a la voluntad humana.
[2] La renuncia al deseo es compatible con la salud sólo en algunos casos: cuando se trata de renunciar al deseo excesivo o insensato, o, en el caso de personas religiosas que someten de grado su voluntad a la voluntad divina hallando así, al decir de los sabios, la verdadera libertad; pero hemos de asumir que tal es su deseo, y que el mismo está siendo satisfecho de ese modo.
[3] Todo el grupo de síntomas de irritabilidad y descontento, así como aquellos que se expresan como tedio, aburrimiento, etcétera, pueden clasificarse junto a éste.
[4] De todas maneras hemos de tener presente que este último paso de la voluntad, el goce, estará vulnerado muy a menudo en los dramas morbosos ya sea por una daño global de la potencia, ya por daños particulares. Finalmente, la satisfacción de las necesidades, la delectación en el cumplimiento de nuestros designios, será expresión de salud; lo contrario, de enfermedad.
[5] El requisito previo a desear algo, es conocerlo.
[6] Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos.
[7] En el tópico “Bucéfalo”. Jean Chevalier. Diccionario de los símbolos.
[8] Claro que esa misma sabiduría popular no puede dejar de reconocer que habitualmente lo que ocurre es precisamente lo contrario, según dice la canción: “todos queremos más y más y más y mucho más”
[9] He decidido no repertorizar “Desobediencia” y “Responsabilidad, aversión a”. Si los añadimos , el resultado repertorial sería muy parecido con la diferencia de que entrarían en juego dos remedios más, a saber, phosp. y nux vómica, aunque ninguno de los remedios cubriría la totalidad. Alumina no cubriría repertorialmente los dos síntomas nuevos. Pero estos dos síntomas unidos nos hablan precisamente de la rebelión ante la voluntad ajena, que pertenece al drama de alumina. Creo que en ambos rubros debería incluirse alum.
QUISIERA CONSULTARLO POR MI PROBLEMA DE AUDICION EMPEZO DE NIÑA POR RESFRIOS MAL CURADOS SEGUN DIJERON LOS MEDICOS QUISIERA SABER SI EN HOMEOPATIA HAY ALGUNA SOLUCION
Creo que con homeopatía podría abordarse el problema que me consulta. Saludos.