Para seguir con la costumbre iniciada de publicar en este blog el ripio correspondiente a cualquier remedio que estudiemos, doy ahora el correspondiente a Belladona.
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BELLADONNA
La Atropa Belladonna se usaba antiguamente
para poner más bellos los ojos de la dama,
puesto que la pupila dilata y eso llama
la atención de los hombres muy poderosamente.
De esta costumbre antigua tiene la planta el nombre
(reseñar que más tarde sirvió de ciclopléjico),
pero los homeópatas, sea en Sevilla o en Méjico,
la usamos de otro modo dándole así renombre.
Por eso hemos de ver los efectos restantes,
cuando la gente sana, como prueba, la toma;
porque según la ley, que no es ninguna broma,
lo que produce y cura han de ser semejantes.
Se pone Belladona, como la grana, roja;
tiene miedo constante de sus propias visiones;
arde con una fiebre que es alta de cojones[1],
y después del calor tiembla como una hoja.
Tan sólo pide agua; está como embotada;
y en los casos extremos quiere escapar corriendo.
Si la madre nos llama dice: “se está muriendo,
sus ojos están idos, no reconoce nada”.
El calor, la midriasis y el gran embotamiento,
son los síntomas claros en esta congestión,
que es de brusco comienzo y brusca conclusión
(distinguir de Baptisia con mucho entendimiento).
Por la noche, la fiebre hará su aparición
si a lo largo del día hubo algún enfriamiento;
ese debut tan rápido guarde tu pensamiento,
porque si lo recuerdas tendrás la solución.
Belladonna es sensible con todos sus sentidos,
lo que técnicamente se llama hiperestesia.
Quiere estar en silencio y en completa acinesia
pues todo le molesta: tacto, luz o ruïdos.
Cuando tiene la fiebre y le ataca el delirio,
se pone muy violenta, con mirada salvaje;
canta, grita y se ríe (¡y menudo lenguaje!).
Para los que lo cuidan ha de ser un martirio.
Dice Kent que comiendo el delirio mejora
(atención a este rubro que yo nunca encontré,
y quisiera pediros que si alguno lo ve,
diga si Belladonna resultó bienhechora).
Un síntoma curioso (se da más en un crío)
que tiene Belladona (y vemos a menudo),
es que el sujeto llora (cuando el caso es agudo),
mientras dura la fiebre (más al escalofrío).
En las puérperas tiene por derecho un diploma
para agudas mastitis de intenso color rojo;
también nos será útil (pon aquí mucho ojo)
en manía o en tristeza puerperal. Y no es broma.
Las carótidas laten, el pulso es lleno y duro;
la hiperhemia es constante sea cual sea el proceso;
el color encendido, el calor con exceso,
la hinchazón es notable y el dolor es seguro.
Recordemos ahora diversas convulsiones:
en niños, por la fiebre o por la dentición,
por ver cosas brillantes o por excitación;
y un aura que parece que le corren ratones.
Contra la escarlatina, Hahnemann le dio fama,
porque las epidemias con ella prevenía;
por remedio infalible dicen que la tenía,
y de la homeopatía mejoró el panorama.
A no olvidar el miedo de los perros que tiene
(subrayemos que nunca ninguno le mordió).
Y es curioso: los síntomas de alguien que rabió
los cubre Belladonna (aquí una nota bene).
La conclusión: remedio de serias congestiones
pero no un antitérmico de uso rutinario;
no soy de tales prácticas espurias partidario.
Nunca en esto seremos bastante machacones.
No curamos la fiebre en un febricitante,
sino la enfermedad que la fiebre motiva.
¿No quieres que tu práctica resulte ser nociva?:
recuerda esta verdad y tenla por delante.