CARTA ABIERTA A UN COLEGIADO DE A PIE

Querido compañero, me cuesta trabajo creer que seas enemigo de la homeopatía. Ignoro si la consideras, como yo lo hago, un excelente método terapéutico o si, no habiéndola practicado, admites, como verdadero escéptico, los hechos propios de la misma a la espera de su más evidente confirmación o de la definitiva demostración de todo lo contrario. En cualquiera de los dos casos, me inclino a considerar que estás de mi parte: yo también soy un escéptico. Considérame a mí de la tuya, ya que, al igual que tú, soy médico y no inquisidor.

En la confianza de lo anterior, me permito dirigirme a ti para encarecer los vínculos que deben unir a los médicos, al menos como yo los he entendido siempre desde mi experiencia como médico, hijo y hermano de médicos, padre de médicos, primo y sobrino de médicos, por no mencionar vínculos familiares de tercer grado. En mi familia, en tres generaciones, siempre ha habido al menos ocho o diez médicos en activo.

Así que, aunque mi experiencia como médico es más reciente, la que poseo en el mundo de la medicina es tan larga como mi edad. Desde que nací quedé constituido, por así decir, en un “observatorio” de la praxis médica. Y lo que pude observar es que la praxis de un médico y su vida constituyen realidades casi indiscernibles. En esta línea pude observar cómo se trataban los médicos entre ellos, la fraternidad que se profesaban. ¿Y qué decir de la atención médica que se prestaban unos médicos a otros? Se trataban exactamente como hermanos, con un cuidado y una prudencia irreprochables. Y es que el médico, ante la enfermedad, es más vulnerable que el resto de los mortales porque sabe, más que el resto, lo que se juega y puede ponerse en lo peor: por eso necesita contar con el apoyo incondicional de sus compañeros. Y así era entonces. No quiero que me interpretes mal: no estoy idealizando aquellos tiempos bajo el tul de la nostalgia, no. Ya desde mi infancia supe que había médicos antipáticos e insolidarios, médicos corruptos y egoístas. Los ha habido siempre, como en todas las profesiones, y mi padre nunca me ocultó esa realidad. Pero había mucho médicos honestos, sabios y cariñosos que se trataban entre sí como hermanos y a los pacientes con verdadero afecto y dedicación. Tanto en lo cotidiano como en lo profesional, los médicos se cuidaban unos a otros. Era para sentirse orgulloso. Así fueron las cosas durante mucho tiempo.

En algún momento, todo aquello cambió: de pronto, en lugar de la antigua deferencia, si un médico llega a un hospital como enfermo o como acompañante es un número más; no recibe, en general, ningún signo de aprecio y, en ocasiones, es mirado con recelo precisamente por ser médico. Podría ser únicamente una sensación mía si no fuese porque la he contrastado con otros compañeros. Sin duda, entre los médicos actuales los hay honestos y sabios, pero cariñosos, muy pocos.

¿Y los colegios profesionales? Siempre consideré que eran algo parecido al hogar de los médicos. A menudo iba con mi padre al de Huelva cuando tenía que resolver algún problema y lo veía desenvolverse allí con confianza, ser atendido en sus problemas y necesidades, encontrarse con colegas que lo saludaban amablemente. Por cierto, esto seguía siendo así cuando yo me colegié y pensé, ingenuamente, que sería siempre de la misma manera: el colegio protegía al médico, lo ayudaba en su praxis, resolvía problemas administrativos relacionados con la profesión y, sobre todo, era la casa común. Daba igual si estábamos o no de acuerdo en las terapias a utilizar: el colegio era de todos, lo pagábamos entre todos y todos teníamos exactamente los mismos derechos.

Pero de pronto se desencadenó la caza de brujas contra la práctica médica “no convencional”, caza que obedece a fines a todas luces distintos a la medicina. Y los colegios de médicos han cedido a la presión de estos pseudoescépticos que se hacen llamar científicos (aunque les cuadra mejor el apelativo de cientifistas) y que en su mayoría tampoco son médicos. Los colegios, es decir, las directivas de los colegios, han arrinconado a los médicos no convencionales, en particular a los homeópatas. La primera vez que me lo dijeron, no lo creí: sencillamente es increíble. Pero era cierto.

Tengo mis dudas sobre la legalidad de las decisiones discriminatorias que se están adoptando con a los homeópatas, así como de la legitimidad del famoso observatorio contra las pseudociencias, etc., en el que no figuran expertos en ninguna de las disciplinas terapéuticas no convencionales. Da la impresión de que, de antemano, todo lo relacionado con las mismas será considerado mala praxis. así pues, ¿para qué se necesitan expertos? Compañero, ¿esto te parece justo?

Si, como médico convencional, quieres saber algo sobre la homeopatía puedes preguntarle a los que saben de homeopatía: los médicos homeópatas. Entonces podremos hablarte de las evidencias clínicas, sopesar el significado de “evidencia científica” y su pretendido valor como prueba absoluta, tratar de vislumbrar la relación entre la llamada evidencia científica y la ciencia, así como entre la ciencia y la realidad en su conjunto, conceptos básicos, coloquiales, nada complicados, que cualquiera puede entender. Si quieres, claro. Y si has llegado leyendo hasta aquí, imagino que quieres; si has llegado hasta aquí, admitiendo el tuteo y la confianza, seguramente no eres uno de esos médicos que declaran, con ostensible estiramiento de fibras emocionales, que ellos no son de ninguna manera “compañeros” de un homeópata. Si es como imagino y tienes curiosidad por saber algo de homeopatía, pregúntanos a los médicos homeópatas, tus colegas, y no a los tuiteros. Pregunta a los prácticos. No todos somos tontos. Ni mentirosos. Eso sería imposible. Y estaremos encantados de contestar a tus preguntas.

Pero, mientras preguntas, te pido que seas consciente de que los colegios están dando la espalda a un grupo de compañeros, de colegas, de médicos que pagan sus cuotas colegiales lo mismo que todos los demás y que las vienen pagando desde hace décadas. El Colegio, que debe proteger a los médicos en su vertiente profesional, nos ha vendido a los pseudoescépticos: unos ignorantes que se adornan con la pátina de la ciencia sin saber siquiera lo que significa esa palabra. Los colegios nos han dado la espalda en lugar de cumplir con su deber y apoyarnos. ¿Mala praxis? Hablad con los pacientes. ¿Pseudociencia? ¿Qué viene a ser eso?

Compañero, la demolición de la homeopatía sólo beneficiará a las multinacionales farmacéuticas (alós u hómeos) que harán con los restos del método el negocio del siglo, vendiendo remedios para todo uso en mercadillos y supermercados. Pretenden aprovechar el pábulo que la buena praxis homeopática de los últimos cuarenta años ha dejado. España es el comienzo, tal vez la presa que han considerado más fácil: seguirán otros países. Los colegios de médicos no deberían secundarlos.

Hay numerosos ejemplos de cómo la decisión de un solo hombre cambió el curso de la historia. Por eso, te pido que nos ayudes. Te pido que nos devuelvas el sitio que nos corresponde en los colegios. Te pido que nos defiendas, porque al defendernos defiendes también la dignidad de la profesión en su conjunto. No dejo de preguntarme la razón de que algunos médicos con cargos de responsabilidad en la O.M.C. se vuelvan contra la nosotros. Son médicos que no conocen la homeopatía por lo que difícilmente pueden tener una opinión autorizada sobre la misma. Ignoran con olímpico desprecio la creciente cantidad de evidencias científicas que se acumulan a nuestro favor. También ignoran, pero esto es ya clásico, la apabullante evidencia clínica acumulada a lo largo de más de dos siglos por decenas o centenares de miles de médicos y millones de pacientes. Para ellos todo es mentira o ingenuidad porque han decidido que “es imposible” que la homeopatía funcione. ¿Y las curaciones? Esas se deben al efecto placebo, dicen, y olvidan explicar por qué los casos que se curan con homeopatía no obtienen el mismo resultado con el tratamiento convencional: ¿no es acaso el efecto placebo un efecto transversal? Decía que no entiendo las razones de que estos colegas se vuelvan contra nosotros, pero en realidad debí decir que no hay razones para que lo hagan, al menos razones lógicas.

Cuando, hace unos años, los twiteros pseudoescépticos se dieron cuenta de que atacándonos a los homeópatas no iban a conseguir gran cosa, añadieron a su estrategia el acoso a las instituciones. Su primer acto en este sentido fue escribir a las universidades para exigir que se nos excluyera de las mismas. Apabullaban y amenazaban a las autoridades académicas. Y las autoridades universitarias, al verse así expuestas, probablemente se asustaron. Y muchas fueron cediendo. Después les llegó el turno a los colegios profesionales. ¿También se asustaron los médicos? En cualquier caso, abrieron la puerta a los twiteros de la “pseudociencia” y nos dejaron a los pies de los caballos. Y ahí seguimos.

Hace poco recibí en mi consulta a un paciente.

“He estado dudando algún tiempo sobre si acudir a la homeopatía o no. ¿Sabe lo que me ha decidido a venir?”

Le dije que no, naturalmente.

“Pues lo que me ha decidido es la campaña contra la homeopatía. No se esforzarían tanto ni gastarían tanto dinero si la homeopatía no sirviese de nada.”

Me agradó la perspicacia de aquel hombre. Pero me llama mucho más la atención la falta de perspicacia de ciertos médicos que asumen sin hacerse preguntas el eslogan comercial de los twiteros, a saber, “no existe evidencia científica”. Lo cierto es que sí existe, pero eso da igual. Y en todo caso, no se paran a pensar que lo que ellos llaman “evidencia científica” se circunscribe al resultado de los ensayos clínicos fase III, controlados en general por los laboratorios farmacéuticos y sobre los que tanto habría que hablar. Sin ir más lejos, esa prueba fue superada por todos aquellos medicamentos que, en Estados Unidos, constituyen la tercera causa directa de muerte. No es para tomarlo a broma. Últimamente se tiende a decir que no son los medicamentos sino el mal uso que se hace de los mismos. El dedo acusador apunta ahora a los médicos. ¿Quién maneja esa información? En todo caso, la ciencia no termina en los ensayos clínicos a doble ciego: hay más ciencia. Y la realidad no termina en la ciencia: hay más realidad.

En esta situación no hay honor ni dignidad para nadie dentro de la profesión médica. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué puedes hacer tú, estimado compañero médico de a pie, es decir, médico, para contribuir a que nuestra profesión no pase por la vergüenza de contemplar cómo las instituciones colegiales, atendiendo a intereses que nada tienen que ver con el cuidado de los enfermos (nuestra única razón de ser) excluyen injustamente y traicionan a un grupo de compañeros con tanto que ofrecer a médicos y a pacientes?

Doctor Emilio Morales

Autocuración y placebo

Hace unos días, Marino Rodrigo planteó en este blog la necesidad, la conveniencia, de discutir todos los aspectos de nuestro método con el fin, quiero creer, de clarificar los puntos más oscuros y eventualmente establecer un punto de vista común. Esta entrada podría servir de inicio al necesario debate que pide Marino. Podría, digo. Sin embargo, mucho me temo que, una vez más, la mayor parte de los homeópatas decidirá abstenerse de tales excesos. Los no médicos están invitados a participar, por supuesto. Sigue leyendo

ECHANDO LA VISTA ATRÁS

Ahora que los frutos de la campaña contra la homeopatía son tan evidentes que nadie los puede negar, ahora que el método homeopático ortodoxo está en peligro de desaparecer y ser sustituido por una homeopatía de mercachifles, me da por recordar cómo hemos llegado a esto, qué errores cometimos. Uno de ellos, tal vez el más importante, ha sido la ingenuidad. Conscientes de las excelencias de la homeopatía, no podíamos imaginar que nada ni nadie pudiese convencer a la gente de lo contrario, hacerles tragar una mentira, rebatir lo evidente, a saber, las curaciones homeopáticas. En esa confianza vivíamos. El buen paño, en el arca se vende. O cosa por el estilo. Sigue leyendo

Doctor Marino Rodrigo. SIGNO Y DOBLE AMENAZA DE LOS TIEMPOS

Signo de los tiempos. Que, con no poca exposición y desgaste personal, colegiados a título individual tengamos que recordar a la OMC y a otros colegiados las normas de conducta de la deontología más básica en su campaña indiscriminada de acoso y derribo contra el ejercicio médico no convencional (EMNC). Pero, con aportar, ojalá, algo positivo, estas iniciativas individuales no son, obviamente, suficientes. Se echa  en falta una acción colectiva proporcionada. Sigue leyendo

Doctora Isabel Romero de la Osa. El peligro de la homeopatía

 

A lo largo de la historia van apareciendo personajes que se  autoproclaman salvadores del mundo. Personajes que deciden convencer a unos de que están siendo engañados por otros y de que se debe acabar con esa situación.  De que él nos liberará. Sigue leyendo