HOMEOPATÍA

La homeopatía es un método terapéutico que ha sufrido muchas vicisitudes a lo largo de sus dos siglos de existencia. En nuestro país, a partir de su introducción real por el doctor Prudencio Querol, experimentó un crecimiento extraordinario. En los años que siguieron ese crecimiento se vio impulsado por la inmensa labor del doctor Núñez y de otros médicos que dedicaron su vida a practicarla y difundirla. Más tarde, cierta relajación metodológica, el advenimiento del pluricismo, el complejismo, la electrohomeopatía y otros inventos fue deteriorando la calidad de la praxis pese a que su extensión se mantuvo más o menos. En esas circunstancias llegó el siglo veinte y con él algunos de los descubrimientos más decisivos de la biología y la medicina. La teoría bacteriana, pese a que no explica completamente el proceso infeccioso, tuvo una enorme repercusión en el modo de contemplar las enfermedades. No debemos olvidar que, hasta entrado el siglo XX, la mayoría de las enfermedades atendidas por los médicos en el mundo que llamamos civilizado eran infecciosas. En esas circunstancias, el descubrimiento de la penicilina constituyó un acontecimiento sin precedentes. Infecciones graves que hasta ese momento se cobraban con facilidad la vida del enfermo podían ahora curarse con una simple inyección. Fleming dio la vuelta al mundo en olor de multitudes.

¿Qué pasó con la homeopatía? La homeopatía también era una medicina creada en un mundo en el que las infecciones eran la patología dominante. De hecho, los miasmas de Hahnemann no son sino enfermedades infecto-contagiosas. El inconveniente es que para curar una infección con homeopatía, igual que para curar cualquier otra enfermedad, hay que saber elegir con precisión matemática el medicamento que corresponde al caso, mientras que para aplicar la penicilina a un caso infeccioso basta con administrar una inyección. Pero eso ya lo saben ustedes. El advenimiento de la penicilina se produjo en un momento en el que una buena parte del mundo homeopático había olvidado sus raíces. La consecuencia fue que nuestro método, que se había mantenido pujante pese a la oposición de la escuela alopática, sufrió una caída sin precedentes.  En España, esa caída se prolongó hasta los años 70. Entonces, tímidamente, fueron apareciendo homeópatas aquí y allá. El principal promotor de este resurgimiento fue el doctor Enrique Peiró Rando, por entonces octogenario, que se había mantenido a lo largo de los años fiel a la tradición homeopática y había sido titular de un puesto de médico homeópata en el Hospital del Niño Dios, en Barcelona. Don Enrique reflotó la Academia Médico Homeopática de Barcelona e impulsó la enseñanza de la homeopatía. Como he tenido ocasión de explicar otras veces, él dirigió mis primeros pasos homeopáticos contestando a mis cartas inquisitivas y por su mediación pasé a ser socio correspondiente de la Academia. Por otra parte, en Madrid, a la sombra de la profunda huella dejada en su día por el doctor Núñez, persistió un pequeño dispensario homeopático en el que, de forma casi altruista, algunos médicos siguieron atendiendo a pacientes  con pocos recursos. Este dispensario estaba situado en una instalación anexa a Hospital de San José y por lo que yo sé sigue existiendo. Allí prestó sus servicios durante varios años mi buen amigo el doctor Marcos Mantero de Aspe.

Pues bien, los últimos años 70 y los 80 fueron el periodo de renacimiento de la homeopatía en España. Durante los 90 el método adquirió su plenitud. Prácticamente todos los médicos que ejercían en nuestro país eran ortodoxos. Debemos entender por ortodoxos lo que se entendía entonces: una mezcla de hahnemannismo y kentismo o, dicho de otro modo, decíamos ser hahnemannianos y lo éramos, pero a la manera de Kent. Por algún motivo que no he podido desentrañar, pero que en España puede tener que ver con la cadena Kent-Grimmer-Paschero-Escuela Argentina de Homeopatía, Kent tuvo una gran influencia en la primera y no tan primera homeopatía del siglo XX. Lo bueno de Kent es su purismo semiológico, su sistematización del pronóstico y su insistencia en los síntomas del psiquismo.

En esas estábamos cuando aparecieron los laboratorios homeopáticos. Por lo que yo sé y tengo comprobado, los laboratorios homeopáticos que actualmente operan en nuestro país producen unas medicamentos de primera calidad y se atienen a todas las técnicas y normas exigidas para la fabricación de remedios homeopáticos. Pero un buen laboratorio es muy caro: cuesta montarlo, cuesta mantenerlo y cuesta pagar los sueldos del personal. Esto requiere aumentar las ventas, pero aumentar las ventas con cuatrocientos médicos homeópatas recetando tres gránulos en una sola toma y ya veremos lo que pasa dentro de un mes o dos, no parece posible. Así pues, algún laboratorio decidió tomar cartas en el asunto y organizar la docencia de la homeopatía. Y se hizo. Poco a poco, pero de forma inexorable, la industria farmacéutica logró acaparar la mayor parte de la enseñanza homeopática. Cursillos de fin de semana, seminarios, cursos de experto, máster y hasta una cátedra universitaria de homeopatía. Suena bien, ¿verdad? La única pega es que el antiguo y querido unicismo terapéutico era un verdadero estorbo. Ya lo hemos dicho: con unicistas no hay manera de que el negocio funcione. Además, el pluricismo también funciona, ¡qué diantres! Vean si no este caso y este y este. Tal vez lleven razón. Con los años, uno va madurando y aprende a no ser ni kentiano ni hahnemanniano, sino a tratar de entender qué hay detrás de las enseñanzas de los que han marcado un hito en la historia del método. Y es cierto que ha habido muchos que trataron con una sola toma, otros con tomas repetidas, otros con un remedio por vez, otros con remedios mezclados y todos obtuvieron buenos resultados. Esa es la experiencia, pero, como dice Hipócrates en el primero de sus aforismos, la experiencia es engañosa. En cualquier caso, un estudio serio del impacto, positivo y negativo, de la industria farmacéutica homeopática sobre la praxis de la homeopatía en España está por hacer.

Pero el auge de la homeopatía ha traído otros problemas más graves que contribuirán más a su deterioro que las cuentas de resultados de la industria farmacéutica, a saber, los maestros carismáticos. Los maestros carismáticos son homeópatas, generalmente perspicaces, que padecen un deseo de notoriedad bastante mayor que el del común de los homeópatas. Como para ser maestro carismático es condición sine qua non ser original, ellos inventan o, por mejor decir, reinventan el método homeopático. Ya no es necesario hacer una patogenesia, tomar los síntomas de un caso, compararlos con los obtenidos en la patogenesia y, si ambos grupos de síntomas son similares, administrar el remedio. No señor. Ahora basta con que un paciente diga que le gusta correr con su coche para que le prescribamos halcón. ¿No es el halcón un ave muy veloz? Pues ya está. Me pregunto por qué no guepardo o jerbo, ¿no son asimismo muy veloces? Originalidades de este tipo están invadiendo el mundo de la homeopatía y mucho homeópatas, algunos que incluso anteriormente seguían el método ortodoxo, han dejado de hacerlo para incorporarse a las filas de estos inspirados maestros.

Sin embargo, la homeopatía sigue. A pesar de todos los inconvenientes, los enfermos acuden al homeópata buscando una curación que en muchas ocasiones obtienen. La homeopatía está de moda, es necesario señalarlo porque la moda trae cosas buenas y cosas malas. Las buenas son evidentes y no es necesario extenderse sobre ellas, pero entre las malas hay una con la que los enfermos deben tener mucho cuidado: el número creciente de homeópatas no cualificados, sean médicos o no, que se incorporan a la homeopatía precisamente porque la homeopatía está de moda. El principio del fin. Tradicionalmente, los gremios se han cuidado mucho de permitir el ejercicio de una profesión u oficio a personas no cualificadas y eran los propios gremios los que otorgaban o no a los artesanos, profesionales o comerciantes la licencia para ejercer su oficio. De ahí viene el término licenciatura. Hoy no son las corporaciones gremiales ni su versión moderna, los colegios profesionales, los que otorgan la licencia para ejercer, sino las escuelas y facultades. El médico concretamente debe validar sus conocimientos y recibir la licenciatura de una facultad de medicina. Pero incluso así, su capacidad para el ejercicio de la profesión se ve muy limitada. Después debe especializarse y para ello tienen que someterse a un programa que determina, no ya la facultad, sino el sistema sanitario. Superados los años de práctica y las pruebas correspondientes, obtiene el título de especialista y ya está en condiciones de ejercer la medicina dentro del sistema sanitario o fuera si así lo prefiere. Pero he aquí que la homeopatía, por una u otra razón, siempre estuvo fuera del sistema sanitario. Ejercida inicialmente por médicos, desde muy temprano admitió a personas que no lo eran pero que presumiblemente tenían los conocimientos necesarios para su ejercicio. Pronto las disensiones internas dieron lugar a diferentes criterios sobre el modo de utilizar los remedios homeopáticos y homeópatas de todas esas escuelas discutían interminablemente sobre cuál era el mejor modo de curar con homeopatía. Esto sigue ocurriendo. No hay un criterio fundamental, no hay una autoridad, no hay uniformidad. Tal vez todo ese debate sea bueno, pero permite precisamente lo que hemos comentado hace un momento: que personas sin la menor cualificación se incorporen al ejercicio de la homeopatía la cual, al carecer de criterios de admisión o de una autoridad que regule el ejercicio, se ve impotente ante esta avalancha que disminuye de forma clara la calidad del servicio que se presta a la sociedad.

Pero está de moda. Los enfermos siguen buscando a los homeópatas y a menudo se encuentran con personas, repito, médicos o no, que no lo son. Tal vez leyeron un libro, tal vez hicieron un cursillo de una semana, ¿cómo saberlo? Lo cierto es que se hacen llamar homeópatas y todo parece ir bien. En general, no hacen daño, no intoxican a sus pacientes y eso es básicamente bueno, pero tampoco saben dirigir el caso hacia la salud. Entonces, en especial si son médicos, empiezan a combinar el tratamiento homeopático con el alopático; si no lo son, siempre hay otras mezclas que se pueden hacer: la de los distintos remedios homeopáticos entre sí, en forma de los llamados medicamentos complejos, con extractos vegetales, minerales, vitaminas o la última sustancia antioxidante o anti radicales libres que haya aparecido en el mercado. La consecuencia de todo esto es que llega un paciente a la consulta y, cuando le prescribes nuestro exiguos gránulos te dice: “Oiga, esto es muy poco tratamiento. Yo he ido a un homeópata y me prescribió…” y empieza a sacar frascos, prospectos y recetas sin nombre ni firma ni número de colegiado, con un sinnúmero de indicaciones de todo tipo que poco o nada tienen que ver con la homeopatía. Apenas la gente comenzaba a enterarse de qué es la homeopatía cuando todo se fue por la borda. La desinformación se extiende como una mancha de aceite. Y la desinformación es letal por varias razones y una de ellas, no la menor, es que los enemigos de la homeopatía la utilizan hábilmente.

“¡Ah!, pero ¿hay enemigos de la homeopatía?”

“Los hay.”

“¿Y qué les ha hecho la homeopatía a esos señores?”

“No tengo la menor idea.”

“Pero algo les habrá hecho, vamos, digo yo.”

“Vaya usted a saber.”

“¿Y qué dicen esos enemigos de la homeopatía?”

Ahí está la cosa, que, gracias a la desinformación, no necesitan decir mucho. Como la homeopatía parece desafiar los criterios habitualmente aceptados sobre la medicina, resulta muy difícil que la mayoría la entienda fácilmente, pero una vez que la entienden no suelen tener dificultad para aceptarla como un método terapéutico útil cuando está bien indicado. Si las personas están desinformadas es suficiente con decir que la homeopatía es un cuento porque las dosis son tan pequeñas que no existen y que por lo tanto es una estafa a los pacientes. Es mentira, pero sólo puede verlo la persona informada. Por eso los enemigos de la homeopatía son grandes defensores de los intrusos. Así suelen decir: “La homeopatía es un fraude y los médicos lo saben, por lo tanto los médicos no deben ejercerla. Sin embargo, la personas sin formación, intrusos, curanderos, etc., sí es lícito que la ejerzan porque ellos, al ser ignorantes, no tienen conciencia de estar engañando a nadie.”

¿Por qué los enemigos de la homeopatía defienden a los intrusos? Porque los intrusos contribuyen a la desinformación, facilitándoles a ellos el trabajo. Por consiguiente, es absurdo contradecir a los enemigos de la homeopatía. Es tiempo perdido. El único modo consistente de defender la homeopatía es informar sobre ella, mostrar sus indudables beneficios, darla a conocer. Por ello, si desea saber más sobre homeopatía, le invito a visitar MI WEB, donde podrá descargarse gratis el libro LA MAGIA DE LA HOMEOPATÍA. De este modo, pretendo contribuir en la medida de mis posibilidades a la tan necesaria divulgación del método homeopático, único modo de que la homeopatía siga siendo, y sea cada vez más, una herramienta al servicio de la salud de la gente.
Doctor Emilio Morales

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