A menudo, los detractores de la homeopatía exhiben como prueba de sus argumentos estudios clínicos que “demuestran” la ineficacia de nuestras dosis. Engañan de este modo a un público que, ignorante de las peculiaridades del método, admiten tales resultados como santa palabra. Pero lo cierto es que el formato de un ensayo clínico tiene que estar adaptado al método que se estudia. En alopatía se analiza la relación terapéutica de una sustancia determinada con una enfermedad determinada y este resultado se confronta con el que se obtiene con un placebo o, en ciertos casos, con otra sustancia o con nada. Eso está bien para la alopatía porque su método consiste en combatir una enfermedad determinada con una determinada sustancia. Puede estudiarse pues la eficacia de un antiinflamatorio (X) contra la artritis y comparar el resultado con el que se obtiene con placebo: X versus placebo. Si el resultado obtenido con X es significativamente superior que el obtenido con placebo, se deduce que X es un remedio útil en el tratamiento de la artritis. Y del mismo modo con cualquier enfermedad (designada, como es habitual por un nombre: carcinoma de mama, bronquitis asmatiforme, cistitis, etc.)
Pero en homeopatía las cosas no son así. Lo que nosotros tratamos con una sustancia no es una enfermedad, sino una constelación semiológica. Entiendo por tal el conjunto de los síntomas que definen al enfermo en su enfermedad, se llame esta como se llame. Así, todos saben que el homeópata tratará con medicamentos diferentes a varios niños que padecen bronquitis y que tal vez un remedio que administró a unos de tales niños también se lo recetó a una señora que padecía insomnio o mastopatía fibroquística. Y eso se debe a que el homeópata no elige su remedio basándose en el nombre de una enfermedad, sino en las particularidades de cada paciente, en lo que más arriba he llamado constelación semiológica. Por eso sería imposible demostrar la eficacia de la homeopatía sometiéndola a un experimento que reproduce el modus operandi alopático. La homeopatía necesita ser testada clínicamente con un experimento que se adapte a su naturaleza, de lo contrario los resultados que obtenemos y que tan ufanos exhiben nuestros detractores estarán hablando de la ineficacia de la alopatía (un remedio contra una enfermedad), puesto que nada tienen que ver con el método homeopático.
Después del pequeño debate que se originó en torno a mi entrada La homeopatía en la palestra, me ha parecido conveniente reproducir aquí un artículo que publiqué en el número 7 de Revista Española de Homeopatía, otoño-invierno de 1999. Espero que sirva para que los que lo lean entiendan por qué los resultados de los ensayos clínicos realizados según el método alopático no pueden ser utilizados como prueba contra el método homeopático. Más bien lo contrario. He aquí el artículo:
BORRADOR PARA UN PROTOCOLO DE INVESTIGACIÓN CLÍNICA: CONTROL DE LA EFICACIA DEL MÉTODO HOMEOPÁTICO
En 1994, tras el fracaso de las negociaciones encaminadas a la legalización de la homeopatía en España, dirigí la presente comunicación a la Asociación de Médicos Homeópatas de Andalucía. Mi intención era que, a través de las distintas asociaciones pudiese llegar a manos de todos los médicos federados. Cinco años más tarde, tras comprobar que nadie ha tenido noticia de mi aportación, me decido a publicarla esperando que pueda ser de utilidad.
En la reciente y decepcionante reunión del Comité de Expertos, en la que se debatió la posibilidad de incluir la homeopatía entre las especialidades médicas, en Comité concluyó que (cito textualmente la carta dirigida a todos los miembros de la AMHA por su presidente, doctor Romero) “el primer obstáculo insalvable para demostrar la eficacia de la homeopatía estriba en que es imposible ajustarse a uno de los parámetros que utiliza la alopatía, el método de doble ciego, ya que el remedio homeopático no se puede dar al azar en una muestra de cien o más casos (…) En este sentido se les respondió que el medicamento homeopático se administra en función de unas características personales del paciente y unas modificaciones selectivas de los síntomas que éste presenta y que darles el remedio a todos los enfermos que tienen una determinada patología es ir en contra de los principios fundamentales de la homeopatía por lo que nunca, parece ser, podríamos salvar ese obstáculo “científico”[1] que es requisito indispensable.”
Al margen de que, tras la negativa del Comité, podrían ocultarse, siempre al hilo de la ciencia, motivaciones más ideológicas que técnicas o procedimentales, me parece necesario proponer a mi vez una experiencia clínica que deja la excusa en dique seco y hace viable la comprobación de la eficacia del tratamiento homeopático con las debidas garantías.
Es muy cierto que la relación significativa de la experiencia no puede ser establecida entre enfermedad y medicamento debido, como se acaba de señalar, a que no existe manera de administrar tratamiento homeopático idéntico a una serie de sujetos que padezcan la misma enfermedad, lo que añade una nueva dificultad, a saber, que el médico tratante no podría en ningún caso ignorar el medicamento que administra, puesto que debe elegirlo para cada paciente.
A lo hora de diseñar un experimento, es necesario preguntarse qué podemos demostrar con él, qué pondría de relieve en caso de obtenerse un resultado satisfactorio.
Imaginemos por un momento que la experiencia propuesta y declarada inviable por el Comité de Expertos pudiera realizarse. Digamos que podemos establecer que cierta sustancia, por ejemplo el mercurio en dilución no ponderal, tiene un efecto terapéutico estadísticamente significativo sobre una determinada patología, verbi gratia, la amigdalitis aguda supurada. ¿Qué habríamos demostrado con ello?
1-Que el mercurio es útil en la amigdalitis aguda supurada y
2-Que las dosis imponderables de mercurio son terapéuticamente activas.
Conclusiones ambas muy interesantes para los estudiosos del mercurio, pero que poco o nada dicen de la homeopatía. Porque no es eso lo que se trata de demostrar, sino:
1-Que el método homeopático de tratamiento, que consiste en la elección de los remedios de acuerdo a la semejanza dinámica de los síntomas del paciente con los de las patogenesias medicamentosas de manera individual y personalizada, es un procedimiento terapéutico útil y
2-Que cualquier medicamento administrado en dosis imponderables (conocidas como dosis homeopáticas) y de acuerdo al criterio anterior, es terapéuticamente activo.
Sería por tanto muy difícil concluir algo sobre la homeopatía con un experimento en el que no se ponen en juego los recursos propios del método.
Por el contrario, si establecemos la relación significativa de la experiencia entre enfermedad y tratamiento homeopático, entendiendo por tratamiento homeopático el que corresponda en cada caso individual, estaremos en condiciones de someter dicha experiencia a todos los controles necesarios y de extraer conclusiones definitivas de los resultados.
Para explicar el procedimiento recurriré a un ejemplo posible: tomemos un grupo clínico muy nutrido en la práctica, cual es el de los niños afectados de amigdalitis de repetición. Serán remitidos a la consulta homeopática desde los servicios de ORL, pediatría o medicina general. Si un diseño más pormenorizado de la experiencia lo aconseja, los médicos remitentes podrán ser instados a seleccionar a los pacientes de acuerdo a unos parámetros predeterminados (resultados de las pruebas reumáticas, frecuencia de los episodios, indicación quirúrgica, edad, zona de residencia, medio socio-cultural u otros).
En todos los casos, el médico remitente cursará un informe en el que deben figurar la anamnesis, los resultados de las pruebas y exploraciones realizadas, el diagnóstico, los tratamientos anteriormente aplicados, la evolución clínica (se podrán reseñar parámetros generales tales como rendimiento escolar, crecimiento, psicomotricidad, socialización, etc., lo que nos permititrá disponer de un índice del posible resultado del tratamiento homeopático a nivel general) y el pronóstico. Aquí comienza propiamente la experiencia, que constará de las siguientes etapas.
1-CONSULTA HOMEOPÁTICA: Recibido el paciente, el médico homeópata (en su caso el equipo de médicos) elaborará la historia clínica habitual en homeopatía y prescribirá el oportuno tratamiento en una receta que entregará al equipo de farmacia.
2-DISPENSACIÓN DE LA RECETA: Un miembro del equipo de farmacia, tras conocer la prescripción (supongamos que fuese Rhus toxicodendron 30CH, solo para ilustrar el ejemplo sin perder de vista que puede ser cualquier medicamento) tomará dos frascos idénticos de los que llenará uno con el medicamento activo y otro con placebo, los identificará aleatoriamente con un número o clave que anotará en su registro anotando el contenido de cada uno y los pasará a un segundo miembro del equipo de farmacia junto con la receta.
El segundo colaborador de farmacia (que ignorará el verdadero contenido de los frascos) etiquetará ambos de acuerdo a la receta, con dos etiquetas idénticas (en el caso que nos ocupa, Rhus toxicodendron 30CH) y utilizando de nuevo un método aleatorio, seleccionará uno de los frascos que entregará al enfermo, conservando registro del número o clave correspondiente.
3-REVISIONES: Dependiendo del tipo de patología sobre la que se pruebe el método, la duración del ensayo será mayor o menor. En el caso de nuestro ejemplo, un periodo mínimo de un año con revisiones mensuales será necesario para valorar la evolución en la frecuencia de las recidivas y eliminar falsos resultados por la influencia estacional. A partir de la segunda prescripción no intervendrá el azar: el primer miembro del equipo de farmacia se encargará de que cada enfermo reciba el tipo de tratamiento (placebo o activo) que recibió la primera vez; en el caso de ser activo podría ser el mismo que la primera vez u otro diferente, como es usual en la clínica homeopática. Para ello será necesario que el primer miembro del equipo de farmacia tenga acceso a los registros del segundo miembro, el cual debe saber que se va a forzar el azar a partir de la segunda prescripción por necesidades de la experiencia, pero no sabrá qué paciente recibe placebo y cual no. Sólo el primer miembro del equipo de farmacia (que nunca se relaciona con los pacientes) ha de tener esa información. Si esta precaución se considera insuficiente, puede hacerse intervenir a un tercer miembro que, con acceso a los dos registros, se encargue de forzar el azar a partir de la segunda consulta.
4-ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS: Concluida la experiencia, se confrontarán las historias clínicas con los registros de farmacia y podrá valorarse el efecto del tratamiento homeopático frente al placebo.
Como decía la principio, este protocolo de trabajo no mostrará la acción de un medicamento en concreto sobre una concreta patología, sino la eficacia que sobre esta pueda tener el método homeopático de tratamiento. Y cumple con todos los requisitos necesarios para que sea científicamente aceptable. Demostrará simultáneamente que cualquier medicamento administrado en dosis imponderables siguiendo las indicaciones del método homeopático es terapéuticamente activo.
Muchos de los medicamentos que los homeópatas utilizamos pertenecen o pertenecieron al arsenal terapéutico de la escuela alopática. Sustancias tales como la belladona el arsénico o el mercurio han contado con garantes más que autorizados entre los representantes de la escuela institucional; no necesitan de nosotros para demostrar que son activas.
Lo que los homeópatas defendemos no es el uso de tal o cual remedio. No preconizamos los medicamentos, sino una forma particular de utilizarlos. Es esa forma y no los propios medicamentos lo que está en cuestión. Y para responder a esa cuestión, la experiencia que propongo me parece necesaria y suficiente.
Es evidente que sólo la Universidad con sus medios materiales y su prestigio científico y ético puede tutelar y supervisar una experiencia semejante.
El Comité de Expertos, que en su día mostró una disposición abierta hacia nuestro método, no debería haber olvidado que los médicos homeópatas también somos universitarios. Negarnos la posibilidad de validar definitivamente tal condición equivale a rechazar la homeopatía, no porque sus resultados no sean científicamente verificables, sino simplemente porque no es homeopatía.
[1] En cursiva en el original.
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