La opción terapéutica de Bettine von Arnim (1785-1859). Ventajas de la homeopatía para una paciente del siglo XIX

Autor: Martin Dinges[1]
“Tengo la sensación de que un periodo sensitivo debiera preceder al desarrollo intelectual; por eso me he comprometido tan apasionadamente con la homeopatía. El sentimiento doloroso de una presión intelectual encuentra en ella al menos un alivio y una explicación, porque abjura de la coerción  médica, ni fontanelas, ni cura de cantáridas, ni sangrías periódicas, ni purgas, ni camisolas de lana, el hombre debe ser libre, de lo contrario no está sano; y una constitución sana debe conducir a un régimen (político) saludable, de otro modo él mismo está enfermo y una multiplicidad


de males se crean en su interior. Como ahora la homeopatía nos abre el
camino de no sufrir más bajo el dominio de un médico idiota y egoísta que te
chupa la sangre, espero que Dios permita que aparezca un ingenio homeopático que vaya sólo por la incitación a la disposición natural y por la vigorización
de ésta lleve a una constitución (política) bien organizada, que libere el
potencial del alma”.[2]
Esta opinión política sobre la homeopatía, que Bettine von Arnim expresaba en su carta al profesor y publicista liberal Adolf  Stahr (1805-1876) el 4 de abril de 1841, es estupenda.[3]  Él utilizaba hábilmente la palabra “constitución”, que puede denotar tanto la constitución corporal como la política, en un momento en el que no le fue dada una constitución al estado de Prusia. Según Bettine, la libertad es la condición de la salud.
Esta norma estaría en vigor tanto para el individuo como para la sociedad. Así
un régimen de salud política podría finalmente ayudar también a la salud del individuo.
Ella proponía que la libertad es la tendencia natural del hombre. Faltaría solamente activarla, de la misma manera que la homeopatía tiende a activar por medicamentos la fuerza vital del enfermo para curarlo. Según Bettine el paciente explotado por un médico ávido de dinero, cuyas “terapias heroicas” debe soportar por añadidura, no es libre. Estas terapias obligaban al enfermo a soportar como un héroe los tratamientos siguientes: mantener abiertas las heridas purulentas, sangrías repetidas y vaciados abruptos del intestino.

Los médicos de la época suponían que estas medidas servían a la salud. Ellos creían en el concepto, ya corriente desde la antigüedad, de que sólo el equilibrio de los cuatro líquidos del cuerpo humano garantizaría la salud. Trataban de arreglarlo con estas medidas, y exigían estos dolores a los enfermos con la mejor intención. Los homeópatas desaprobaban esta concepción humoral de la enfermedad y la salud, así como
los métodos terapéuticos correspondientes. En su lugar preferían la observación precisa de los síntomas de la enfermedad y era suficiente interpretarlos como signos perceptibles de causas más fundamentales. Ellos consideraban los síntomas como la única cosa que el médico puede conocer.
El concepto decididamente político, que tiene Bettina de la homeopatía, podría sorprendernos. Es la expresión  de la experiencia de la vida de esta autora y dama de sociedad Bettine von Arnim (1785-1859), una paciente muy particular del siglo XIX. Descendiente de la familia Brentano, unos adinerados banqueros de Frankfurt, se movía ya en su juventud en los mejores círculos de esta ciudad, como por ejemplo en la casa de Goethe.[4]  En el año 1835 publicaba un libro sobre su correspondencia con el mismo Goethe, lo que la hizo saltar a la fama. Su cuñado fue el ministro de justicia prusiano Friedrich Carl von Savigny (1779-1861).

En 1811, a la edad de 26 años, Bettine contrajo matrimonio con el poeta romántico Achim von Arnim y vivió con él en Berlín   hasta 1814.[5] En esa época se trasladaron, por falta de dinero y frustración política, a la hacienda Wiepersdorf (a 80 km. al sur de Berlín). Achim permaneció allí en parte por razones de economía, en parte a causa de su preferencia por la vida rural, mientras Bettine pasaba la mayor parte del tiempo junto con los niños en Berlín. Esta división del hogar fue la causa de una correspondencia matrimonial que se prolongó más de 20 años hasta la muerte
del marido en el año 1831. En las cartas se tratan muchos asuntos relativos
a la salud. Más tarde Bettine continuó  la correspondencia con sus hijos.
Particularmente después de la publicación de su libro sobre Goethe (1835),
Bettine tenía una casa abierta a gente muy diferente: atraía como un imán a
representantes de la literatura y a estudiantes. Durante los años 1840 republicanos, socialistas e incluso comunistas como Bruno Bauer fueron sus huéspedes.
La particularidad de esta historia de pacientes reside por un lado en lo
excepcional de la autora y por otro en la excelente transmisión (de fuentes históricas). Raramente disfrutamos de la ocasión de disponer de tantas informaciones relativas a una sola persona y las generaciones siguientes durante varios decenios, con respecto a las preocupaciones cotidianas de salud, desde la prevención hasta el papel del enfermo, sobre automedicación, redes de pacientes, desde percepción y utilización de la oferta médica hasta su crítica fundamental.[6]  Aquí vamos a considerar el compromiso de Bettine von Arnim con la homeopatía, principalmente desde el punto de vista de por qué y cómo un paciente se decide paso por paso por un sistema de curar no demasiado conocido en su tiempo. Solamente al final, y para abrir otra perspectiva, subrayaremos cómo esta mujer privilegiada ampliaba su campo de acción desde la esfera privada hasta el espacio público y político.
Bettine y Achim von Arnim observando el mercado médico
El interés médico de Bettine probablemente se vio fomentado en la tercera década de su vida, durante su estancia en Marburg y Landshut, cuando algunos estudiantes de medicina jugaban un papel importante en el círculo de sus amigos. También su futuro marido, Achim von Arnim (1781-1831) se había interesado por el magnetismo, que estuvo muy de moda durante la época en que él era estudiante.[7] En la correspondencia de los esposos, comenzada en 1811, estos temas fueron tratados tal como curas milagrosas y terapias útiles, pero también en relación con la salud y las enfermedades de sus siete niños, de amigos y parientes. Así Achim aconseja en 1820 a un pariente la aplicación del magnetismo. Al mismo tiempo él critica a Karoline Fischer, quien se comporta como médium despótico del teólogo Daniel Ernst Schleiermacher (1768-1834).[8]

Apreciaciones críticas de médicos codiciosos como el frenólogo Franz Joseph Gall (1758-1828) no son raras. Según nuestros corresponsales, “Gall utilizó a un niño enfermo más como fuente de dinero para su propio bienestar (…) que  para tratar de mejorar su salud”.[9] Bettine criticaba en 1822 las curas heroicas corrientes con una pieza de paño, cuando el médico tratante lo quemaba sobre la piel del niño Karl von Brentano (…) para desviar una inflamación de los órganos internos.[10]

Al comienzo de los años 1820 Bettine relata, estando en Wiepersdorf, a propósito del médico del pueblo, Lorenz Schönwalde, que visitaba algunas veces a sus niños cuando estaban enfermos, que sus medicamentos les gustaban y ayudaban.[11] Desde el punto de vista de la madre era importante, que los niños tomasen los remedios gustosamente. La familia Arnim tenía una farmacia casera, para que Bettine encargara de vez en cuando reabastecimiento, por ejemplo, mostaza e infusiones.[12]

Bettine debía resolver los problemas de lactancia de su hijo pequeño Friedmund en 1815 en Wiepersdorf sin médico, porque el médico estaba de viaje. Pero en verdad ella quería obtener tan sólo la confirmación de su propia diagnosis, que era de hongos en la lengua del niño. Ya tenía una idea de la medicación recomendada por una conocida de nombre (Stoltzenhain): el azafrán sería útil para tratar los hongos. Bettine comprobó esta recomendación en un libro sobre medicina doméstica, consultó a unas “campesinas”, quienes confirmaron la indicación por experiencia propia, y aplicó el remedio. Al segundo ensayo tuvo éxito: Friedmund empezó a mamar de nuevo y sobreviviría.[13] En esta cultura médica del campo, la autoayuda y el conocimiento de medicamentos caseros jugaban un papel importante.
Recomendaciones de laicos debían sustituir al médico de vez en cuando ausente; pero Bettine, como dueña de la hacienda, lo consultaba a veces tan sólo para hacerle confirmar su propia opinión.
Enfermos tan conscientes de sí mismos observaban además minuciosamente el
mercado médico en el que ninguna tendencia médica podía ser considerada superior a otra. Así Bettine no podía creer en la realidad de la curación por la oración del filósofo católico y médico (¡) Karl Joseph Windischmann (1775-1859), desde 1818 profesor en la universidad de Bonn, realizada por el cura católico y curandero Príncipe Alexander Leopold von Hohenlohe (1794-1849) en 1821.[14] Se trataba de un problema ocular.

 

Sea la razón el escepticismo de Bettine frente a toda exaltación religiosa, especialmente en el catolicismo, o su sentido común, su apreciación demuestra que prefería métodos racionalmente comprensibles.
También Achim hace solamente mención de un curandero milagroso en la ciudad de Torgau, porque allí los médicos se hacen pagar muy bien su licencia para tratar.[15] Los dos criticaban siempre un mercado que estaba lleno de resonancias de avidez por el dinero y de griterío. Así la homeopatía aparece por primera vez en la correspondencia el 29 de junio 1824 con una mención a la “persecución de Hahnemann y de sus discípulos”. En esta carta Achim percibe al fundador de la homeopatía, al médico, doctor de universidad y farmacéutico Samuel Hahnemann (1755-1843) de entrada como representante de una minoría médica perseguida. La persecución le recuerda Achim las disputas ruidosas a propósito del pastor Grabe de Berlín: había “el mismo elogio y la misma persecución”. Achim, como observador crítico del mercado médico, nota que se utilizan los mismos métodos para defenderse tanto de los innovadores de dentro de la medicina académica como de los curanderos laicos.
Al mismo tiempo Achim se encontró en Leipzig con un amigo que era seguidor de
Samuel Hahnemann. Se trata del consejero de Estado Adam von Müller (1779-1829), embajador de Austria desde 1819 en Leipzig.[16] Él informaba sobre la feliz curación del duque Ferdinand von Anhalt-Köthen (1769-1830), ciudad donde el mismo Hahnemann se había establecido en esa época.[17] De estas conversaciones Achim había sacado la idea de que Hahnemann curaba sobre todo con un extracto de manzanilla muy diluido. La intervención de von Müller junto al duque había contribuido de manera decisiva para autorizar a Hahnemann a producir por su cuenta y vender medicamentos a los pacientes, sin mediación de los farmacéuticos.[18] Desde el punto de vista de Hahnemann, este derecho era imprescindible para garantizar la calidad del tratamiento homeopático, pero también para sus propios ingresos. Con este derecho (de dispensar) Hahnemann se procuraba grandes ingresos suplementarios y se apropiaba de una parte del mercado de los farmacéuticos.
Este hecho alegraba al consejero de Estado von Müller: suponía que eso haría superfluos a muchos farmacéuticos. El ahorrativo Achim notaba que toda la farmacia de Hahnemann valía sólo cinco florines. Le impresionaba que su régimen dietético estuviese bien razonado. Durante una cura homeopática el paciente debía renunciar a todo aquello que produjese efectos contrarios a los medicamentos. La esposa del embajador Müller consideraba tales limitaciones como inaceptables. Sin embargo, él consideraba eficaz su cura homeopática.
La pareja Arnim se interesó por la terapéutica de Hahnemann por múltiples razones: parecía ser eficaz contra las enfermedades de sus amigos, integraba una buena dieta en el concepto terapéutico, subrayando así la importancia de la dietética en el sentido general, y no era costosa.
Transcurrió sólo medio año hasta que, en febrero 1825, Achim recomendó a su cuñado Friedrich Carl von Savigny (1779-1861), miembro del consejo de Estado de Prusia, ir a consultar al mismo Hahnemann en Köthen (a 170 km de Berlín), ya que todos los demás tratamientos habían resultado ineficaces.
Achim opina que “particularmente Savigny, que puede adaptar su tren de vida tan exactamente a las prescripciones médicas, se curaría con este método a fondo y muy fácilmente”.[19] Achim le aconseja además de que aplique sanguijuelas, que ponga moscas españolas  en la columna vertebral y que se abstenga de las reuniones aburridas del consejo de Estado. Evidentemente coma Achim von Arnim tiene para entonces una visión un poco más precisa del método de Hahnemann.

 

Lo consideraba como particularmente idóneo para pacientes disciplinados, pero aconseja la aplicación en paralelo de otras medidas como era corriente en la época. Como paciente, él sigue la divisa de que “un cosido doble resiste mejor”.
Después de una interrupción de casi tres años, la homeopatía reaparece en el mes de marzo de 1828 en la correspondencia. Para ese momento toda la familia
Arnim y una parte de los parientes de von Arnim en Berlín están siendo tratados por el médico homeópata Friedrich Georg Necher (+1856).[20] Bettine escribe: “[…] después de que el doctor Necher curase completamente a la [señora] Stob y mejorase mucho a Bettina, finalmente ha tenido éxito primero en cambiar la enfermedad de Savigny, y segundo en que desde hace ocho días él ya no siente ningún dolor, sólo persiste un cansancio en lugar de sus dolores. […] Necher no lo considera [a Savigny] curado, pero insiste en que va curarlo”.[21] Son la curación completa de una conocida, la mejoría de la
ahijada de Bettine con el mismo nombre (1805-1835), así como la mejora
evidente del estado de salud de su cuñado, lo que convence a Bettine, junto a una promesa decidida de curar.
También la precisión que el nuevo método demuestra durante el episodio siguiente: su médico de cabecera de muchos años, el aficionado al magnetismo de Mesmer y profesor de la universidad de Berlín, Karl Christian Wolfart (1778-1832), quería engañar al homeópata. Wolfart daba a Bartholomäus Fischenich (1768-1831) los medicamentos homeópáticos prescritos por Necher en una dosis demasiado grande. Eso produjo malos resultados. Necher pedía explicaciones a Wolfart quien se comportó en la situación, según Bettine, “como un escolar o un chiquillo”. La intención de Wolfart de comportarse astutamente para demostrar la nulidad de la teoría de las dosis homeopáticas chocó contra un médico tan competente como Necher.


Convencido del valor superior del homeópata Necher, Bettine proporcionó sin demora una nueva paciente (la señora Kuberg). Su compromiso iba a más. Puesto que su conocido de muchos años, Meusebach (1781-1847), vivía demasiado lejos del médico Necher, ella facilitaba la correspondencia entre ambos. Como probablemente Bettine no se limitaba a transferir las cartas, debemos suponer, que se iba familiarizando con la enfermedad y con las prescripciones de Necher. Así ella se abría paso en la terapéutica homeopática. En los meses que siguen observa minuciosamente los resultados logrados por este médico en el tratamiento de muchos pacientes, parte de ellos enfermos de muchos años,  y se lo cuenta a su marido.[22]

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La partida de Necher de Berlín, para acompañar a su duque produjo un “lamento de todos los enfermos”. Esto fue otra ocasión para que Bettine se formase su imagen del buen médico”: ella considera positivo que Necher “ha distribuido 300 medicamentos sin aceptar ni un céntimo de ninguno”. Bettine lo describe como “hombre de carácter muy agradable y amable (…) entre todos el filántropo más ardiente, sin dudar de su ciencia como médico, gozando del  más noble equilibrio, y cuyo único defecto era tener un corazón demasiado blando”.[23] Este retrato del médico románticamente estilizado demuestra la importancia de las cualidades del carácter y de la persona del médico para esta paciente. Tales atributos jugaban en la época un papel más “importante” que en nuestros días para escoger un curandero o médico porque ninguna de las terapéuticas presentes en el mercado podía ser considerada como sobresaliente, por ejemplo, por su
fundamento científico. Con esta descripción Bettine nos proporciona a la vez una contra-imagen de los médicos ávidos de dinero descritos anteriormente en
su correspondencia.
Consecuentemente ella utiliza ahora por primera vez sus relaciones para
ayudar a un médico homeópata. En el mes de mayo daba a Necher una
recomendación escrita para ser recibido de por J.W. Goethe (1749-1832), en la que se encuentra la ya citada caracterización de este médico. Bettine aprovecha también la ocasión para hacer propaganda de la homeopatía ante este pontífice de la literatura alemana de la época conocido personalmente por ella desde hacía décadas.[24]
Después de la vuelta de Necher a Berlín, en agosto 1828, Bettine relata sus curas parcialmente eficaces, parcialmente sin resultado.[25] Ella le consulta también para un pariente que vive a 600 km de Berlín, en Frankfurt.[26] Intenta ayudar a la convalecencia de su hijo de dieciséis años por con un “cambio de aires” y quiere enviarlo con su marido al campo.[27] Prescribe de forma autónoma medidas dietéticas y no se limita exclusivamente a las medidas ordenadas por el médico.
A finales de mayo de 1829, Bettine relata a Achim una experiencia decisiva de lectura. Ella había descubierto un libro, la principal obra de Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía, el “Órganon del arte de curar”, que trata de los fundamentos de la homeopatía.[28] Cabe  señalar el hecho de que él estaba más interesado de manera teórica en la homeopatía, mientras que ella tendía más a las aplicaciones prácticas. En todo caso Bettine leyó el libro “con enorme interés”, y decidió inmediatamente no vacunar a su hija Gisela (1827-1889) durante la dentición. Justifica así esta decisión: “Dios me la guardará unos años más en buena salud; las muchas [malas] experiencias que la gente tiene con las vacunaciones, que se producían parcialmente también con nuestros niños, no invitan [a vacunar] “.[29]
Después de su lectura, Bettine tomó directamente una decisión práctica
contra la vacunación de su hija de 21 meses. En el Órganon, Hahnemann trata desde el punto de vista teórico el desplazamiento de la viruela por la vacunación, sin rechazar esta última. Si de una manera u otra la decisión de Bettine está ligada a su lectura del Órganon, podría ser que diferentes informaciones de enfermedades problemáticas ligadas a la vacunación la hubiesen irritado.[30] En todo caso Hahnemann volvió a confirmar las mismas reservas mentales que ella había expresado siete años antes. Ya en
marzo de 1822 los esposos Arnim habían discutido cuestiones relativas a la vacunación.
Entonces Bettine quería vacunar a su hija de cuatro años, Maxe (1818-1894), tan
pronto como mejorase el tiempo.[31] Su marido Achim, siempre pensando en sus economías, le aconsejaba vacunar inmediatamente a la hija Armgart (1821-1880) de un año de edad. Eso libraría a los padres de una preocupación. Un poco irónico, él respondía a las reservas de Bettine: la primera dentición ya estaba terminada “y si uno quiere esperar a la última, debería posponer la vacunación treinta años más”.[32] Pero ahora, en el año 1829, Bettine se apropiaba la lectura de Hahnemann como confirmación deseada de su posición, para imponerse en el asunto de la vacunación contra Achim.[33]
El mes siguiente de su lectura del Órganon, que tanto la había impresionado, Bettine informa sobre un nuevo homeópata como médico de cabecera, el Doctor Gottfried Wilhelm Stüler (1798-1838). Este cambio era obligado después de la partida de Necher que debía acompañar a su Príncipe a Lucca. Las buenas experiencias con el primer médico homeópata, y eventualmente los nuevos conocimientos teóricos de Bettina sobre la homeopatía, fortalecían su preferencia por esta terapéutica. Esta preferencia no le impedía seguir consultando a Wolfart.[34]  El nuevo médico homeópata convenció a Bettine por una rápida curación de su empleada, que parece haber recibido el mismo tratamiento médico que la familia.[35] Bettine describe así las ventajas de Stüler: “Él me gusta más que Necher, es modesto, sincero”.  Diferenciándolo del originalmente muy elogiado Necher, la modestia surge como un rasgo deseado de carácter en su modelo de médico.
El nuevo médico de familia, Stüler, convence también por sus esfuerzos para curar a unos enfermos particularmente difíciles como la esposa melancólica de Schinkel (1782-1861), que estaba llena de desconfianza hacia la homeopatía.[36] Su reputación ya no sufrió por el fracaso al tratar a un hombre joven (Egloffstein). Bettine captaba de manera sistemática pacientes adicionales para su médico homeópata. Así, su conocido de muchos años, Fischenich, quien había asistido en 1792 a Friedrich Schiller (1759-1805) durante su grave enfermedad, declaraba “bañado en lágrimas que deseaba utilizar la homeopatía otra vez”.[37]  Bettine comentaba: “Sus viejos prejuicios son como serpientes lernaicas : cuando se las decapita, incluso cuando están enterradas, resurgen”. A veces la propaganda para ganar nuevos pacientes ocasionaba graves problemas a Bettine:  Madame Schinkel se hacía la loca algunos días y pretendía que  Bettine y Stüler habían intentado envenenarla. Bettine califica eso de malicia histérica, que la hace estar “completamente enferma”.
Puede parecer sorprendente que, desde la aparición del homeópata Necher, la familia Arnim de Berlín consultara como cosa natural a dos médicos de diferentes orientaciones médicas en paralelo. Desde 1829, Bettine denominan a ambos médicos -Wolfart y Stüler- como “médico de cabecera”, lo que significa que durante los cuatro años hasta la muerte de Wolfart (1832) existía una asistencia doble. En este caso concreto la razón era, que Stüler reivindicaba en el inicio de su práctica en Berlín que el paciente
conservase a su médico de familia habitual. Stüler trataba tan sólo enfermedades específicas y, como medico recientemente llegado, no quería provocar a los competidores en un mercado lleno con 250 médicos.[38] La familia acomodada von Arnim utilizaba la oferta médica intensivamente y estaba dispuesta a pagar a dos médicos de cabecera. El homeópata empezaba como especialista suplementario.
En tal constelación los pacientes obtienen una posición más independiente de
los médicos, pues ellos podían en principio escoger siempre entre dos opciones, lo que hacían de vez en cuando.[39] Tal grado de autonomía respecto al médico era corriente en pacientes de la clase alta. Pero eso se encuentra también en enfermos menos acomodados, quienes se procuraban, al menos en determinadas ocasiones, una segunda opinión médica. Así, un paciente de Hahnemann pedía, en un asunto importante para él, la opinión de un médico mesmerista.[40] Esta orientación médica basaba su concepto terapéutico en la utilización del magnetismo natural en el cuerpo humano.

Wolfart, el médico de cabecera de Bettine durante muchos años, era también
médico mesmerista. Se observa algunas veces que los pacientes recurren en paralelo a mesmeristas y homeópatas. El mismo Hahnemann había integrado desde la tercera edición del Órganon (1824) un comentario decididamente positivo sobre el mesmerismo y hacía mesmerizar a algunos pacientes en su lugar de residencia, Köthen, por una persona que actuaba como médium.[41]  No es imposible que Bettine, después de la lectura del Órganon se sintiese autorizada a recurrir paralelamente al homeópata y al mesmerista. En todo caso, ella misma tomaba finalmente también los medicamentos en polvo de Stüler, quien ganaba “cada vez más su confianza”, puesto que “él había liberado rápidamente a [su hijo] Friedmund de su fiebre”.[42] Esta carta es una de las raras pruebas de que Bettine utilizaba medicamentos homeopáticos para su propio uso.

En 1830 otra “curación con éxito” podría haber confirmado su preferencia por la homeopatía. Sus dos hijas mayoras vivían con parientes en Rödelheim no lejos
de Frankfurt am Main. En la hacienda de la familia se propagó –primero entre los empleados, después entre los niños- el tifus. El estado de salud de Maxe se degradaba tanto que fue llamada su madre, la cual se encontraba en ese momento en Bad Brückenau (a unos 110 km. de Rödelheim). Bettine insistía en recurrir a un médico homeópata, que fue mandado de Hanau,  a 25 km. de Rödelheim. Su hija sobrevivió, mientras que el primo de Maxe, Franz Brentano, murió. Había sido tratado de manera alopática con grandes cantidades de medicamentos y de sanguijuelas.[43] Bettine probablemente atribuía la curación de su hija a la homeopatía.
Por el contrario, su esposo Achim continúa con su escepticismo hasta el fin de su vida. En 1824 el consejero de Estado y cónsul general de Austria en Leipzig (1815-1827), Adam von Müller (1779-1829), ya conocido de Achim desde 1807, había exclamado, eufóricamente, que “con un poco de manzanilla podrían ser curados tantos hombres, que muchos farmacéuticos estarían de más”.[44] Achim añadía irónicamente que también “existiría demasiada manzanilla en el mundo”. En cuanto  al descubrimiento de una fuente milagrosa en Aussig, no lejos de Mühlberg, él opinaba en 1828, una vez probada el agua, que tenía sólo el gusto “del corcho que antes cerraba una botella de aguardiente”: “Según Hahnemann el agua debería ser eficaz porque no contiene nada”.[45] Evidentemente Achim tenía problemas para aceptar la idea de que los medicamentos homeopáticos, dados en pequeñísimas cantidades, podrían ser eficaces. Hahnemann había descubierto las diluciones en su consulta, empíricamente, al observar que cantidades más pequeñas del medicamento producían muchas veces mejores resultados que otras mayores. De esta manera experimentó con dosis cada vez más pequeñas hasta el fin de su vida. El polvo de substancias de plantas, animales o minerales fue diluido en un líquido y agitado fuertemente. Hahnemann suponía, que este procedimiento “dinamizaba” las fuerzas medicinales inherentes, y como consecuencia fortalecía los remedios. De ahí deriva la noción de potentización, que significa strictu sensu “hacer más fuerte”. Esta interpretación, que también en nuestros días supone un problema para mucha gente con formación científica, irritaba evidentemente a Achim von Arnim.

En todo caso, la homeopatía le interesaba tanto que en el mes de Mayo de 1829 se
hizo conseguir el Órganon. Lástima que, a diferencia de lo que ocurrió con Bettina, no sepamos nada de sus impresiones sobre la lectura. Pero en la biblioteca aún existente se encuentra otro libro de intención más practica, del autor Carl G. Chr. Hartlaub (1836) der “Kurze Abriß der homöopathischen Methode zur Belehrung für Laien” [Resumen del método homeopático para laicos], publicado el mismo año. Achim, Bettine o ambos se interesaban tanto por la aplicación practica de la homeopatía en la vida cotidiana, que compraban libros suplementarios. Las experiencias propias de Achim con la homeopatía y con el médico G.W. Groß (1794-1847) en Jüterbog, recomendado por el médico de familia Dr. Stüler no fueron tan alentadoras.[46] Achim escribía en Agosto de 1829 desde Wiepersdorf: “Sea el efecto de este polvo [homeopático], que actualizaba el mal ya casi olvidado en mi articulación del pie o el efecto del clima, no importa, desde la ultima noche soporto dolores; en consecuencia, retrasaré aún unos días mi viaje a Berlín, previsto para mañana, para no impedir el efecto de este método de curar, aunque ya no tengo gran confianza en él”.[47] Sin embargo, esperaba que mejorase su estado. De todos modos Achim utilizaba, como antes Bettine, sus conocimientos de homeopatía, para liberarse de las obligaciones de la familia y de la sociedad de Berlín, y poder así continuar trabajando tranquilo en su hacienda. En su carta alude al efecto esperado de una medicación homeopática bien escogida, el agravamiento inicial. Los homeópatas suponen, que el medicamento bien escogido, al producir los síntomas más semejantes a la enfermedad del enfermo, debe empeorar un poco su estado, o dicho de otro modo, que el medicamento agrave la enfermedad. Así provocado, el cuerpo se restituye a continuación más rápidamente gracias a su fuerza vital, la dynamis. Achim explícitamente no cree en este concepto, pero utiliza su conocimiento teórico para agrandar su espacio de libertad personal.
Dos semanas antes de su muerte, en enero de 1831, Bettine le conjuraba en vano para que no fuese tan parsimonioso e hiciera venir al médico.[48] En aquella ocasión ella elogiaba las exitosas curaciones de su médico Stüler y rogaba a Achim,  que hiciese venir el médico homeópata Groß desde Jüterbog, a sólo 20 kilómetros de Wiepersdorf. Así invitaba a Achim a que le escribiera.

Evidentemente ella ya contaba con la resistencia de su marido, que había preferido en 1828, durante una escarlatina, beber “tisana de lila y polvo para transpirar” ordenada por el otro médico de familia, el mesmerista Wolfart. Achim explicaba que también a los hacendados vecinos Kessler les habían hecho efecto “la lila y el buen Dios”, y todos se habían recuperado cuatro días mas tarde.[49] Achim murió en 1831 al a la edad de 50 años de un inesperado ataque de nervios y naturalmente no podemos saber si cualquier médico hubiera podido ayudar efectivamente a en la época.

Conclusión

En conclusión la madre de familia Bettine von Arnim observaba con cuidado, durante los años 1820, como una paciente muy independiente, el mercado médico regional. Ella utilizaba selectivamente las ofertas médicas. Curaciones milagrosas, terapias duras y médicos ávidos de dinero no le gustaban, ella prefería procedimientos racionales, medicamentos agradables y médicos filántropos. Bettine y Achim se hicieron en 1824 una primera imagen muy laica de la homeopatía. Los “éxitos terapéuticos” en su círculo social próximo fueron argumentos suplementarios en favor de la homeopatía. Bettine y Achim recomendaban muy pronto el médico homeópata a otros pacientes. Para Bettine la lectura del Órganon eventualmente confirmaba sus observaciones de éxitos prácticos, porque la teoría los hacía más plausibles. No se puede constatar otro efecto de la lectura. Bettina utilizaba sus nuevos conocimientos para decidir la cuestión de la vacunación. Pero más que la teoría fue la observación práctica lo que había convencido a Bettine.

Achim por su parte seguía siendo muy escéptico: las curaciones en su familia, interpretadas por Bettine como éxitos de la homeopatía, le convencían mucho menos; sus propias experiencias con un médico homeópata no fueron tan convincentes. Tampoco podía aceptar la teoría de Hahnemann referente a la posología de la pequeñísimas dosis. Menos interesado por los éxitos prácticos y más por el fundamento teórico del método, este problema dejaba de ser central para él. No es imposible que su apreciación más crítica de la homeopatía se debiera a su manera más teórica de manejar los saberes, un comportamiento muchas veces atribuido a los hombres en general.

Con más tiempo podríamos tratar de la continuación del compromiso de Bettine von Arnim a favor de la homeopatía después la muerte de su marido: como hacendada, ella procuraba medicamentos homeopáticos a sus campesinos y a las familias de éstos. En Berlín ella participó en acciones (1831) de asistencia a los pobres e incluso distribuyó medicamentos homeopáticos durante la epidemia de cólera. A diferencia de los médicos de su época pretendía que tendrían incluso un efecto profiláctico. Las corporaciones de artesanos le agradecieron su compromiso públicamente una vez terminada la epidemia. Más tarde apoyó a un curandero de Suiza -pretendidamente médico- que procuraba asistencia médica a los más desheredados en los primeros bloques de viviendas de Berlín.

En uno de sus libros, basado en una correspondencia, utilizaba la ocasión para hacer –de paso- publicidad a favor de la homeopatía.

Así ella se conquistó paso a paso espacios de acción pública, que normalmente habían estado más o menos cerrados para las mujeres. De este modo hizo un largo camino en el desarrollo de su compromiso práctico y público con un método de curar, antes de llegar a las apreciaciones políticas sobre la homeopatía, citadas en el inicio de esta ponencia.

Para la elección del medicamento durante el cólera ella se consideraba tan capaz como un médico. También se presentaba como médico. Así reivindicaba un reconocimiento público para su competencia como curandera laica, que ejercía en el interior de su familia, para sus hijos adultos, su nuera e incluso su nieto.  En este sentido la decisión de Bettina en favor de una específica dirección médica está ligada a un proceso personal de emancipación como mujer, que quiere inscribir finalmente en el proceso de emancipación del pueblo de Prusia de su monarca demasiado poco iluminado. En última instancia ella contempla también la emancipación del paciente del mal médico. Por lo que a ella respecta, pretende ser, como curandera homeopática, mejor que los médicos.

[1] Martin Dinges es doctor en filosofía, profesor de la Universidad de Mannheim, historiador especializado en medicina y muy particularmente en homeopatía y vicerrector de investigación del Institut für Geschichte der Medizin der Robert Bosch, de Stuttgart.. Reconocido conferenciante internacional, aportó esta interesante ponencia a las Primeras Jornadas de Medicina y Filosofía de la Universidad de Sevilla.. Hoy, con su permiso expreso y mi expreso agradecimiento, la publico en Homeopatía-on-line. Doctor Emilio Morales

[2] Ludwig Geiger (Ed.), Aus Adolf Stahrs Nachlaß. Briefe von Stahr nebst Briefen an ihn von Bettine von Arnim, 2. ed. Oldenburg 1903, 81.

[3] Freies Deutsches Hochstift, Herzhaft in die Dornen der Zeit greifen… Bettine von Arnim (1785-1859), Frankfurt/M. 1985, 131 (=FDH).

[4] Hartwig Schultz, Die Frankfurter Brentanos, Stuttgart 2001.

[5] FDH, 63 seq.

[6] Eberhard Wolff, Perspectives on Patients’ History. Methodological Considerations on the Example of Recent German- Speaking Literature, Canadian Bulletin of the History of Medicine, 15 (1998), 207-228; Michael Stolberg, Stolberg, Michael, Homo patiens. Krankheits- und Körpererfahrung in der Frühen Neuzeit, Köln 2003; cf. Martin Dinges (ed.), Men’s bodies ‚explained‘ on a daily basis in letters from patients to Samuel Hahnemann (1830-1835), in: M. Dinges (ed.): Patients in the History of Homoeopathy, Sheffield 2002, 85-118. Same, Männlichkeitskonstruktion im medizinischen Diskurs um 1830. Der Körper eines Patienten von Samuel Hahnemann, in: Jürgen Martschukat (ed.), Geschichte schreiben mit Foucault, Frankfurt M. 2002, 99-125.

[7] Werner Vordtriede (ed.), Achim und Bettina in ihren Briefen, 2 vol., Frankfurt/M. 1961, vol. 1, 219.

[8] Vordtriede, 244, 219.

[9] Vordtriede, 325 (1821).

[10] Vordtriede, 354.

[11] Vordtriede, 32,35.

[12] Vordtriede, 35 (1815).

[13] Vordtriede, 22 (1815).

[14] Vordtriede, 312 (2.9.1821); Stephan Baron von Koskull, Wunderglaube und Medizin. Die religiösen Heilungsversuche des Fürsten Alexander von Hohenlohe in Franken 1821-1822, Bamberg 1988.

[15] Vordtriede, 444 (Mai 1824).

[16] Vordtriede, 456 (1824).

[17] Cf. Kathrin Schreiber, Samuel Hahnemann in Leipzig, Stuttgart 2002, 175 f.

[18] Richard Haehl, Samuel Hahnemann. Sein Leben und Schaffen, 2 vols, Leipzig 1922 vol. 1, 130; vol 2, 132.

[19] Vordtriede, 515 (13.2.1825).

[20] Ref. a Georg Friedrich Necher, nacido en Melnik, Böhmen, desde 1826 médico del duque en Lucca, llamado Giorgio Necker, cf. Alberto Lodispoto, Storia della omeopatia in Italia: storia antica de una terapia moderna, Rom 1987, 242 f.

[21] Vordtriede, 715 f. (4. März 1828).

[22] Vordtriede, 723 (15.3.1828); 725 (19.3.1828).

[23] Carl Schüddekopf, Oskar Walzel (Hg.), Goethe und die Romantik. Briefe mit Erläuterungen, Weimar 1999, 196.

[24] Max Friedlaender (ed.), Bettina von Arnim, Goethes Briefwechsel mit einem Kinde, Teil 3, Berlin 1920, 245 ff.

[25] Vordtriede, 755 (25.8.1828).

[26] Vordtriede, 767 (28.9.1828).

[27] Vordtriede, 794 (11.4.1829).

[28] Samuel Hahnemann, Organon der Heilkunst 4. Auflage, Dresden 1829

[29] Vordtriede, 802 (25.5.1829).

[30] Samuel Hahnemann, Organon-Synopse: Die 6 Auflagen von 1810-1842 im Überblick (ed . por Bernhard Luft, Mathias Wischner, Heidelberg 2001, indica los lugares en que Hahnemann trata de la supresión de enfermedades por la vacunación; las diferencias entre la tercera y la cuarta edición son mínimas.

[31] Vordtriede, 353 (20.3.1822).

[32] Vordtriede, 358 (27.3.1822).

[33] Cf. Konstanze Bäumer/ Hartwig Schultz, Bettina von Arnim, Stuttgart, Weimar 1995, 56 f.

[34] Al menos hasta el final de la coresponencia con Achim en 1831.

[35] Vordtriede, 808 (5.6.1829).

[36] Vordtriede, 811, 814.

[37] Vordtriede, 817 (14.7.1829), alli tambien lo siguiente cf. 716.

[38] Nekrolog. D. Gottfried Wilhelm Stüler, in Archiv für die homöopathische Heilkunst 17 (1838), 207-212, 206.

[39] Cf. El tratamiento sin éxito durante 14 días del hijo Kühnemund, en el año 1830, Vordtriede, 866/7. El mismo Stüler, antes de su muerte en 1838, se hacía tratar por su asistente Melicher, por Reisig e incluso por un médico alópata. Melicher consultaba otro médico homeópata Groß, s. Gr[oß], Todesfälle, in Allgemeine homöopathische Zeitung 13 (1838), 192.

[40] Vgl. Dinges, Männlichkeitskonstruktion, 117 ff.

[41] Renate Wittern, Zum Verhältnis von Homöopathie und Mesmerismus, in: Heinz Schott (ed.), Franz Anton Mesmer und die Geschichte des Mesmerismus, Stuttgart 1985, 108-115, 112; Heinz Eppenich, Samuel Hahnemann und die Beziehung zwischen Homöopathie und Mesmerismus, Klassische Homöopathie 4 (1994), 153-160. Para el uso que hacía Hahnemann del mesmerismo en su propia práctica: Thomas Genneper, Als Patient bei Samuel Hahnemann. Die Behandlung Friedrich Wiecks in den Jahren 1815/1816, Heidelberg 1991, 92 (el 33% de este tratamiento fue mesmerismo); Samuel Hahnemann, Krankenjournal D 34. Kommentarband von Ute Fischbach-Sabel, Heidelberg 1998, 120 seq. (sobre las posiciones variables de Hahnemann a propósito del mesmerismo en el Órganon); Reinhard Hickmann, Das psorische Leiden der Antonie Volkmann. Edition und Kommentar einer Krankengeschichte aus Hahnemanns Krankenjournalen von 1819-1831, Heidelberg 1996, 406.

[42] Vordtriede, 873 (16.7.1830).

[43] Vordtriede, 879, 887, 895 (1830).

[44] Vordtriede, 456 (1824); Ref a Adam [von] Müller: Ulrike Landfester, Selbstsorge als Staatskunst. Bettine von Arnims politisches Werk, Würzburg 2000, 288 seq.

[45] Vordtriede, 736.

[46] Sobre Groß ver Haehl, Hahnemann, vol.. 1., 413 seq.

[47] Vordtriede, 836 (30.8.1829).

[48] Vordtriede, 928 (18.1.1831).

[49] Vordtriede, 724..

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