Los “nuevos” médicos homeópatas

Últimamente se han estado produciendo noticias sorprendentes que convulsionan el mundo de la homeopatía y que ya parecen amainar. Por eso conviene ahora ir a las reflexiones tranquilas, a la revisión de lo acontecido que, si Dios no lo remedia, volverá a acontecer.

Si repasamos la biografía del fundador, podremos comprobar que, desde el descubrimiento de la homeopatía, su vida fue una sucesión interminable de episodios de ese tipo: persecuciones, descalificaciones, ataques, intentos de ilegalización, en fin, de todo. Los farmacéuticos y una parte de los médicos no querían a Hahnemann ni su descubrimiento. Ni sus éxitos terapéuticos. Pero Hahnemann era duro, correoso, pertinaz y padecía un apego irreductible a la verdad. Si se hubiera tratado de otro, seguramente sus detractores habrían acabado con la homeopatía. Pero se trataba de Samuel Hahnemann. Con sus defectos humanos, sin duda. Pero inasequible al desaliento, al cansancio, a la presión. El hombre que hizo suya hasta la médula de los huesos la máxima de Kant: “aude supere”. Atrévete a saber. Y vaya si se atrevió. Logró, en el transcurso de unos pocos años, descubrir y poner al día un método terapéutico completo. Y no sólo eso, también consiguió, con la ayuda de algunos discípulos, que ese método se extendiese por todo el mundo. Lo logró merced a una inteligencia portentosa, una disciplina férrea y una intuición a toda prueba.

Hoy me gustaría invitaros a la lectura de los parágrafos 22, 23 y 24 del Órganon, así como los parágrafos 58 al 62 y el 69. Sé que a muchos os aburre leer el Órganon, pero haced un esfuerzo, por favor, no todo van a ser manuales terapéuticos. Una vez leídas estas páginas yo os pregunto si desde que fueron escritas hasta ahora ha cambiado algo sustancial en los métodos terapéuticos. Os pregunto si la paliación (o supresión), salvo en casos estrictamente necesarios, se ha convertido de repente en algo bueno. Os pregunto si, exceptuando la antibioterapia en ciertas infecciones bacterianas agudas, la medicina ordinaria prescribe algún medicamento que no sea paliativo. Olvidaos de la cirugía reparadora, de los cuidados intensivos y de todas las cosas indudablemente buenas que la tecnología ha aportado a la última medicina y que es patrimonio común, porque no estamos hablando de eso, sino tan sólo del tratamiento farmacológico de enfermedades. Decidme pues si la medicina ordinaria ha dejado de paliar, porque si así fuera no tendrían que prescribir sus cápsulas cada ocho horas o cada veinticuatro o cada seis indefinidamente. Si hubiesen dejado de paliar, los tratamientos serían limitados en el tiempo y terminarían con la curación del paciente. La respuesta es que no, que no han dejado de paliar. Y esto nos lleva a una de las cosas con que nos estamos encontrando estos días y sobre la que quiero hoy llamar la atención. Me refiero a esa nueva imagen del médico homeópata que nos quieren vender, que ahora se presenta como un médico alópata que “también” prescribe homeopatía. Ciertamente, los médicos homeópatas provenimos de las facultades de medicina, pero en el momento en que descubrimos y entendimos la homeopatía dejamos ipso facto de ser alópatas y, en general, comenzamos a prescribir exclusivamente homeopatía. Quiero detenerme de nuevo para procurar que se me entienda bien: no negamos la indudable eficacia de los modernos métodos de diagnóstico, de la cirugía reparadora, de las técnicas y procedimientos de soporte vital, etc. Tales casos los dejamos en manos de aquellos que los manejan con la debida pericia. Insisto en que cuando utilizo el binomio homeópata-alópata (y enantiópata) jamás me refiero a todos esos recursos de gran utilidad que la última tecnología ha puesto en manos de los médicos, sino que sólo comparo el tratamiento farmacológico de ambas escuelas en casos agudos y crónicos, nunca sobreagudos. Tampoco desdeñamos la ayuda que el criterio de un especialista en cualquier rama de la medicina puede aportar al conocimiento del paciente. Pero, en cuanto a tratamiento farmacológico, sabemos que paliar es intrínsecamente malo para la evolución de la enfermedad crónica. Y como la medicina alopática (lo hemos mencionado hace un momento) sólo produce paliación con sus tratamientos farmacológicos en las enfermedades crónicas, va de suyo que un médico homeópata que ha comprendido el método no puede ser a la vez alópata y homeópata. La paliación (que por cierto, también se puede hacer con homeopatía y muchos la hacen sin saberlo) únicamente está indicada en los casos en que curar es imposible y/o los sufrimientos que produce la enfermedad son intolerables por el paciente. ¿Puede un médico razonable dar con una mano el medicamento curativo y con la otra el paliativo al mismo paciente? La respuesta es que puede, sin duda, pero sólo si no sabe lo que está haciendo. A estos médicos razonables los invito a releer los parágrafos que acabo de indicar, así como a observar y a reflexionar al respecto. Comprendiendo estas cosas podremos manejar mejor nuestros recursos. Todos conocemos la experiencia de tener que tratar a un paciente que viene polimedicado y al que no nos atrevemos a retirar lo que tiene prescrito porque está habituado a ello y tememos el efecto rebote. Y sabemos que, a pesar de todo, podemos obtener buenos resultados terapéuticos mientras que conseguimos retirar, en todo o en parte, el tratamiento anterior. Pero sabemos también que aunque los resultados sean buenos, nunca lo son tanto como cuando tratamos a un paciente libre de medicación. Eso sin mencionar los casos que fracasan precisamente por el tratamiento paliativo.

Los médicos homeópatas con experiencia clínica saben muy cuáles tratamientos alopáticos y cuáles no pueden ser retirados sin peligro. Los que no tengan experiencia, deben asesorarse.

Como decía, la paliación es siempre un inconveniente en el camino de la curación, un inconveniente que, mediando la dependencia a fármacos, agrava la enfermedad crónica año tras año.

Reconozco que la imagen del médico alópata, “especialista”, que “además” prescribe homeopatía es muy seductora para el gran público y tal vez para muchos médicos que de ese modo no ven peligrar su status. También resulta evidente que conviene a la industria farmacéutica (recordemos que no sólo hay industria farmacéutica alopática) porque los médicos alópata-homeópatas suelen prescribir más medicamentos. Pero es necesario decir con la mayor claridad que, salvo en contados casos, el método homeopático y el ordinario son incompatibles y que éste resulta muy a menudo un obstáculo insoslayable para “la única y suprema misión del médico” que ya hace más de doscientos años estableciera Hahnemann: “restituir la salud del enfermo”.

Doctor Emilio Morales

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