Pequeñas precisiones homeopáticas

Mientras que se calma (o no) la tempestad que nos arrebató la homeopatía y mientras que la resaca de esa misma tempestad nos la devuelve (o no) en una forma más aceptable para los intereses de aquellos a los que la homeopatía no interesa en su forma genuina, habrá que evitar que el hartazgo nos conduzca a la melancolía. Debemos seguir ocupándonos del método y de cada uno de sus importantes detalles.

Hace algún tiempo un compañero me preguntó por qué le daba yo tanta importancia a cada cosa que había dicho Hahnemann, siendo que ahora, con los importantes avances en las ciencias básicas y el mejor conocimiento de la clínica, muchas de esas cosas habrían quedado obsoletas. Y es cierto que, algunas de las cosas que Hahnemann formuló estaban determinadas por los conocimientos de la época y, desde la perspectiva actual, podrían considerarse errores, como ocurre con su apreciación clínica de las enfermedades crónicas. Pero, incluso esos “errores” nos sirven hoy en día para valorar mejor la potencia de su pensamiento y la fecundidad de su visión global sobre la salud, la enfermedad y la curación. Cada hombre es hijo de su época y dispone de los conocimientos que su época le provee. Al proponer un nuevo método de tratamiento, Hahnemann escapó en buena parte a los prejuicios médicos de su época, pero no pudo escapar a todos. No obstante, su inalienable pragmatismo supo guiar el método más allá de tales errores, el estudio de los cuales no sólo nos pone a salvo de repetirlos, sino también de creer que los mismos lo apartaron de su camino.

Hoy quiero hablar de dos conceptos que a menudo son malentendidos o tergiversados: el simillimum y la totalidad sintomática.

La idea de totalidad sintomática viene referida al modo en que Hahnemann veía la enfermedad. Para él la enfermedad era el conjunto de todos los síntomas del paciente.

Ciertamente él considera que la enfermedad está constituida por la totalidad de los síntomas del paciente, pero esto no significa que, para prescribir, tengamos que buscar un remedio similar a todos los síntomas del paciente. Ya desde la primera edición del Órganon, habla de síntomas que son más importantes para tal fin. Los denomina “característicos”. En ese momento, aún prescribía por los síntomas de la enfermedad clínica. Más adelante llegará a precisar que los síntomas en los que debemos basar la prescripción son los “raros, peculiares y característicos”. Los conceptos de “raro” y “peculiar” son sin duda más aplicables a su visión de la enfermedad después del descubrimiento de la psora. El concepto “característico” tiene aplicación en ambos campos: sirve para señalar lo que es propio de la enfermedad como también lo que es propio del individuo enfermo.

Los parágrafos 8, 9 y 10 de la primera edición del Órganon abordan este punto, que se resume concisamente el parágrafo 10: “Una enfermedad está representada en toda su extensión por el conjunto de los síntomas mórbidos”. En términos muy semejantes se pronuncian los parágrafos 6 y 7 de la sexta edición cuyo resumen encontramos al final del parágrafo 7: “En una palabra, la totalidad de los síntomas debe ser lo principal, lo único, en definitiva, que el médico debe reconocer en todo caso de enfermedad”. Esta totalidad de síntomas es, en palabras de Hahnemann, “el único medio por el cual la enfermedad pueda hacernos saber qué remedio requiere, lo único que puede determinar la selección del medicamente más apropiado” (parágrafo 7).

A veces oigo decir cosas como “prescribir para la totalidad sintomática”. Nada más lejos del método. Si bien la enfermedad está constituida por la totalidad de los síntomas, la prescripción sólo se basa (siempre fue así) en unos pocos síntomas (de entre esa totalidad, naturalmente). Este grupo de síntomas más elegibles para constituir un cuadro óptimo de prescripción, es lo que Hahnemann llamó “lo digno de curar” concepto que evolucionó a lo largo de su vida. Comparando las ediciones primera y sexta del Órganon podremos tener una idea clara de la naturaleza de tales cambios. En efecto, al principio de su práctica, cuando trataba las enfermedades como tales, cuando no distinguía entre agudas y crónicas a la hora de establecer un tratamiento, recomendaba buscar los “síntomas característicos” (de la enfermedad). “En esta búsqueda de un remedio homeopático específico, es decir, en esta comparación del conjunto de los síntomas de la enfermedad natural con la lista de síntomas de las medicinas disponibles, lo más llamativo e inusual de los síntomas característicos de la enfermedad deberá ser tomado especialmente en consideración”. Por lo demás hay síntomas que quedan descartados: “Por otra parte, los signos generales como pérdida del apetito, debilidad, malestar, perturbación del sueño y así sucesivamente son poco significativos cuando no van acompañados por indicaciones más precisas, porque se encuentran en la sintomatología de la mayor parte de las drogas, así como de la mayor parte de las enfermedades naturales” (Primera edición, parágrafo 129). En este momento, Hahnemann sólo contempla el horizonte de la enfermedad clínica, de la entidad nosológica y prescribe por sus síntomas característicos, intimando a buscar entre los mismos “lo más llamativo e inusual”. Más tarde, ante el fracaso de esa forma de prescribir cuando se trataba de enfermedades crónicas, al descubrir que hay otros síntomas que han acompañado al paciente durante toda su vida y que se ha acostumbrado tanto a ellos que los considera como rasgos personales, cuando descubre su psora, empieza a buscar otros síntomas, a saber, los síntomas raros y peculiares, que pertenecen, por así decir, más al paciente que a la enfermedad, de manera que “lo digno de curar” termina estando constituido por los síntomas “especiales, poco habituales propios y característicos”, más conocidos como “raros peculiares y característicos”, y no por todos los síntomas del caso, lo que, por otra parte, sería imposible de conseguir. Esto lo encontramos en la sexta edición, parágrafo 153 y de una forma mucho más concisa en el 154: “Así pues, si la contra-imagen formada por el grupo de síntomas de la droga coincide con la máxima similitud con el mayor número posible de esos síntomas especiales, poco habituales propios y característicos de la enfermedad que hay que curar, esa droga será el remedio homeopático más adecuado y específico.”

Evidentemente, entre la primera y la sexta edición del Órganon han transcurrido 50 años y Hahnemann ha publicado su Tratado de las enfermedades crónicas, que cambiaría radicalmente la forma homeopática de prescribir, haciendo accesibles al tratamiento los procesos crónicos en los que anteriormente sólo se lograba paliación. La diferencia en el punto de vista de Hahnemann estriba en la consideración (especialmente en las enfermedades crónicas) de la enfermedad como algo más que la entidad morbosa y la inclusión de síntomas que anteriormente eran considerados como peculiaridades del paciente más que como síntomas de enfermedad.

Así, en su primera etapa, Hahnemann trata las enfermedades por sus síntomas, eligiendo “lo más llamativo e inusual de los síntomas característicos de la enfermedad”. Después de Enfermedades crónicas, el campo semiológico de “lo digno de curar” se ha ampliado considerablemente: “el mayor número posible de esos síntomas especiales, poco habituales propios y característicos de la enfermedad que hay que curar”.

Pero, al margen de estas diferencias conceptuales y metodológicas, hay un hecho que persiste: una cosa es la totalidad sintomática y otra el conjunto de los síntomas que deben ser elegidos a la hora de prescribir.

En cuanto a la idea de simillimum, Hahnemann siempre utilizó la expresión “similia similibus curentur”. Pero actualmente se emplea con normalidad en homeopatía la expresión “similia simillimum curentur”. Esto cambia la expresión original de “cúrense los semejantes con los semejantes” a “cúrense los semejantes con el más semejante”, lo cual limita mucho el campo operativo del homeópata que debería dejar de utilizar diferentes remedios semejantes para circunscribirse a sólo uno: el más semejante, el simillimum[1]. Pero Hahnemann sólo utilizó el término simillimum, que yo sepa, en dos ocasiones. Y con un significado diferente al que le damos ahora. En Cronic Diseases, B. Jain, New Delhi 1985 (reprint) vol I, p. 125, lo utiliza para referirse al nosode de la sarna: “Así potentizada y también modificada, la sustancia de la sarna (psorin), cuando sea ingerida, ya no es un ídem (lo mismo) que la sustancia cruda original de la sarna, sino solamente un simillimum (la más similar). Entre ídem y simillimum no es posible imaginar nada intermedio; o, en otras palabras, entre idem y simile solamente puede ser colocado el simillimum.  Isopático e igual son expresiones equívocas, que no pueden significar nada fidedigno salvo simillimum, porque no son idem (ταυτó)”.

En Órganon, 5ª edición, par. 56, nota al pie, leemos: “Aún podría admitirse un cuarto modo de emplear los medicamentos contra las enfermedades, a saber, el método isopático, que consiste en tratar una enfermedad por el mismo miasma que la ha producido. Pero, aún suponiendo que esto fuera posible, descubrimiento que, a la verdad, sería muy precioso, como no se administraría el miasma a los enfermos sino hasta después de haberlo cambiado hasta cierto punto por las modificaciones que se le hacen sufrir, la curación sólo se verificaría en este caso oponiendo simillimum a similimo”. En la sexta edición esta nota está ampliada, pero viene a decir lo mismo por lo que al simillimum se refiere. Hay que considerar, pues, que, en el lenguaje hahnemanniano, el término simillimum debe aplicarse al nosode en relación a su enfermedad correspondiente.

Doctor Emilio Morales

[1] Órganon, 6ª edición, parágrafo 171: “En las enfermedades crónicas no venéreas, originadas por tanto casi siempre por la psora, a menudo es necesario, para lograr la curación, el empleo sucesivo de varios remedios antipsóricos, pero siempre de manera que cada uno de ellos sea escogido conforme a la imagen obtenida a partir del grupo de síntomas que han quedado después de que se haya agotado la acción del remedio anterior”.

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6 comentarios en “Pequeñas precisiones homeopáticas

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