SOBRE HOMEOPATÍA, VIRUS CHINO Y COSAS QUE CONVIENE SABER
Ahora, por razones de sobras conocidas, la homeopatía está en suspenso. Pero es necesario decir, una vez más, que por mucha propaganda negativa y por muchas mentiras que se digan contra nuestro método, es un método eficaz, sin efectos secundarios y con una incontestable base científica. En estos tiempos de zozobra sanitaria inducida y alentada por todos los medios de comunicación y todos los partidos políticos sin excepción, es necesario recordar que la homeopatía sigue existiendo y sigue siendo un medio eficaz para combatir y prevenir cualquier proceso patológico en la mayor parte de los pacientes. Un método cuya correcta aplicación permite al organismo enfermo desplegar su capacidad curativa para encontrar por sí mismo el equilibrio, única forma posible de curación. Debemos reconocer, no obstante, que la correcta aplicación de la homeopatía no es fácil, de manera que cualquier otra solución siempre será bienvenida.
Esta es la situación en la que me encontré con unos videos de Pamiés y de Andreas Kalcker en los que se hablaba del dióxido de cloro (MMS, CD, CDS), asegurando que es una sustancia capaz de prevenir y curar la enfermedad viral que nos preocupa ahora, amén de otras enfermedades. Pude entender que actúa aportando oxígeno a los tejidos (especialmente a las partes enfermas de los tejidos, que son más ácidas) y comprendí que se trata de un medicamento inespecífico, que ayuda al organismo de una forma general a través de la oxidación y posterior eliminación esos reductos ácidos. Esto me pareció sumamente interesante y quise documentarme más. No tuve que buscar mucho para toparme con un aluvión de artículos que decían precisamente lo contrario, a saber, que el dióxido de cloro es lejía, que su utilización es muy peligrosa para la salud y que puede dar lugar a todo tipo de cosas malas, desde corroerte los dientes a matarte sin más, pasando por un sinfín de molestias y enfermedades cuya simple enumeración me ocuparía más espacio del que puedo dedicarle.
¡Grave dilema! ¿Qué podía hacer yo, un simple médico práctico, ante la duda que me planteaban los defensores y los detractores del dióxido de cloro? ¿Cómo podía recomendarlo a algún paciente sin saber si el CD lo curaría o lo enfermaría más aún? Sólo conocía un método que ya he utilizado en diversas ocasiones anteriormente: probarlo.
Para informarme mejor, compré el libro de Andreas Kalcker, LA SALUD PROHIBIDA y me hice con un kit para preparar CD. Comencé muy poco a poco: una gota activada en un litro de agua y fui aumentando la dosis hasta tomar tres gotas activadas en un vaso de agua cuatro veces al día. El único efecto secundario fue una leve diarrea cuando lo intenté con cuatro gotas activadas cuatro veces al día, que despareció en cuanto volví a tres. Lo intenté de nuevo y ocurrió lo mismo. Así pues, en esto me remito a Kalcker, mi dosis ideal es de tres gotas activadas cuatro veces al día.
Llevo dos meses tomándolo y lo único que he notado ha sido una gran mejoría en mi estado general, mejor disposición para cualquier actividad, mejoría en el sueño (duermo de un tirón toda la noche) y la desaparición o mejoría de pequeñas molestias con las que uno se acostumbra a vivir, como cierta rigidez y dolor al despertar y cosas por el estilo.
Al verme, mi familia se animó y todos los que lo toman han experimentado mejoría, cada cual según sus molestias previas. Por lo demás, mi primera impresión es que se trata de un producto compatible con el tratamiento homeopático y que puede potenciar sus efectos. He tenido un caso que confirma tal intuición, pero aún no puedo afirmar que así sea: habrá que esperar y ver.
Después de tan positiva experiencia, me creí legitimado para recomendar este producto a los pacientes, pero he aquí que no va a ser posible: está prohibido. No, el CD o el CDS no están prohibidos, de hecho, se utilizan para infinidad de cosas (la más común, potabilizar el agua de uso humano) y está patentado para diversas aplicaciones en medicina. No está prohibido el producto, lo que está prohibido es que un médico lo recomiende. ¿Asombrados? Yo también.
En todo el mundo, médicos y pacientes están dando testimonio de las bondades de este viejo remedio y están solicitando de las autoridades que lo legalicen para usarlo terapéuticamente contra el virus chino. Todo en vano: las autoridades dicen que no se puede legalizar porque no está demostrada su eficacia e inocuidad. Algunos médicos han presentado dosieres con historias clínicas minuciosas que muestran la recuperación de pacientes, algunos muy graves. Esto lo demuestra, dicen esos médicos. Las autoridades sanitarias responden que no, que eso no demuestra nada porque hay que hacer un ensayo clínico a doble ciego. Estamos dispuestos, hagámoslo, reponen los médicos. Pero no hay manera. Tales ensayos clínicos supervisados por las autoridades sanitarias nunca se harán.
Si yo fuese mal pensado, creería que, puesto que el dióxido de cloro no puede patentarse, su uso terapéutico no les interesa a las farmacéuticas, ocupadas, como están ahora, en elaborar a toda prisa una vacuna que pretenden obligatoria. El dióxido de cloro les chafaría el negocio. Aunque tal vez no se necesite ser tan mal pensado para tan simples deducciones. Sobre todo, si se echan números.
Bien, a lo que importa: no puedo recomendarlo. Lo que sí puedo hacer es aportar mi testimonio de consumidor voluntario: me está sentando bien. Ninguna de aquellas terribles amenazas de los acérrimos detractores internáuticos se ha cumplido en mi persona. Creo que decir esto no es delito todavía.
Y, además de compartir mi experiencia, también puedo recomendaros, sin delinquir, la lectura del libro de Andreas Kalcker, LA SALUD PROHIBIDA, que ya he mencionado más arriba. Ahí os enteraréis de todo lo que hay que saber al respecto.
Por supuesto, hay que tener en cuenta que se deben respetar las proporciones y las dosis. Haciéndolo así, el margen de seguridad es muy alto. Y, sobre todo, no creáis a los que dicen que es lejía, porque podría ocurrir que alguien llegue a creerlo y le dé por beber lejía. No es lejía, es dióxido de cloro, una sustancia diferente.
Si queréis comprar el libro, aquí lo compré yo:
https://voedia.com/de/inicio/33-salud-prohibida.html
Hasta pronto.
Muy buen y bonito comentario. Es una pena que haya tantos intereses creados para que esto no llegue al gran público. Me recuerda a las propiedades del bicarbonato, que también tiene algunos detractores, pero que se puede utilizar y es económico.
Gracias por toda la información.
Un abrazo.
Gracias por el comentario, Antonio. Muy cierto lo que dice sobre el bicarbonato. También ocurre con otros remedios antiguos que están en el olvido. Un saludo.
Muchas gracias Emilio. Estupendo articulo y mejor aún la experiencia que compartes.
Gracias, Ángeles.
Pingback: Andreas Kalcker y el dióxido de cloro – Resistencia frente a la violencia