El problema radical de sulphur es que no encuentra placer en nada, es decir, en las cosas reales: no disfruta de ellas. Esta negación del placer supone, en la semblanza metafísica, en el intento de imitar a Dios, la idea de no necesitar de las cosas externas para alcanzar la satisfacción: Dios es su propia satisfacción, Dios es su propia felicidad. Pero sabemos que si Dios es su propia felicidad esto se debe a la excelencia de su naturaleza.
Esa idea de tener la felicidad en sí mismo la encontramos en Boecio[1]: “La felicidad consiste en cinco elementos: en los placeres, riquezas, poder, dignidad y fama. Y Dios tiene la más excelente delectación de sí mismo y el más universal gozo de todos los bienes, sin mezcla ninguna de mal. De riquezas tiene la absoluta suficiencia en sí mismo de todos los bienes, como antes demostramos. De poder, lo tiene infinito. De dignidad, tiene el primado y gobierno de cuanto existe. De fama, la admiración de cuanta inteligencia pueda conocerlo de cualquier manera. A él pues, que es singularmente feliz, sea dado todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
La felicidad divina es precisamente la que sugiere el sulphur hipertrófico, que parece buscar en sí mismo su propia satisfacción. Del mundo no espera nada por lo que es indolente y despreocupado, y tampoco espera nada de los demás, debido a lo cual es desconsiderado y falto de delicadeza en el trato.
En cuanto a su propia excelencia, suele imaginarse que lo suyo es lo mejor de todo, y se ve a sí mismo como sujeto de méritos por encima de lo normal; así pretende poseer conocimientos que nunca ha adquirido, o cualidades innatas para actividades deportivas, literarias, etc., que no necesitan ser desarrolladas para conducirle al éxito.
Sin embargo, se siente fracasado e infortunado. La causa es que, en última instancia, la felicidad procede de Dios (o de la Creación, que viene a ser lo mismo), de donde sulphur es ateo (Rep.)
Si nos adherimos al texto de Boecio deberíamos aceptar que sulphur envidia de Dios todos aquellos atributos que lo hacen “singularmente feliz”, y que él enumera. Pero es más correcto decir que lo que envidia es la felicidad de Dios, y así como Dios es Su propia felicidad, del mismo modo sulphur quiere obtener la felicidad en sí mismo. Por eso no puede ser feliz como los demás ya que los demás obtienen la felicidad del exterior: de las cosas buenas y en última instancia, de Dios.
Este intento de obtener la felicidad de sí hace que sulphur tienda a exagerar su propia excelencia ¿Cómo se manifiesta esto en la realidad cotidiana? sulphur hace un permanente ejercicio de afirmación: lo suyo es lo mejor y él mismo es el mejor. Y al mismo tiempo, como corresponde, por la otra cara de la moneda, se siente despreciable; dice a menudo: “soy un asco, no valgo nada”. Esta exaltación y este menosprecio de sí mismo pueden encauzarse a través de los más diversos argumentos, los que menciona Boecio y también otros, como el conocimiento, el amor, etc. Pero la fama es en mi experiencia una de los argumentos favoritos de sulphur, aunque no es frecuente que lo exprese de manera espontánea, ya que muy a menudo sulphur cultiva sus proyectos en el interior de sí mismo, y no porque sea callado o tímido sino porque, como corresponde a una persona que no espera nada del exterior ni de los demás, es individualista.
Cabría preguntarse cómo puede ser que un sujeto que no espera nada de los demás desee no obstante la fama, la cual implica un reconocimiento por parte de los otros. Sin embargo, si observamos la relación de una buena parte de las personas famosas con el público, vemos que esas personas tienden a ignorar, a menospreciar, al público. Eso se debe a que no consideran que su fama deba nada a ese público sino únicamente a sí mismos. Mientras más famoso y reconocido es un personaje, más aislado e individualista se vuelve, y seguramente (si se trata de sulphur) más desgraciado.
La sabiduría, la busca en sí mismo: especula sobre temas filosóficos pero no se toma la molestia de estudiar; por el otro lado es un inepto para la filosofía.
Pero además de encontrar la satisfacción en Sí mismo, sabemos que Dios encontró satisfacción en la Creación pues dice el Génesis que una vez que creó el mundo lo encontró de su agrado. Dios creó el mundo con la palabra y por esto mismo sulphur encuentra placer en sus propias palabras, en oírse hablar.
[1] Boecio. De la consolación de la filosofía. Tomado de: Tomás de Aquino. Suma contra los gentiles. Libro I Cap. C.