Los métodos curativos

Le debemos a Hahnemann[1] una clasificación de los distintos métodos curativos atendiendo al principio que sostiene cada método. Así, llama homeopatía al método que se atiene al principio de semejanza entre el remedio y la enfermedad (homoios: semejante y pathos: enfermedad); enantiopatía o antipatía es el método que responde al principio de los contrarios, es decir, trata las enfermedades con remedios cuyo efecto sobre el organismo es contrario (enantios o anti: contrario y pathos: enfermedad). De tal manera, por poner un ejemplo muy básico, en un caso de fiebre, abrigar y calentar al sujeto (como hacían antes todas las abuelas) sería homeopático, mientras que enfriarlo destapándolo o incluso metiéndolo en una bañera con agua a menor temperatura que el cuerpo del febricitante (como han venido recomendando en las últimas décadas muchos pediatras) sería enantiopatía. En el primer caso, el remedio actúa en el mismo sentido que la enfermedad, es decir, calentando y así se ayuda al organismo a alcanzar la temperatura necesaria para combatir su enfermedad, su pathos, remitiendo entonces la fiebre de manera espontánea. El enantiópata, por el contrario, piensa que la fiebre es el hecho a combatir y enfría al paciente para llevarlo a una temperatura normal. Son dos métodos opuestos que responden a un principio, cada uno el suyo. Más tarde hablaremos de la alopatía.

Hahnemann también definió el método isopático, que consiste en tratar una enfermedad, no con remedios que produzcan síntomas semejantes, sino con un remedio idéntico (iso) a dicha enfermedad, tan idéntico, que consiste en un producto obtenido de la propia enfermedad, un nosode. Así, tratar la tuberculosis con tuberculinum o el sarampión con morbillinum, sería isopatía o isoterapia. Sin embargo, si los nosodes se emplean para tratar cualquier estado morboso según la similitud de los síntomas de tal estado con los de la patogenesia del nosode en cuestión, dicho tratamiento será homeopático. Las modernas vacunas (modernas hasta que, hace poco, Moderna y otros inventaron lo que inventaron) producidas a partir de los propios gérmenes supuestamente implicados en las enfermedades, también son tratamientos isopáticos. Asimismo, son tratamientos isopáticos las llamadas vacunas contra la alergia, elaboradas con la (o las) sustancia antigénica que se estima desencadenantes de los episodios. En cuanto a la vacuna de la viruela, Hahnemann la consideraba homeopática porque no estaba fabricada con gérmenes de la propia viruela, sino con los de una enfermedad semejante, la vacuna, un padecimiento de las vacas que producía un exantema semejante al de la viruela. Dejaremos aquí el tema de la isoterapia vacunal y sus implicaciones (teoría del contagio, sistema inmune, teoría del terreno, intereses de la industria, posibles fraudes, etc.), porque abordarlo sería inagotable y, al menos yo, carezco de respuestas solventes a todos los enigmas que el asunto suscita.

La definición hahnemanniana de alopatía es la de un método sin método: de alós (diferente) y pathos (enfermedad). Así pues, el alópata utiliza, para tratar las enfermedades, remedios que, en sus respectivas manifestaciones dinámicas, pueden ser contrarios, semejantes o idénticos a la enfermedad, y lo hace indistintamente, respondiendo, no a un método, no a un principio, sino a cualquiera de ellos, según la “moda” o el protocolo dominante. Eso explica que la escuela alopática cambie sus criterios constantemente y que lo que ayer se consideraba terapéuticamente útil, hoy caiga en el olvido. Así pues, la alopatía es la escuela de los diferentes, el método sin método. Pese a ello, son muchos, algunos homeópatas incluidos, los que están convencidos de que la alopatía es la escuela de los contrarios, que, como acabamos de ver es la enantiopatía o antipatía. El enantiópata, si tal médico existiese en la práctica, utilizaría siempre los medicamentos de acuerdo a la ley de los contrarios. El alópata, utiliza aleatoriamente cualquier método sin tener conciencia de que lo está haciendo. Así, cuando un médico de la escuela oficial utiliza el ácido acetil-salicílico para evitar la agregación plaquetaria y por lo tanto la formación de trombos, está practicando la enantiopatía o medicina de los contrarios, ya que la aspirina, en su acción primaria sobre el organismo, dificulta la agregación plaquetaria; cuando administra digital para una insuficiencia cardíaca, está practicando la homeopatía, porque la digital, en su acción primaria sobre el organismo provoca síntomas semejantes a una insuficiencia cardíaca. Cuando prescribe quinina para tratar el paludismo, también está practicando la homeopatía. Cuando el médico alópata indica vacunas, naturalmente está prescribiendo según el método isopático. De este modo, la alopatía es un sistema terapéutico que utiliza de manera indistinta diferentes (alós) métodos de tratamiento. Esa parece haber sido la intención de Hahnemann al acuñar el término. De todas maneras, es cierto que el médico alópata hace habitualmente más uso de la enantiopatía y la isopatía que de la homeopatía, al menos, nominalmente.

¿Y qué ocurre con nosotros, los homeópatas? ¿Siempre que administramos nuestros globulitos estamos practicando homeopatía? Lamentablemente no es así. A continuación, veremos que los homeópatas utilizan los métodos homeopático, enantiopático e isopático exactamente como lo haría un alópata, pero en dosis pequeñas. ¿Es eso malo? De ninguna manera, siempre que el homeópata sepa lo que está haciendo y, por consiguiente, lo que puede y debe esperar del tratamiento que elija.

Antes hemos visto que, cuando utilizamos los nosodes con criterio clínico, es decir, para tratar la misma enfermedad de la que el nosode proviene, estamos actuando isopáticamente. Con tal tratamiento podemos esperar el alivio e incluso la curación del proceso nominal, pero nunca una mejoría permanente en el estado vital del paciente, que es el objetivo primordial de la homeopatía.

Por el contrario, si el nosode lo utilizamos según la semejanza de los síntomas del paciente con los de la patogenesia del nosode, las cosas cambian: ahora es un remedio homeopático más.

Y refiriéndonos al conjunto de los medicamentos, nosodes o no: Cuando los homeópatas no utilizan sus remedios con criterio isopático, ¿lo hacen siempre de acuerdo con los síntomas de las respectivas patogenesias? La respuesta es no. Existe una forma muy extendida de practicar la homeopatía que es aplicarla con criterio clínico. Esto consiste en hacer el diagnóstico de acuerdo a la escuela oficial y luego, según ciertas indicaciones o protocolos, tratar con remedios preparados según la técnica farmacológica homeopática. Esto comenzó hace mucho tiempo porque los viejos maestros recogían y publicaban sus historias clínicas, tomadas siguiendo el método hahnemanniano, pero reseñaban qué enfermedad nominal había sido la causa de la consulta. Lo hacían para facilitar el camino a los estudiantes, pero a algunos se les ocurrió recopilar y glosar estas indicaciones. Hasta ahí podía estar bien, siempre que el médico no olvidase el método, pero las cosas no quedaron ahí. Las viejas materias médicas clínicas suelen hacer referencia a los síntomas que guiaron al médico a la prescripción, pero poco a poco algunos autores fueron publicando, más que materias médicas clínicas, auténticas guías de prescripción con fórmulas compuestas (pluricismo y complejismo) lo que llevó a la consiguiente fabricación de productos farmacéuticos “antitusígenos” o “antidiarreicos”, “antiestrés”, etc., que nada tienen que ver con la homeopatía, aunque en la etiqueta se pueda leer “homeopático”. Hay médicos “homeópatas” que prescriben estas cosas.

Se necesitaría un gran libro para explicar todo ese deterioro de la homeopatía, que viene de muy antiguo y que a lo largo de su triste historia ha dado lugar a diferentes escuelitas inspiradas en criterios sobre todo comerciales. Siendo el tema tan extenso, lo dejaré para muchísimo más adelante.

Nos ocuparemos ahora de la prescripción realizada según la semejanza entre los síntomas de la enfermedad (el paciente que tiene la enfermedad) y los de la patogenesia del remedio que se prescribe. Y aquí parece pertinente preguntar una vez más: ¿Siempre que administramos los remedios homeopáticos según la semejanza entre la enfermedad (el paciente que tiene la enfermedad) y la patogenesia del remedio que se prescribe estamos haciendo homeopatía? Una vez más habéis acertado: la respuesta es no.

Toda situación morbosa tiene dos aspectos: los síntomas producidos por el impacto de la noxa sobre el organismo vivo (la enfermedad propiamente dicha) y los síntomas con los que el organismo reacciona contra la enfermedad. Los primeros se conocen como síntomas primarios y son aquellos síntomas ante los que el organismo se comporta como sujeto pasivo. Tienen que ver con la causa de la enfermedad y con la idiosincrasia del sujeto, con su forma de percibir (de experimentar, de vivir, de procesar) ese ataque. Por otra parte, encontramos los síntomas reactivos, que manifiestan la respuesta del organismo ante la agresión y tienen que ver con los procesos fisiopatológicos naturales. Pero, al darse todos estos síntomas en un sujeto concreto, es muy común que se mezclen y que, incluso esas respuestas defensivas que se producen según ciertos mecanismos fisiopatológicos tasados, se tiñan, por así decir, de la idiosincrasia del sujeto. A estos los llamamos síntomas modalizados.

Pues bien, la enfermedad propiamente dicha, “lo digno de curar” en palabras de Hahnemann, es precisamente ese conjunto de síntomas primarios que constituyen y expresan el padecimiento original del sujeto. “Curar” los síntomas reactivos, es decir, aquellos síntomas que se están oponiendo a la enfermedad, carece por completo de sentido. Si eliminamos los síntomas defensivos, por insuficientes que puedan llegar a ser un en caso dado, significa dejar al organismo en peor situación. Podemos aliviar momentáneamente, pero el síntoma eliminado volverá una y otra vez hasta que el caso se haya resuelto. Esto se observa muy bien en los casos agudos: un antipirético (ahora utilizan antiinflamatorios para este fin) puede bajar a fiebre, pero volverá a subir una y otra vez hasta que el caso esté resuelto. El antipirético obra como un paliativo de la fiebre, lo habitual en la enantiopatía.

Pues bien, cuando un homeópata prescribe teniendo en cuenta única o principalmente los síntomas reactivos, y prescribe con acierto, el resultado será un tratamiento enantiopático o paliativo: estará “curando” (paliando) la reacción contra la enfermedad. El medicamento que prescribe será semejante a los síntomas reactivos, es decir, contrario a los síntomas primarios, a la verdadera enfermedad. Si prescribe teniendo en cuenta tan solo los síntomas primarios, y prescribe con acierto, el resultad será un tratamiento homeopático.

Afortunadamente, como acabo de indicar, puesto que todo el proceso de la enfermedad transcurre en un solo sujeto, la idiosincrasia del mismo impregna a menudo los síntomas secundarios, dando como resultado los síntomas modalizados. Estos son de la mayor utilidad en la búsqueda del remedio homeopático, muy especialmente en casos agudos, en los que la reacción se manifiesta al mismo tiempo y aún antes que los síntomas primarios. Estos síntomas deben pesar en la decisión terapéutica en la medida en que, al participar de la idiosincrasia del sujeto, nos hablan de su sufrimiento. Si el homeópata pretende hacer una prescripción homeopática, debería huir de los síntomas reactivos puros, sin modalizar, así como de los síntomas secundarios a un mecanismo reactivo, como, por ejemplo, el dolor secundario a una inflamación, salvo que esté bien modalizado. De esta manera vemos cómo los dos métodos (entonces no se conocía la isopatía, ni por supuesto la alopatía, esa simpática invención de Hahnemann) establecidos por Hipócrates para la medicina, a saber, similia similibus y contraria contrariis, están muy próximos el uno al otro: todo depende del grupo de síntomas que elijamos para prescribir. Conviene saber qué método quiere uno aplicar y saber qué puede esperar de cada método. Y cuándo utilizarlo.

Desde homeopatía online, quiero enviar un afectuoso saludo a todos los compañeros, y muy en especial a los que aún siguen esforzándose por hacer honor a este maravilloso método en la práctica clínica y en la difusión a pesar de las tremendas dificultades que soportamos.

Doctor Emilio Morales


[1] Aunque fue Hipócrates quien mencionó por primera vez los métodos de los similares y los contrarios, le tocó a Hahnemann desarrollar completamente el método de los similares (homeopatía) y a su vez dejó una clasificación y descripción de los distintos métodos (homeopático, enantiopático, alopático e isopático).

¿De dónde vienen los médicos homeópatas?

Nunca he tenido la costumbre de leer la prensa. ¡Mea culpa! De manera que alguien me pasó el dominical de El País de ayer. ¡La homeopatía aparece en portada, ahí es nada! Y en el interior, dos artículos sobre el tema, de los que quiero detenerme en el primero porque tiene algo de novedoso. Se trata del testimonio de un médico que, según nos cuenta, comenzó su carrera profesional en un hospital homeopático en Munich. Allí, declara nuestro colega, “lo aprendí todo sobre homeopatía”, lo cual no es poco. Dice haberse sentido impresionado por los resultados terapéuticos del método, pero llegó un momento en que se hizo la luz y comprendió que tales resultados eran simplemente el efecto placebo. El resto del artículo transcurre por los consabidos lugares comunes,, así que no entraré a comentarlo.

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