Hace poco, un conocido, queriendo justificar ante
mí los ataques contra la homeopatía me dijo:
-Hay que tener en cuenta lo carísima que resulta a
la larga la homeopatía porque una prima mía fue a un homeópata y este le dijo
que tenía que acudir a la consulta cada mes durante un año.
Me quedé perplejo por dos razones: en primer
lugar, porque no puedo entender algo así y en segundo lugar porque me consta
que la mayoría de los homeópatas no actúa de ese modo. He estado reflexionando
sobre el asunto y me ha parecido que estaría bien escribir un post sobre la
manera de trabajar de un homeópata, su relación con el paciente, los tiempos
que pautan el trabajo médico, etc. Todo esto desde mi punto de vista, como es
natural y teniendo presente la vieja sentencia de que cada maestrillo tiene su
librillo.
La primera consulta. – El paciente acude a un
homeópata generalmente por consejo de un familiar o amigo que fue tratado
previamente con homeopatía y al que le fue bien. Salvo que haya sido bien
informado de la mecánica de una consulta homeopática, suele sorprenderse con la
experiencia. Acostumbrado a la importancia capital que el médico ordinario
otorga a las pruebas complementarias, tales como análisis, radiografías, resonancias,
biopsias, antibiogramas, colonoscopias, cistoscopias y un largo etcétera,
observa cómo el homeópata, sin desdeñar tales pruebas aportadas por el paciente
y escuchar el relato de la patología por la que el paciente acude, parece no
darse por satisfecho y comienza a hacer preguntas que no tienen o no parecen
tener nada que ver con la enfermedad: le pregunta por su apetito, por cuales
son los alimentos que más le gustan o los que rechaza, o los que le sientan
mal, sobre el horario en el que está mejor o peor de alguna dolencia particular
o de modo general, sobre las cosas que lo enfadan, sobre las que le dan miedo o
le producen llanto, preguntas que el paciente recibe con estupor y que muy a
menudo encuentra muy difícil contestar, no tanto porque sean difíciles cuanto
porque nunca ha pensado en ellas como materia de una consulta médica. A menudo,
en esta primera fase oímos preguntas como esta:
– ¿Entonces a mí me duele la espalda porque no me
gusta el vinagre?, o ¿me resfrío tanto porque tengo pesadillas o porque me
gustan las cosas con mucha sal?
Preguntas de esta índole hacen necesaria una
explicación, la cual no siempre es suficiente, de tal manera que, tiempo
después, con ocasión de la segunda o la tercera consulta, el paciente nos dice:
– ¿Se acuerda que me preguntó qué me enfadaba?
Ahora ya lo sé. Y ahí nos lo cuenta.
Pero volvamos a la primera consulta: estas
preguntas que hace el médico homeópata tienen por objeto conocer la
idiosincrasia del paciente como tal paciente, aquello que lo caracteriza como
un sujeto particular desde el punto de vista médico. Son síntomas y como tales
deben ser considerados, pero síntomas que, como decía Hahnemann, llevan tanto
tiempo con el paciente que han terminado por ser considerados como
particularidades de su naturaleza.
Pronto el paciente se acostumbrará a este tipo de
preguntas, aprenderá a valorarlas y se esforzará por contestarlas
adecuadamente.
-Doctor, tengo un dolor aquí, en el lado derecho.
-¿Cómo es el dolor?
-¿Qué cómo es el dolor? -el paciente nos mira
perplejo-, pues un dolor, que me duele.
-Ya, pero sería muy útil saber si el dolor se
parece a algo que haya experimentado.
El médico evita mencionar alguna respuesta a la
que el paciente responda sí o no, porque eso restaría valor al síntoma.
-Pues un dolor, ya le digo, que me duele. Cuando
duele, duele.
-Lo entiendo, insistimos, pero ¿es como si le
quemaran, como si le pincharan…? Cedemos un poco indicando alguna modalidad de
dolor, porque de lo contrario no hay manera.
-No, no es como si me quemaran ni como si me
pincharan.
-He mencionado esas dos posibilidades sólo como
ejemplo, para darle una pista, pero puede ser cualquier otra sensación.
-Pues ya le digo, que me duele.
En ocasiones, resulta imposible, pero no es raro
que algunos días después recibamos una llamada telefónica y el paciente nos
informe de que se trata de un dolor presivo o desgarrante y que se mejora o se
agrava con el reposo o con el movimiento o en días lluviosos, etc.
Además de informar al médico, la primera consulta
homeopática tiene la virtud de hacer que el paciente mire hacia su interior con
una mirada objetiva (no morbosa) tal vez por primera vez en vida, lo que no es
poco.
El homeópata con experiencia tiene recursos que
habitualmente le permiten soslayar estos inconvenientes que se presentan en la
anamnesis y logra terminar la consulta y prescribir un medicamento. El los
casos crónicos (la mayoría de los casos que recibimos en consulta), se programa
una segunda cita para un mes o mes y medio más tarde. Durante ese tiempo entre
consultas, el médico tiene línea abierta con el paciente a través del teléfono
para cualquier duda que pueda surgir durante el tratamiento.
Llegado el momento de la segunda consulta, se
valoran los resultados obtenidos. Si se estima que el remedio fue bien elegido,
se hace una segunda prescripción del mismo medicamento, en la misma o diferente
potencia, y se programa cita para tres meses.
Si a la tercera cita todo va bien y se trata de un
adulto, se insiste en el tratamiento adecuado y esta vez la cita será a los
seis meses o bien cuando el paciente lo necesite. A partir de este momento, si
el remedio es el adecuado y todo va bien, es posible que no nos vuelva a
necesitar en meses o años. Para los niños se suele reclamar más atención. Así
pues, si se trata de un niño, es conveniente, una vez remitidos los síntomas, revisarlo
cada seis meses o cada año por precaución, lo que no siempre ocurre porque los
pacientes que están bien no suelen ir al médico, como es natural.
Más o menos ese es el esquema general. Si la
primera prescripción no consigue el resultado apetecido, habrá que comenzar de
nuevo y tendremos una consulta más en el corto plazo, pero a medio y a largo,
el paciente sólo consultará cuando lo necesite. No se presiona al paciente para
que acuda, no se le “fideliza”, no se le asusta ni se le amenaza.
Hace ya muchos años, con motivo de un congreso de Filosofía y Medicina presenté un trabajo donde relaciono la salud con la libertad (como contraria a la dependencia del médico). Se puede consultar en el siguiente enlace https://www.homeopatia-on-line.com/la-salud-y-la-libertad-una-referencia-a-hahnemann/
La salud, como la enfermedad, no es un estado
inalterable: es un proceso con sus altibajos y los homeópatas ayudamos al
paciente a administrar con más eficacia las situaciones de malestar que no
constituyen enfermedades propiamente dichas. El paciente aprende a
identificarlas, a sobrellevarlas e incluso a tratarlas con remedios caseros o
con remedios homeopáticos que él, a lo largo del tiempo, ya ha identificado
como útiles para diversas situaciones. Pero si cree que necesita al médico,
recurrirá y será atendido.
Poco a poco, el paciente se vuelve más libre,
consulta menos veces y no son pocos los casos en que atendemos a un familiar o
amigo de un paciente al que tratamos hace cinco o diez o quince años y no ha
vuelto porque sigue bien.
Es cierto que hay casos que no van bien o al menos
no todo lo bien que nos gustaría. El paciente acude a la consulta una y otra
vez. Unas veces mejora y otras no, pero el caso no evoluciona correctamente. ¿Cuál
es la causa? Personalmente creo que en esos casos no logramos encontrar el
remedio adecuado. Tal vez nunca se experimentó. Tal vez es un pequeño remedio
de la materia médica de esos a los que nadie presta atención. O tal vez el médico
lo tiene delante y no lo ve. En estos casos recomiendo cambiar de homeópata.
Hay que darle una oportunidad al método. Si un paciente acude al internista
porque le duele el estómago y no obtiene resultados a pesar del importante
tratamiento que recibe, no piensa inmediatamente que la medicina no funciona.
Si con el doctor Fulánez no dio resultado, acude a la consulta del doctor Mengánez.
Pero si va un homeópata por el mismo problema y no lo cura, concluye que la
homeopatía no funciona y abandona. Más aún, se cuentan tantas cosas sobre la
eficacia y rapidez de la homeopatía (algunas de ellas ciertas) que el nuevo
paciente espera una curación inmediata, en cuestión de horas o días, lo que es
motivo de no pocas desilusiones.
Hay que pensar el la homeopatía como un método muy
útil de tratamiento, no como en una panacea, porque no lo es. Y todo análisis
que hagamos del método y de sus resultados tiene que estar fundamentados en el
sentido común. Por eso, el relato propagandístico de un fracaso, en el caso de
que sea cierto, no es prueba suficiente para considerar la homeopatía como algo
inútil o incluso dañina. Todo método y todo médico puede fracasar porque no
somos infalibles. Para atacar a la homeopatía se han mostrado casos que ni
siquiera habían sido tratados por un homeópata. Desmontar tales historias
cuando tantos medios con tanta audiencia las publican es poco menos que imposible:
los homeópatas no tenemos acceso a esos medios. Pero si alguien que está en la
duda lee esto, le invito a que se haga las siguientes reflexiones.
1-Si la homeopatía fuese tan inútil como dicen,
¿por qué habrían de gastar nuestros detractores tanto dinero y esfuerzo como
han invertido en los últimos veinte años?
2-Si fuese tan inútil, ¿por qué se ha extendido
como la pólvora sin ninguna publicidad y sólo por el testimonio de aquellos que
han experimentado sus efectos?
3-¿Por qué, desde hace más de dos siglos, lo médicos
que la conocen recurren habitualmente a ella y nunca o casi nunca se ha dado el
caso de que un médico bien formado en homeopatía la abandone?
4-¿Es que cientos de miles de médicos y millones
de pacientes, a lo largo de dos siglos son todos tontos o mentirosos?
5-Cuando nuestros detractores no pueden negar las
curaciones, las atribuyen al efecto placebo y olvidan que el efecto placebo es
transversal. Dicho de otro modo, no depende del método empleado sino del hecho
de que se produzca un acto medico. Siendo así, ¿por qué la homeopatía cura
enfermedades que la alopatía sólo puede paliar? ¿Es acaso que el efecto placebo
en homeopatía es curativo y en alopatía sólo paliativo?
Podríamos seguir haciéndonos preguntas, pero con
lo que va es más que suficiente.
Más de cuarenta años de experiencia como médico homeópata, me dan cierta perspectiva para recomendar que se confíe en la homeopatía. Sin duda habrá ocasiones en que será necesaria la cirugía o un tratamiento paliativo, pero esas ocasiones serán muchas menos si la homeopatía es vuestra medicina habitual.
Doctor Emilio Morales